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Jueves, 19 Noviembre 2009 02:48

El Pirata Francés de Valizas y Los Ponchos Negros Saqueadores de Naufragios

por Lucía Inés Bagnasco
desde Punta del Este

Tiene el aire de un pueblo de pescadores y de un pedazo de campo  al mismo tiempo, y se caracteriza por combinar una apariencia muy tranquila con una gran movida juvenil. Se halla en Rocha, frente al mar y junto a la desembocadura del arroyo del mismo nombre en el Atlántico y sus construcciones de madera y quinchos constituyen un buen aprovechamiento por parte de la arquitectura rústica de materias primas de la zona.

 

Desde Valizas, cruzando el arroyo se accede fácilmente al espectacular Cerro Bella Vista, un promontorio de granito prácticamente cubierto por arena, desde donde se divisa, como bien lo dice el nombre, un paisaje increíble.

Tomando una barca en el arroyo, puede recorrerse éste hasta llegar al Bosque de Ombúes. La recorrida por el arroyo hasta la Laguna de Castillos, con el barquero como guía, no sólo es de una gran belleza, sino que permite apreciar el amor y la conciencia ecológica de los lugareños por su paisaje y su tierra. 

La pesca del camarón es una de las más típicas actividades de Valizas. La mezcla de agua dulce y salobre propician el desarrollo de la especie.
 
Es todo un espectáculo ver la Laguna de Castillos, por la noches, iluminadas por las decenas de lucecitas de pescadores que esperan pacientemente atraer al camarón.

El pirata francés Etienne Moreau , allá por el año 1717, se dedicaba (entre otras cosas) al contrabando de cueros de vacunos que faenaba clandestinamente en esta zona. A orillas del mar, en la ensenada de Castillo Grande, tenia sus depósitos y desarrollaba su actividad hasta que, el 25 de mayo de 1720, un enfrentamiento con tropas enviadas por Don Bruno Mauricio de Zabala al mando de Don Antonio Pando y Patiño pone fin a sus andanzas.

Años después, llegarían los primeros pobladores estables, algunos originarios de la zona y otros, sobrevivientes de alguno de los múltiples naufragios ocurridos en esta región, conocida como el "infierno de los navegantes".(En 1857 apareció el primer Manual de Navegación, cuyo autor era un marino francés de apellido Boucarot, quien se refirió al Río de la Plata en estos términos).

La cercanía del arroyo y mar, la fertilidad de las tierras y la pesca abundante eran argumentos más que suficientes para los pioneros, que originalmente estaban en el actual margen sur del arroyo, nucleados en un caserío que terminó enterrado bajo el caprichoso vaivén de las dunas, luego de años de existencia. Hoy se puede ver algún resto de construcción cuando el arroyo erosiona las dunas y lo deja al descubierto. Ante esta situación algunos se fueron, y los menos cruzaron el arroyo para establecerse en el lado opuesto, lejos del avance de las dunas pero cerca del arroyo y del mar que les daba vida.

Tanto en una orilla como en la otra, la pesca de la corvina negra y el tiburón se hacia a poca distancia de la costa o desde la misma, y era tal la abundancia que incluso se instaló una compañía pesquera (La Copur) con flota propia, en el lado de las dunas. Hasta había una pista de aterrizaje que utilizaban los propietarios de la compañía. Recordemos que no había buenos caminos entonces, y los viajes a Castillos eran, fundamentalmente, en carro y a caballo. Viajar a Montevideo era una verdadera odisea.

Lo que hoy conocemos como el pueblo de Barra de Valizas era un extenso arenal, domesticado más adelante por las forestaciones del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca, , y los ranchos que, poco a poco, se iban afincando ahí. Tampoco el arroyo seguía su curso actual, en ese entonces la desembocadura estaba frente a la actual calle principal, siendo la pequeña laguna un vestigio de ese curso de agua.

