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Domingo, 22 Noviembre 2009 20:00

Conferencia de periodista español en Montevideo

El Ministerio de Turismo y Deporte de Uruguay y la Asociación de Enólogos del Uruguay invitaron a la conferencia “Uruguay: Naturaleza y Patrimonio, señas de identidad de un gran país”, que se realizó el jueves pasado, en el Radisson Montevideo.

La misma estuvo a cargo del Lic. José Luís Murcia García, de Vitispress S.L., periodista “free lance” para las revistas “La Semana Vitivinícola”, “Grupo Gourmets”, “Sobremesa”, “Distribución y Consumo” y “El Correo del Vino”, entre otras.

La conferencia

He querido aglutinar mis palabras, que yo no me atrevería a llamar conferencia sino más bien reflexiones en voz alta, bajo el título “Uruguay: Naturaleza y Patrimonio, señas de identidad de un gran país”, a sabiendas de que ustedes, igual que ocurre con España, mi país, tienen en las variables de sol y playa su identificación turística desde hace muchos años. Sin embargo, la auténtica dimensión de Uruguay, la que puede permitirle ser diferente a los países del alrededor y atraer un turismo de calidad, creo que puede y debe identificarse con su patrimonio cultural, parcialmente conocido, y sus bellos paisajes, mucho menos conocidos, al menos en Europa.

Hace pocos días visité una de las sucursales de La Casa del Libro de Madrid, una de las librerías de mayor raigambre de la capital de España, para interesarme por las guías de viajes que tenían de Uruguay. Y mi sorpresa no pudo ser mayor al descubrir que no tenían ni una sola. Todo eso en un país que habla el mismo idioma que el nuestro y al que nos unen lazos culturales, artísticos y familiares desde su fundación. Y, por el contrario, tenían tres guías de Burkina Faso, cuatro de Senegal y hasta una de Haití.

La misma suerte corrí en la librería de uno de los VIP más céntricos, establecimientos abiertos las 24 horas que cuentan con una nutrida librería en la que sí existían guías de Argentina, Chile, Brasil y…Paraguay. Fue finalmente en El Corte Inglés, donde los ciudadanos podemos buscar desde un cepillo de dientes a una cama de 2 metros por dos, donde tropecé finalmente con dos guías de su país. Ninguna de ellas una maravilla, todo hay que decirlo, pero al menos con la posibilidad de orientarte en una visita a este gran país, que en ambas es tratado como un apéndice de Argentina.

Este hecho me ha empujado a realizar una amplia reflexión sobre la imagen que tienen ustedes en el exterior y especialmente en Europa y Estados Unidos, los dos grandes centros emisores de turistas, con el permiso, claro está, del impenitente Japón, de la cada vez más poderosa Rusia y de la pujante China, todavía más preocupada por los negocios de sus hombres en el exterior que por las excursiones turísticas de sus ciudadanos.

En estas circunstancias, lo más importante en un país pequeño en tamaño, pero grande en identidad, es saber si la imagen que está ofreciendo al mundo es la adecuada, si los ingresos por el turismo se centran, sobre todo, en la pujanza interna y en los visitantes de los países de alrededor, especialmente argentinos y brasileños; y si el mundo, en general, les percibe como ustedes son y conoce realmente lo que ustedes son capaces de ofrecer.

Hoy, la cultura, los valores, la tolerancia que emana de una sociedad democrática, el entendimiento entre diferentes culturas y sensibilidades y la sostenibilidad, principio fundamental en un país que cuenta con un patrimonio cultural y natural excepcionales, son términos que deben ser tenidos en cuenta a la hora de pensar qué modelo de política turística queremos y qué mensajes, y ahí entramos de lleno en la profesión periodística que es la mía, transmitimos, tanto a los visitantes nacionales como a los turistas que lleguen del exterior.

Resulta muy difícil conjugar la proyección del legado cultural y artístico de los territorios con la mentalidad economicista y práctica de las sociedades modernas. Y si esto es ya complejo en el patrimonio cultural, ya me dirán ustedes cuando nos refiramos a la compatibilidad entre recursos naturales e ingresos económicos.  

