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Martes, 29 Septiembre 2009 19:01

¡ Viva la Patria! ¡Carajo!

por Lucía Inés Bagnasco
Nostalgiar un día al año … bailando, y patrimoniar un fin de semana … al año …haciendo horas de cola para entrar a los museos que están abiertos todos los días y gratuitamente sin que nadie se asome a la puerta; características de estos uruguayos que nos reconocemos sangre de horchata y más melancólicos que el bandoneón y el marinero de “mañana zarpa un barco”.


Así que tocó enseñarles a los gurises (6 y 8 años) que hay vida más allá del cole, la compu y el celu, pata al piso y a juntar piñas y pinocha para el fueguito si quieren comer.

Arrancamos soportando  caras de enojo y prometiendo mil paseos, entre ellos, la visita al buque del Puerto de la Paloma, que brilló por su ausencia. ¿Nunca existió?  ¿El comunicado lo realizó quien confundió unos malhadados barquitos pesqueros con un buque de la Armada, o el triángulo de las Bermúdas se trasladó y engulló el barquito con personal y todo?

Justo es decirlo, la gente de Prefectura, muy amable.

Seguimos hacia Punta del Diablo, entramos (esa será otra nota) ; salimos con destino a la Fortaleza de Santa Teresa, con los gurises durmiéndose mientras intentábamos contarles la historia de las palmeras y los gitanos comiendo y tirando dátiles desde Rocha rumbo a Salto. No se la creyeron.

¡Miren! ¡La Laguna Negra! y a contarles sobre la fauna protegida… todo el camino intentando ver un ñandú, una perdiz, ¡juro que antes aparecía un ñandú cada poco y se te cruzaban las perdices por la ruta!
-¿Ya llegamos? Despertame  cuando lleguemos.

Y llegamos. Para los que tenemos más de 18, Santa Teresa es el camping, surf, las guitarreadas, la playa de La Moza, el fueguito, la hamaca paraguaya, las noches con un cielo de estrellas que literalmente “se te cae encima”.

Hoy domingo, un viento de los mil diablos, entramos por la Capatacía y allí la gurisada descubrió el sombráculo, las piletas con las carpas, y una frondosa vegetación donde pudieron jugar a estar en plena selva, mientras aprendían a mirar, admirar y respetar. Una lección que valió más de mil películas o lecturas.  La cosa se ponía mejor.

¿Le contestás al Señor, mi amor?
Y el señor le habla en inglés, en alemán, en francés…
¿Cómo llegaron “fuera de temporada” a descubrir Santa Teresa?. Unos amigos es la respuesta, vinimos el año pasado y nos enamoramos,  un diplomático que se fue pero quería quedarse, unos uruguayos que están en París pero viven hablando de Rocha…. y mil respuestas mas.


Rumbeamos para la costa atlántica, una maravilla. La zona del camping… llena, pero en lugar de musculosos surfistas y féminas con esculturales cuerpos comunes en verano,  caballos atados a las cuatro por cuatro, lindas gurisas de amplias polleras y mozos de bombacha y bota de suela.

 ¡Otra discusión!

-¿Cómo bombachas? Daleeee… como los gauchos van a usar bombachas!?.

 Ay mi amor, ¿Qué te enseñan en el colegio?. Ay mi amor, ¿Cuándo olvidé enseñarte algunas cosas yo?
E intentá explicarles como llegaron las bombachas en ese embarque equivocado y…..¡Al fin! Tengo su atención.

La cosa es que llegamos a la Fortaleza propiamente dicha, monumento a la tenacidad y a la sagacidad si las hay.

Miles de personas curiosas  “patrimoniando” e ingresando a ese bastión, que como todo nuestro país, fue concebido  como estratégico lugar entre ambiciones del mundo entero.

El Jefe Cnel. Fdo. Rocca, los marcheros de Rocha, las fuerzas vivas del departamento, los profesores e historiadores y los vecinos de Río Grande, desde Brasil, compartiendo esa historia y hermandad que pese a tantas guerras nadie entiende como hacemos para seguir fecundando amistad, carangueijos y chimarritas.

La Fortaleza de Santa Teresa se ubica a 305 km de Montevideo y a 36 km de la localidad internacional de Chuy, en la frontera con Brasil.

Posee la forma de un pentágono irregular, y sus cinco ángulos están terminados en bastiones salientes cuyos fuegos se cruzan, imposibilitando el escalamiento de los muros. El perímetro de la fortaleza mide 652 metros y toda ella ocupa una hectárea de superficie.