El origen del nombre Barra de Valizas o mejor dicho Balizas, está aún en discusión. Una leyenda cuenta que los antiguos pobladores ponían luces móviles en la costa para confundir a los navegantes que creían reconocer un puerto y terminaban estrellados en las rocas mientras los "ponchos negros" (denominación local de los bandidos que habitaban en la costa) saqueaban los restos de los naufragios, de ahí el nombre Balizas. Otros dicen que en la boca de la laguna Castillos, donde nace el arroyo Valizas rodeado por el bosque de ombúes había un cruce especialmente bajo utilizado por los viajeros desde y hacia Rio Grande, este paso se señalizaba con unas estacas de orilla a orilla, de ahí el nombre arroyo Balizas, posteriormente Valizas.

En Valizas se asienta un  renombrado pirata, Etienne Moreau, quien en su primera incursión por 1717 establece un acuerdo comercial con la comunidad indígena de la región – algunos sostienen que eran guenoas, otros dicen arachanes.

Se cuenta que el pirata Etienne Moreau, comercializaba con la comunidad indígena de la región, y que estos acopiabam para él, cueros que trasladó al  continente europeo; el corsario francés volvió con refuerzos y una flota de cuatro barcos, durante un prolongado tiempo mantuvo la factoría en las inmediaciones de Valizas y la corona española en varias ocasiones mandó partidas para desalojar a los franceses del lugar, les resultó difícil cumplir con la tarea  por los ecosistemas de estos parajes y de no disponer de baqueanos. Se especula que los franceses contaron con la complicidad de los portugueses y de contrabandistas de tierra adentro que asaltaban las vaquerías de las misiones.

Segùn Mario Dotta  en su trabajo”Breve reseña de los orígenes coloniales del Litoral Atlántico Uruguayo”, “...las órdenes de Zavala ya mostraban la importancia que para las grandes potencias de aquella época tenía la costa atlántica pues un establecimiento allí, aparte del obstáculo que hubiere significado para el comercio y la navegación españoles en el Río de la Plata, determinaría que el principal acceso al estuario sería controlado por los franceses desde la ensenada de Balizas.”

Cuenta Dotta como ocurrió  el desalojo de los franceses: “cuando Pando y Patiño llegó a Maldonado debió prescindir de los indios chanás como rastreadores ya que los mismos le manifestaron no conocer el territorio más allá. Fue entonces que adelantándose la vanguardia, ésta apresó a un mulato que resultó ser uno de los baqueanos de Moreau, el que, bajo amenaza de tortura, optó por conducir las tropas españolas hasta el establecimiento del jefe francés”.
“Conducidos los españoles por el nuevo baquiano y transitando con acentuado riesgo por ríos y bañados, continuaron la marcha con gran dificultad, llegando el 24 de mayo de 1720 a ocho leguas de Castillos... Con la tropa alivianada emprendió el camino definitivo hacia el establecimiento de Moreau a las siete de la tarde, avanzando toda la noche hacia los Castillos Grandes o Balizas... El guía... les llevó a un pantano muy peligroso que terminaba a una distancia de tiro de fusil de las barracas francesas. No obstante las tropas hispánicas lograron vadear el bañado ordenadamente y ocultos por la espesa niebla. Los galos, que eran buenos soldados, advertidos de lo que pasaba, pasaron a contestar el ataque con intensas descargas durante media hora, mientras los indios guenoas se aprestaron al combate”. “La batalla se dispersó en diversos agrupamientos, destacándose  por su serenidad y firmeza el capitán Etienne Moreau que se situó en primera fila para arengar a sus soldados. Esta posición facilitó que chocara con el ayudante Don Pedro José Garaycoechea quien le descerrajó un balazo en plena boca, destrozándole el rostro y dejándolo muerto en el acto... De ahí que nuestro arroyo Balizas, en ese 25 de mayo de 1720 sirvió de tumba para estos bravos guenoas.” 
          
En octubre de 1752 se emplazó  el primer marco de demarcación de límites de acuerdo al Tratado de Madrid o Permuta de 1750. Segùn un libro de B. Sierra de fines del 1800 “ “La demarcación entre los territorios hispanos y lusitanos debía avanzar hasta el Peñón de Castillos. En su cumplimiento el marqués de Valdelirios como representante de España, y Gómez Freire Conde de la Bobadela, como de Portugal, plantaron el primer Marco en la falda del Cerro de Buena Vista, llamado también Peñón de Castillos, y hoy Punta del Diablo...”
 
Este marco se exhibe aún hoy en la Fortaleza de Santa Teresa.