Desde el punto de vista socioantropológico, el ocio y el turismo son dos actividades, y en algunos casos dos no actividades, que emanan de la necesidad que tenemos las personas de alejarnos de la zona donde desarrollamos nuestra vida laboral en compensación a los esfuerzos y penalidades que supone el quehacer diario de nuestra vida productiva; aunque también existen aquellos otros que, desde una teoría extremista, y catastrofista en exceso, conciben el turismo como una forma moderna de colonialismo económico, político y cultural, que es permitido a cambio de unos ingresos económicos paupérrimos pese a que sus efectos serán devastadores a la larga para el país que abre sus puertas.

El sector del turismo en España, pese a los graves problemas medioambientales causados en algunas zonas costeras, ha tenido para la sociedad española muchos más beneficios que perjuicios, aunque nunca estos últimos debieran obviarse para ser corregidos en tiempo y forma y encauzados de la mejor manera posible.

Las primeras oleadas de turistas en España se producen a finales de los años 50 del pasado siglo cuando todavía la dictadura del general Franco campaba a sus anchas y el país era una mezcla de de infraestructuras tercermundistas, industria incipiente pero escasa, sociedad marcada por el miedo y el yugo del nacionalcatolicismo y desconfianza de todo aquello que viniera de fuera. Sin embargo, la apertura de las fronteras a la llegada de turistas fue la primera rendija por donde los españoles comenzaron a respirar algunas briznas de aire fresco y por donde la apertura económica del régimen a finales de los años 60 terminó siendo su tumba política y la apertura, pocos años después, al régimen democrático que hoy impera.

Pero es que esa apertura trajo consigo también un aumento de la riqueza y, por tanto, del Producto Interior Bruto; un incremento del empleo y la consolidación de un mayor bienestar social que, sobre todo, recaló en las zonas cercanas al mar que supieron realizar un desarrollo sostenible y de respeto al entorno natural.

Desgraciadamente, esto no fue así en todas las ocasiones y España ha acabado siendo una víctima propiciatoria de los excesos de alegría que han llevado a la ocupación de zonas excesivamente cercanas a la costa por toneladas de cemento y ladrillo que han prostituido el paisaje y han conseguido, al ser rechazadas por muchos visitantes, el efecto contrario de lo que pretendían. Esta realidad, fácilmente constatable en algunas áreas de la Comunidad Valenciana, Costa del Sol andaluza, Mallorca y Sur de Tenerife, en las Islas Canarias, ha espantado al turismo de calidad que ha preferido zonas más vírgenes y mejor cuidadas como Cataluña, Galicia o Asturias, haciendo realidad aquel principio de que “el turismo es un fenómeno social que tiene como factor esencial al ocio, como una actitud de contemplación y trascendencia”.

El turismo, pese a ser hoy una de las grandes industrias modernas, no es un fenómeno  de fácil comprensión ni resulta sencillo analizar las causas que pueden, a la par que conseguir un éxito rápido tanto en lo económico como en la imagen de país, catapultarlo a la más absoluta de las miserias por su retroceso como fuente generadora de ingresos y por su conversión en máquina de recesión cuando con anterioridad fue sinónimo de creación de riqueza.

El actual contexto de crisis económica que vivimos en buena parte del mundo occidental, con especial virulencia en la Unión Europea y Estados Unidos, pero sin olvidar el paso atrás experimentado por Rusia y Japón nos lleva a plantearnos cuál es el modelo político y económico en que el que debe basarse la industria del turismo y cuáles son los instrumentos de información y comunicación que los periodistas, en particular, y los comunicadores, en general, debemos utilizar para lograr la identificación de turismo con imagen de país.

Hasta ahora, el modelo general del turismo se ha basado en varios proyectos que, en el caso de las ciudades más emblemáticas del continente americano, se ha centrado en la promoción de las ciudades coloniales, con la exaltación de los valores patrimoniales y las herencias culturales de sus antepasados, tanto en edificios originales como en áreas restauradas para preservar, en la medida de lo posible, sus formas genuinas de antaño.

Aunque el procedimiento más conocido en todo el mundo se ha basado siempre, y aún sigue basándose, en las rutas turísticas o circuitos turísticos en los que los visitantes se adentran en el conocimiento de las costumbres y el folclore local, en muchos casos adulterado y exotizado para dar una mejor impresión a quienes se han interesado por ello.