Los muros son gigantes, construidos con enorme sillería de granito, de estricta igualdad en sus dimensiones y perfectamente labradas. La pared exterior mide cerca de cuatro metros de espesor en la base y cerca de dos metros la interior, rellenado el espacio que media entre una y otra, un sólido terraplén que en algunos puntos tiene hasta 7 m de ancho.

La altura de los muros por la parte exterior en algunos puntos alcanza a 11,5 m.

La fortaleza tiene cuarenta y una troneras para cañones, construidas artísticamente con grandes bloques de granito.

 Existen cinco garitas correspondientes a cada ángulo del pentágono, elegantemente construidas en forma de púlpito con piedras labradas.

Lo ideal es recorrerla, desde el polvorín, la herrería, la Capilla, y hasta las  letrinas, todo conservado increíblemente y locación de numerosas películas internacionales que, ni la nombran.   

Las construcciones interiores, también realizadas con piedras de sillería, se conservan en perfecto estado desde la época colonial, habiendo sido restauradas con cuidado y repuestos sus techos. Esos edificios son el cuarto de banderas y cuerpo de guardia, a los costados de la puerta principal; la Mayoría, que antiguamente era el local destinado a la capilla, dos extensas cuadras; el polvorín, construidos con enormes sillares de granito y los calabozos.

El camposanto que visitamos y del que existe registro absoluto, está ubicado a corta distancia de la muralla Oeste, se usó desde la segunda mitad del siglo XVIII hasta más allá de la extinción de la fortaleza como tal, ya que continuó por largo tiempo en uso del vecindario.

Descansan allí personal de tropa, guarnición española del fuerte y de la zona, españoles, esclavos, indígenas y portugueses.

Por su estratégico lugar fue fundada y re fundada varias veces, pasando de manos de Portugueses a Españoles, a los criollos patriotas, y así un sin fin de veces.

Hoy la cosa es muy distinta, hay juegos de a caballo por todos lados, la “sortija”, la “taba” (¡guarda que no salga culera!), el asado con cuero, un pericón, un gato.

A las 10 había sido la misa criolla dentro de la plaza de armas de la Fortaleza, y ahora pese al viento y a la amenaza de lluvia, todo se preparaba para la reconstrucción de la toma del bastión por el Coronel Leonardo Olivera, el Señor del Este como se le llamara después.

Imaginar ese lugar, en el 1700 y 1800, un atalaya desde donde se divisaba  y se divisa campo y océano, haciendo amo, dueño y señor del lugar a sus ocupantes, no es poca cosa.

Desde su fundación en 1762 fue ocupada sucesivamente por Portugal (6 meses), España (48 años), Ejércitos patriotas (16 meses), Portugal (2 años), Ejércitos Patriotas (18 meses), Portugal ( 6 años), Brasil (3 años), Ejércitos Patriotas  (3 meses), Brasil ( 3 meses),  y definitivamente por la República Oriental.


Unas dos mil curiosas personas ingresaban a la fortificación y tomaban lugar sobre las murallas.
Pronto unos 500 jinetes y vaquería comenzaron a representar lo que fue la toma de la Fortaleza por las huestes patriotas.

Caballada, ganado, jinetes de todas las edades en pingos que aparecían entre el estruendo de cañonazos y tiros de carabina, junto a uniformados blandengues reclamando a los brasileros la rendición, surgieron desde las rocas y la arboleda, entre el humo de la pólvora.

El Coronel Leonardo Olivera, poncho azul, forro rojo, acompañado por unos pocos jinetes con bandera blanca se acerca a parlamentar con el brasilero.

No lo convence, le relata los triunfos de los patriotas orientales… no lo logra.

Y en el momento menos esperado….. para sorpresa del público… la tropa criolla ingresa a la Fortaleza, se arma el “entrevero”, los soldados brasileros esperan, rodilla en tierra, bayoneta calada.

El público debe darse vuelta, el escenario cambió, la caballada oriental tomó la Fortaleza, Olivera exige del brasilero la rendición…. Silencio…..

Olivera recibe la espada del brasilero y naturalmente, sin que nadie lo organizara, se silba, se aplaude, y se oyen los gritos “¡Viva la Patria!, ¡Viva la Patria… Carajo!”

Un criollo trepa y logra bajar la insignia brasilera e izar la bandera de los Treinta y Tres, “Libertad o Muerte”;  otra vez la gente estalla en gritos y aplausos.

Los grandes, los chicos, mis gurises, todos los gurises se acercan a los de a caballo, preguntan, escuchan, tocan, aprenden.

Esto sí es lección de historia, esto sí fue trabajo, y todo bajo una lluvia finita, de la que cala los huesos, y un viento de los mil diablos.

¡Había que ser macho para hacer patria, carajo!