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Lunes, 01 Febrero 2010 20:00

El hombre que se equivocaba

por Lucía Inés Bagnasco
desde Punta del Este

Juan Díaz de Solís, erró en mucho de lo que creyó, pero el Puerto bautizado con su nombre aún venera a la patrona que le designó. Juan Díaz de Solis creyó  descubrir un territorio, pero ya estaba habitado; creyó encontrar un mar, pero era un río; creyó encontrar el estrecho para llegar a las Islas Malucas, y  no lo era;  pero… encomendó a la Virgen de la Candelaria el nuevo puerto y 494 años después, aún se la venera. 


El conquistador español Juan Díaz de Solís,  navegó al servicio de los portugueses recorriendo las costas africanas por la ruta descubierta por Vasco Da Gama, quien en abril de 1498 había encontrado “Calicut”, paso marítimo hacia la India. 

La idea del Rey español Fernando, era hallar una nueva ruta, pero, navegando hacia occidente, tal como Colón, para ello contrató en 1508 a Solis.
La expedición a su mando partió un 29 de junio, teniendo a Yañez Pinzón a cargo de los hombres en tierra; recorrió el Océano Atlántico, pasó por Santo Domingo, Cuba y bordeó las costas de Nicaragua,  Honduras y las costas de Yucatán. 

Regresó a España en 1509,  sin hallar el paso buscado hacia el Oeste. Cuando en 1512 es nombrado Piloto Principal y muerto Américo Vespucio, acariciaba el proyecto de un nuevo viaje, se frustra por la intervención del Rey de Portugal.

Por fin, luego de descubrir Vasco Núñez de Balboa el Mar del Sur, hoy Océano Pacífico, tras atravesar a pie el istmo de Panamá, la idea de llegar a las Islas Malucas se reaviva.  Es así que parte Solís del Puerto de San Lúcar el 8 de octubre de 1515 con tres navíos y una tripulación de 60 hombres, en secreto para que el Rey de Portugal no lo impidiera.

Luego de pasar por Tenerife, llegó a Brasil y se dirigió hacia el Sur llegando a una isla, que el conquistador denominó La Plata, actual Santa Catarina, y luego a la isla de San Sebastián.

En febrero de 1516, Solís  tocó lo que es hoy el Puerto de Punta del Este, creyó encontrar el estrecho buscado, pero lo que halló fue el Río de la Plata, al que llamó Mar Dulce, ya que consideró que se trataba de un mar con un agradable sabor, siendo en verdad un río.

Creyó ser el primero en poner pie en ellas y poder continuar hacia las Malucas, también se equivocaba.
Al anclar, un 2 de febrero día de Nuestra Señora de la Candelaria, tomó estas tierras en nombre del Rey de España y a tal Virgen las encomendó.  Muchas cosas pasaron desde entonces, nadie imaginaría en aquellas épocas lo que ese puerto sería hoy en día, pero, la devoción a su patrona aún se mantiene.  
No fue un mero capricho o casualidad la razón de que Juan Díaz de Solis al pisar tierra firme un 2 de febrero pusiera su nombre a este puerto y le encomendara a esta Virgen.

Según el Investigador histórico Guillermo Vázquez “Mucho antes del nacimiento de Jesús de Nazareth, las leyes de Moisés eran parte fundamental del ordenamiento jurídico de la sociedad hebrea.  En ese tiempo –dice-  entre las más aplicadas disposiciones mosaicas estaba aquella en la que se establecía que cuando una mujer había tenido un niño varón, debía considerarse impura durante siete días u obligada en consecuencia a obtener su purificación. Esta situación se obtenía concurriendo al templo, pero sólo después de 33 días de cumplidos los primeros siete, es decir a los 40 días de producido el nacimiento. Para tal efecto estaba obligada además de llevar una ofrenda, si era pobre “un par de tórtolas o dos pichones”. Hecha la ofrenda el sacerdote rezaba una oración por la mujer y así ésta quedaba purificada.  
 
La Iglesia Católica ha celebrado desde antiguo la purificación de la Virgen María el 2 de febrero, es decir a los 40 días (según antiguo calendario romano) del nacimiento de Jesús, que dicho sea de paso, fue llevado al templo también en esa fecha, y se constituiría en la luz de los cristianos. 
 
En los primeros tiempos del cristianismo, específicamente en la primera mitad del siglo IV, la “fiesta de la purificación de la Virgen María o Fiesta de la Candelaria”, era celebrada por la iglesia de Jerusalén con una procesión hacia la Basílica de la Resurrección de Constantino. De allí se propagó por todo el orbe católico y se mantuvo a través de los siglos en los pueblos católicos de occidente, con una singular constante: procesiones con luces (candelas, velas) previamente bendecidas. Por su parte, los católicos ortodoxos o de oriente, celebraban en igual fecha la purificación de la Virgen María con la denominación de “Virgen de las Lumbres” equivalente a la Virgen de la Candelaria, “que viene de las candelas o velas que fue práctica bendecir y llevar encendidas en esa festividad. 
 
Sin duda, el culto extraordinario que se practica en honor a la “Virgen de la Candelaria” en buena parte de occidente, e impulsó con fuerza desde las Islas Canarias – justamente patrona de las islas -, que por siglos fue el paso obligado de las naves que partían de la península ibérica con destino a América. Ese culto fervoroso a la Virgen María se manifiesta entre otros hechos en el bautizo como “Candelaria” a un importante y muy poblado municipio. 
 
La historia o la leyenda, dice que en 1450 la imagen de la Virgen de la Candelaria apareció en una cueva de la hoy Villa de la Candelaria, en Tenerife,  imagen que después de un rico e increíble historial de peripecias domina hoy el santuario de la Basílica del mismo nombre. Allí aparece la virgen llevando al niño Jesús recostado en su brazo derecho, lo cual no es usual, y en la mano izquierda una vela, es decir la candela, el fuego, el calor, la luz en lucha contra las tinieblas. 
 
A esa Basílica llegaron cientos o quizás miles de navegantes de paso a América, quienes recibían el encargo de llevar la imagen multiplicada de la Virgen a los confines del mundo para convertir a los descreídos. Es así como lo trajeron a América, como uno de los elementos de la evangelización.
La devoción a la virgen de la Candelaria en España y en América nació en las Islas Canarias “se popularizó especialmente entre los marineros que la tomaron como abogada y la izaron al lado de los timones, en las procelosas travesías hacia América”; prueba de ellos es la infinidad de villas, pueblos y ciudades que en este continente llevan su nombre.
Bueno es recordar un poco de historia cuando el remolino encandila con luces de glamour y fiesta.

                                                    Recorrido de Solís

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