Este tipo de turismo queda muy alejado del modelo conocido como sol y playa, que en sus distintas épocas cuenta con luces y sombras en su desarrollo, tal y como antes hemos explicado en las distintas áreas españolas nombradas al efecto.

Aunque lo ideal es que la industria turística sea lo suficientemente dinámica y autónoma para ofrecer sus propios mensajes, la realidad general del turismo, con honrosas excepciones, es que las campañas de promoción, los medios utilizados, el contenido de los documentos promocionales y la forma de operar de las oficinas municipales, provinciales y estatales de turismo reflejan desorden y anarquía, hecho que puede ser muy perjudicial para la creación de una imagen de país, que no tiene por qué ser idílica sino que tiene, sobre todo, la obligación de ser creíble.

Si a este hecho unimos que incluso los países más avanzados, y con una sociedades del bienestar muy asentada, ofrecen servicios que dejan mucho que desear, el panorama de futuro ha de ser desolador, máxime cuando algunos países que antaño permanecieron agazapados, pero que siempre han contado con un gran patrimonio cultural y natural (podría ser el caso de Uruguay), tienen la oportunidad histórica de atraer unos visitantes que en otro momento nunca habrían venido. Pero para ello, además de la mejora de infraestructuras viarias, resulta imprescindible ofrecer servicios que satisfagan plenamente al cliente. Todo lo contrario de lo que ahora ocurre.

Esa idea de que el turista lo único que pide es sol y playa, además de alcohol y diversión, ha caído en desuso. Cada cliente tiene sus necesidades y la industria del turismo debe estar para satisfacerlas y orientarlas. De ahí que el turismo tienda, cada vez más, a una clara especialización.

Si hace unos años surgió con furor el turismo rural, cuya llama se mantiene viva en casi todo el mundo, esta actividad ha empezado a especializarse entre aquellos que solicitan rutas de senderismo, caza y pesca, turismo ornitológico, trabajo en granjas o enoturismo con participación en las faenas de la vendimia.

Cada país tiene la obligación de indagar qué modelo turístico puede ofrecer con garantías a los turistas que se interesen por él y qué  servicios debe ofrecer para que quede tan encantado con su presencia en el país que vuelva lo más pronto posible y, sobre todo, que cuente a sus familiares, amigos y allegados la impresión positiva que ha tenido de su viaje. Este hecho que aparentemente parece tan sencillo no es fácil llevarlo a la práctica porque para ello necesitamos, sobre todo, un magnífico capital humano con una preparación excelente que pueda hacer frente a cualquier incidencia. Necesitamos recepcionistas que dominen idiomas extranjeros, jefes de cocina con un alto nivel de cualificación, camareros que sean todo amabilidad y que dejen al cliente respirar cuanto éste lo pida, aunque sea con gestos, sumilleres que transmitan al cliente su amor y mimo por los vinos y espirituosos, especialmente los del país, guías que no sean simples loros o papagayos sino que cuenten con una formación universitaria que les permita explicar racionalmente la historia, masajistas con formación y experiencia que hagan olvidar al visitante su vida de estrés diario…

Y todo ello debe contar con la participación impagable de los medios de comunicación nacionales y extranjeros. Es importante que los prescriptores de turismo, gastronomía y vinos sean invitados al país y conozcan los lugares más curiosos y entrañables de su geografía, conozcan la tradición y el folclore y amen su gastronomía y sus vinos.

Y hago especial hincapié en gastronomía y vinos no sólo por ser la especialidad periodística que más conozco y amo sino también porque ejemplos como la gastronomía francesa o el auge de la cocina española de vanguardia, con Ferrán Adriá a la cabeza, han permitido que tanto España como Francia reciban miles y miles de visitantes por este motivo. La Secretaría General de Turismo de España confesaba a los miembros de la Academia Española de Gastronomía que más del 25% de los turistas extranjeros de medio/alto poder adquisitivo que visitan España lo hacen atraídos por su gastronomía.

Ustedes tienen una gastronomía excelsa, en muchos casos productos de fusiones culturales en las que intervienen sus ancestros españoles, italianos, suizos, franceses y africanos, además de la herencia gaucha de los asados, uno de sus fuertes que deben explotar merced a su gran materia prima. Entre ustedes se encuentran comunicadores de la talla de Hugo García Robles y Sergio Puglia, defensores de esa tradición gastronómica y vehículos de los que todos ustedes son capaces de hacer en los fogones y en las bodegas.

