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Martes, 29 Diciembre 2009 20:00

Crónicas de la juventud estudiantil en Camboriú

por Liz Natalia Vargas Quiróz
desde Paraguay

En vísperas retorné con mi familia del vecino país Brasil, de la catarinense ciudad balnearia de Camboriú, la que hoy día está copada en un 80 % de jóvenes estudiantes paraguayos; lo cual uno lo percibe fácil apenas llegado e instalado allí.

Esa misma noche en la playa, deleitándonos, antes que del agua, de la agradable brisa marítima; compartimos plática con connacionales y a su vez con extranjeros, cuando un ciudadano brasileño, con su habitual diplomacia quizá, que minutos antes levantó nuestra autoestima al confesar conocer la historia paraguaya y declararse admirador del Mariscal. Francisco Solano López; para luego, ya asistido de la debida confianza una de cal y otra de arena-, irrumpe con una traumática interrogación, bien intencionada por cierto, que me afectó doblemente en mi calidad de mujer y de madre, que seguramente no conoció de respuesta alguna: ¿Porqué es tan fácil la mujer paraguaya?

¿Aquella pregunta, sin embargo, me movió? sin generarme el mayor esfuerzo- a considerar de allí en adelante, el comportamiento de nuestros jóvenes, y en particular de mis congéneres mujeres.

Lo primero que advertí fue, que en su mayoría eran estudiantes provenientes de Colegios Católicos: Santa Clara, San José, Salesianos, entre otros. A tal extremo que llevaban consigo su propio profesional médico, como predisponiéndolos a todo; lo cual es similar a cuando los papás equivocadamente decimos a nuestros hijos, lleva preservativos, lo que entrelíneas significa decirles, pueden fornicar.

La motivación de nuestros jóvenes, según noté, no fue ni es precisamente el agua, el mar, la playa, sino las discotecas, hasta el amanecer, entre paraguayos solamente (que singular necedad); y, felizmente entre paraguayos, pues si se diera entre extranjeros, me imagino la enorme gresca que se produciría. Una de las madrugadas, cuando me dispuse conciliar el sueño aprovechando la revisión vía Internet de mi saturado casillero de mensajes, fui testigo, no me contaron, sino vi con mis propios ojos, a jovencitas compatriotas, llegar al hotel respectivo, arrastradas por la borrachera.

Horrible escena que me produjo vergüenza ajena.
¿Será que nuestros jóvenes, imaginan que, al trasladarse a lugar distante, pueden desatar todo desenfreno, descuidarse de inhibición alguna, ¿pues presuntamente nadie conocido los ve? Ojala que a las agencias de viajes, instigadoras y/o cómplices tal vez, más lucrativas que de servicios, no se les ocurra en lo sucesivo publicitar una suerte de programa “Sodoma y Gomorra en”.


publicado en: abcdigital