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Domingo, 08 Julio 2007 20:14

El turno de la señora

por Gustavo Stok - Buenos Aires
para América Economía

09 JUL 07 PDU

De repente, aquella dirigente política que atrapaba las miradas por su personalidad avasallante y su discurso siempre encendido se llamó a silencio.

 Corrían los tiempos de la campaña electoral para las presidenciales de 2003 en Argentina y los asesores de imagen le aconsejaron a Cristina Fernández de Kirchner bajar al extremo su perfil para que su imagen no opacara a la de su marido, Néstor, por entonces un candidato gris, desangelado y desconocido para buena parte de los argentinos.

La siempre vertiginosa Argentina se encargó de dar vuelta la historia en sólo cuatro años. Néstor Kirchner no sólo llegó a la presidencia, sino que se convirtió en una máquina de acumular capital político, a tal punto que hoy su presencia domina los pliegues y repliegues de la agenda del país. Pero justamente esa omnipresencia podría detonar un nuevo cambio de roles de la pareja. El estilo crispado y de confrontación permanente desplegado por Kirchner para ampliar su base de poder está produciendo un lento pero perceptible desgaste en su relación con buena parte de la sociedad. ¿Cómo ofrecer, entonces, para las elecciones presidenciales de octubre próximo la dosis justa de continuidad mezclada con algo de oxigenación política?

La solución tiene nombre de mujer. Cristina Kirchner cuenta con altas posibilidades de ser la candidata oficialista para las próximas elecciones y, de ser así, estaría a un paso de convertirse en la primera mujer en llegar a la presidencia de Argentina merced al voto popular.

"Cristina Kirchner será una continuidad, pero deberá establecer una ficción de que será una presidenta absolutamente independiente de su predecesor", dice el analista político Jorge Giacobbe, titular de Jorge Giacobbe & Asociados Consultores, en Buenos Aires. "Sería imposible la operación de Cristina presidenta si ella se presentara como dependiente de su marido". ¿Podrá? Por lo pronto, los sondeos dicen que, aunque con una intención de voto algo menor a la de su marido, si Cristina Kirchner fuera la candidata, ganaría la elección sin inconvenientes.

El viento de cola que trae la economía argentina tras su caída al fondo del pozo en 2002, un manejo discrecional de la caja presupuestaria al punto de disciplinar a buena parte de la oposición y la prensa, más la postergación hacia adelante de la resolución de problemas que podrían restar popularidad al gobierno son factores que mantienen en niveles elevados los índices de imagen positiva de los Kirchner. Pero, paradójicamente, en buena parte de esos logros también podrían estar los gérmenes de futuras dificultades.

La utilización de la enorme capacidad ociosa que había dejado la crisis, primero, y el impulso al consumo, después, vienen empujando muy fuerte a la economía argentina desde 2003. El problema es que, sin un salto más fuerte en las inversiones, la industria ya está operando al límite y el incremento de la demanda está acelerando la inflación, además de poner en evidencia las restricciones en áreas clave como la energía. El modelo que sirvió para sacar a Argentina del fondo de la crisis empieza a mostrar sus límites y será probablemente Cristina Kirchner quien deba resolver esos problemas. "A diferencia de los últimos presidentes, ella no podrá echarle la culpa de la herencia al gobierno anterior", dice Sergio Berensztein, titular de la consultora Poliarquía, en Buenos Aires. "Se le va a acotar el margen de maniobra y, si estallan los problemas, el costo político será enorme".

Una mujer diferente

Pragmatismo al gobierno. Como sea, Cristina Kirchner ya demostró con creces que no es una simple acompañante de su marido. Herencia de su formación política en la tumultuosa militancia universitaria de los 70, es dueña de un carácter explosivo y un discurso tan filoso que genera temor entre sus compañeros de la bancada peronista e ira entre sus adversarios. Pero ese carácter no le impidió adaptarse a los tiempos y saber leer las fluctuantes relaciones de fuerza de la ciclotímica Argentina. De hecho, en los 90 acompañó a su marido –por entonces gobernador de la patagónica provincia de Santa Cruz– en buena parte del gobierno de Carlos Menem. Más aún, el respaldo y el rol activo del matrimonio Kirchner fueron clave para destrabar la concreción de un episodio paradigmático de la década pasada: la privatización de la petrolera estatal YPF.

Cuando al final de su segundo mandato la luz de Menem comenzó a opacarse por la sucesión de los escándalos de corrupción y el retroceso de los indicadores sociales, Cristina Kirchner puso en marcha una rápida estrategia de diferenciación. Ese salto a tiempo y la posterior adopción de un perfil progresista –con énfasis en un rol más activo del Estado en la economía y la defensa de los derechos humanos– le permitieron ensanchar su imagen positiva. Pero esos zigzagueos reflejan más un culto al pragmatismo que a convicciones profundas.

En eso no hay diferencias sustanciales con Néstor Kirchner. ¿En dónde se enfocarán los cambios, entonces? "Habría un estilo diferente, con unas cuantas caras nuevas de gabinete y un cambio en la agenda dentro del mismo proceso, con mayor prioridad en las relaciones internacionales, en cuestiones institucionales y en educación", dice el analista político Carlos Fara, director ejecutivo de Carlos Fara & Asociados, en Buenos Aires. "Pero el concepto de acumulación de poder y de orientación estratégica del gobierno sería una continuidad".

Cristina Kirchner sería la encargada de conducir el auto, pero sin cambiar de ruta. Pero, además de las dificultades económicas que ineludiblemente deberá enfrentar la próxima administración, las dudas que se ciernen sobre la figura de Cristina Kirchner pasan por su inexperiencia en el ejercicio de cargos ejecutivos –hasta ahora solo ocupó puestos en las cámaras legislativas– y por cómo reaccionará el latente machismo de una porción de la sociedad. "Mucha gente que dice estar dispuesta a votar a una presidenta, cuando esté sentada en la Casa Rosada, analizará las cosas desde el machismo y ya no será lo mismo", dice Giacobbe.

Las fichas aún no están jugadas. Algunos analistas no descartan que Néstor Kirchner esté jugando con el manejo de los tiempos políticos y sea finalmente él quien intentará la reelección en octubre próximo. Pero, sin adversarios en condiciones de comprometer el triunfo del oficialismo en octubre, crecen las posibilidades de que el lugar protagónico sea esta vez ocupado por ella. La sociedad política del matrimonio presidencial se alista para una nueva etapa. Y lo más probable es que ese nuevo tiempo venga con base de maquillaje y rímel en los ojos.