Pero también hay que huir del triunfalismo fácil y de la manida frase de “somos los mejores”, ya que todos, con trabajo e imaginación, somos capaces de ofrecer lo mejor, siempre unido a una imagen de país. Me viene en estos momentos a la memoria el eslogan costarricense de “Pura Vida”, frase que ha calado muy honda en el corazón de europeos y norteamericanos que cada año se desplazan hasta este pequeño y maravilloso país para disfrutar de sus magníficas ofertas turísticas centradas tanto en sol y playa como en naturaleza, ya sea desde el punto de vista de aventura como desde el punto de vista curioso o científico. Este es un claro ejemplo de trabajo bien hecho. Y no hablo sólo del trabajo interior de los distintos agentes que intervienen en el sector turístico en relación directa con los visitantes sino de aquellos que han ideado una campaña publicitaria tan magnífica.

Hay pues miles de ofertar turísticas que pueden y deben hacerse, pero calibrando siempre bien, como en cualquier negocio, la relación que existe entre la inversión necesaria y los posibles efectos económicos positivos.  

Viene esto al caso por el auge que en Europa de un tiempo a esta parte ha tenido el turismo rural. Este auge hizo que las distintas administraciones públicas invirtieran dinero en subvenciones para la construcción o remodelación de casas rurales, muchas de las cuales han dejado de funcionar dos o tres años después por su escasa viabilidad, por su nefasta ubicación o por su mínima carencia de servicios.

Sin embargo, el turismo rural en Europa ha sido, en general, un buen negocio. Francia e Italia han experimentado un auge tremendo en la oferta a visitantes, tanto nacionales como extranjeros, ayudados por la gastronomía, los vinos y los productos ecológicos y/ o delicatesen. En España, el triunfo sólo ha llegado en algunas Comunidades Autónomas como Asturias, Galicia, Navarra, País Vasco o Islas Baleares. Y este éxito ha estado siempre unido a la relación calidad/precio y a los servicios prestados, sin olvidar, claro está, el entorno natural en que se encuentran enclavados cada uno de estos establecimientos.

El turismo enológico o enoturismo hace años que triunfa en Francia y, en menor medida, en Italia. Sin embargo, en España el negocio, en general, no es tan próspero. Y no lo es porque la mayoría de las empresas no han estudiado detenidamente cuál es su objetivo y qué necesitan ofrecer al cliente para que su sociedad sea rentable. En algunos casos basta con ofrecerles un restaurante que complemente los vinos de la bodega, en otros es necesario además contar con salones para eventos como bodas, bautizos, convenciones o reuniones de empresa, en otros puede apostarse por un hotel de más o menos lujo, en otros por una oferta de servicios de balneario y vinoterapia y en otros por algo tan sencillo como visitas guiadas y participación en catas de uvas, catas de vino o faenas de vendimia.

La realidad a día de hoy es que los proyectos ultralujosos concebidos hace unos años para ofrecer un turismo de alta calidad y elevado precio no están teniendo el éxito deseado, probablemente también por el complejo momento económico que vivimos. Muchos de estos establecimientos han tenido que adecuar su oferta a los tiempos de crisis y venden paquetes a precios más que competitivos o limitan sus días de apertura. Sin embargo, un modelo de este tipo como el de Jackson Triggs en Canadá introduce cada año más de 100.000 turistas en sus visitas guiadas y genera casi el 20% de su facturación.

Muchas bodegas pequeñas ubicadas en lugares exóticos o atractivos han optado por un modelo de negocio complementario a la bodega, sin olvidar que el fin último de una cava es vender vino. En este caso, el restaurante o la tienda especializada se han convertido en un perfecto complemento de la actividad diaria.

De cualquier forma, el éxito siempre depende de las posibilidades de oferta de cada país, de sus recursos naturales, de su patrimonio cultural y artístico, de la simpatía de sus gentes y de la calidad de los servicios, todo ello avalado siempre por un importante despliegue informativo y publicitario que cree una imagen de país y que los visitantes lo identifiquen claramente. En este sentido ustedes tienen todo un mundo por delante para incrementar su número de visitantes y mejorar sus ingresos por turismo.

¿Qué hacer, entonces? En primer lugar, lancen un eslogan e identifíquenlo con el país. Quizás “Paseo por los sentidos”, que ustedes ya utilizan, no es un mal comienzo para empezar a trabajar. Piénsenlo. A fin de cuentas, el turismo es una actividad económica que debe basarse en las sensaciones.

En segundo lugar,  identifiquen su mejor gastronomía en el exterior con un distintivo de calidad como hace el Ministerio de Agricultura de Italia. Esta es una de las mejores inversiones en promoción turística que pueden hacerse, ya que los restauradores uruguayos en el exterior se convertirán de forma gratuita en los mejores embajadores del país y en los grandes animadores del sector turístico. Pero, por favor, pongan alto el listón de las exigencias de calidad y que éstas sean supervisadas por un comité de expertos independiente del poder político.

En tercer lugar, realcen sus vinos en las zonas turísticas, especialmente las costeras porque será una forma de invitar al consumo a gente que en estos momentos ni se lo plantea. Hagan degustaciones gratuitas en hoteles, restaurantes y lugares de encuentro, incluso catas lúdicas comentadas.

Empleen recursos en formación porque será la mejor inversión a futuro que podrán legar a muchos trabajadores y trabajadoras de este maravilloso país y contribuirán con ello al crecimiento del PIB y a a la creación de riqueza.

Lancen sus productos turísticos diversificados convenientemente en Europa y Estados Unidos y aprovechen las infraestructuras que les brinda el nuevo aeropuerto que entrará en funcionamiento en breve en Montevideo.

Den mayor protagonismo en el sector turístico a su capital. Montevideo es una maravillosa ciudad, con atractivos naturales y culturales como su ligazón al teatro con Margarita Xirgú, su alta gastronomía y sus innumerables parques y zonas verdes, además de una ciudad vieja que embriaga.

Inviten a prescriptores nacionales y extranjeros a visitar sus ofertas turísticas y enfoquen esos mensajes en revistas de moda y estilo de vida, en publicaciones gastronómicas y en los suplementos de periódicos de información general.

Implementen sus sitios en internet y especialícenlos. En estos momentos ya avanzaron bastante. Su presentación es realmente buena, pero en la medida de lo posible unifiquen lenguajes.

Mantengan la imagen de modernidad que ya tienen e identifíquenla con patrimonio cultural, patrimonio natural y tolerancia en el trato, tal y como ya hacen.

Y sean puros y sencillos como ahora

Apuesten por la diversificación centrada en aspectos como el turismo ornitológico, el senderismo, la espeleología, los deportes acuáticos; den a conocer mundialmente su Carnaval, uno de los más coloristas y originales del mundo y díganles a todos que, además, de Río de Janeiro, Venecia, Canarias o Cádiz existe un Carnaval con personalidad propia, con filosofía diferente, con ritmos de ascendencia africana y con una duración superior a la habitual que es el de Montevideo.

Vendan las termas de Guaviyu en Paysandú como únicas, la oferta de ocio joven en La Barra que conjuga deportes acuáticos y vida nocturna con excelentes paisajes; ofrezcan la paz y tranquilidad que se respira en Minas, capital de Lavalleja, con la contemplación de museos como el dedicado a Fabiani o Morosoli, además de sus fastuosos parques; exalten la tranquilidad de que se puede disfrutar junto al mar en Costa Ballena, de los paisajes de Punta del Diablo en Tacuarembó, del parque acuático de Salto; de la mezcla de arquitecturas coloniales española y portuguesa que se dan la mano en Colonia de Sacramento; del balneario clásico de Atlántida junto a sus maravillosos mercados de artesanía; de la europeidad y cosmopolitismo de Piriápolis con sus magníficas playas y su oferta hotelera; del gran atractivo turístico integral de Punta del Este y, en general, de Maldonado y la tranquilidad de una gran ciudad como Montevideo, que ofrece el gran atractivo del Río de la Plata, La Rambla, el Cerro, la Ciudad Vieja y sus grandes y numerosos parques que sirven de pulmón a la mayor concentración urbana del país. Inventen, inventen y comuniquen y ofrezcan siempre imagen del gran país que son.

www.portaldeluruguay.com