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Lunes, 20 Agosto 2007 02:15

Las 25 razones para visitar Buenos Aires, según Condé Nast Traveler

 por Daniela Pasik

20 AGO 07 PDU
La revista “Condé Nast Traveller” es reconocida por descubrir los lugares más bellos del mundo,

 y halaga a la Ciudad en su próxima edición de septiembre. Pero hay una importante cantidad de motivos que nadie más que los que la viven pueden conocer. El sibarita Miguel Brascó, el poeta Fernando Noy, el escritor Alberto Laiseca y el actor Daniel Aráoz cuentan los secretos de los barrios que ni los expertos en turismo podrían conocer. Si hay una revista sobre turismo a la que nada se le puede discutir, ésa es Condé Nast. Visitan destinos sin la chapa del investigador que acepta mimos a cambio de recomendaciones y relatan con objetividad lo bueno y lo malo de cada lugar. En su edición de septiembre se ocupan de Argentina y dan sus “25 motivos para ir a Buenos Aires”. No fallan, pero les falta ese qué-sé-yo que sólo un poeta, un sibarita, un escritor un actor, o un habitante-amante de los 100 barrios porteños pueden conocer.

Dicen que “el tango es el soundtrack de Buenos Aires”, como motivo número uno del inventario, y siguen con Palermo Soho, “el vecindario más en boga de la Ciudad”. Enumeran sus bares y recomiendan cócteles, pero les faltó saber lo que sabe Daniel Aráoz, vecino del barrio, que asegura: “Es genial ver tanta gente de todo el mundo por acá, pero a lo de Pedro, mi parrilla de cabecera, no llegan los turistas. Se conserva igual desde siempre. El mismo hace el asado y te lo sirve; es una persona muy bella. Ni sueñen con que les diga dónde queda... Para encontrarlo hay que saber recorrer este Soho maravilloso”.

El número tres de Condé Nast es choripán, pero recomiendan degustar el sándwich criollo en lo de Francis Mallmann o “a orillas del Río de la Plata”: cualquier porteño de ley está enterado de que en ningún lugar saben mejor que en Costanera Sur, específicamente, y que si uno se harta del chorizo puede pasarse sin problemas al vacipán o, por qué no, al morcipán.

Cuarto puesto para el Faena Hotel + Universe, quinto para los cafetines en general, sexto para las zapaterías (las casas que arreglan calzado, no las que lo venden) y séptimo para la flor de metal de Figueroa Alcorta. Indiscutible, como el fútbol, el cementerio de la Recoleta, el MALBA, el asado y el polo, que siguen en la lista. Pero no se encuentra por ningún lado Pedro 94, la pescadería que hay en Pedro Goyena y Senillosa que Miguel Brascó cataloga como “excepcional”: tiene sólo ocho mesas y “hay que ir a las ocho menos cuarto indefectiblemente porque a las menos cinco ya se llenó y no hay reservas”, avisa.

San Telmo los domingos a la tarde y la ropa de cuero no podían faltar entre las razones, y la librería de El Ateneo tiene bien ganado su lugar, ya que el Colón está cerrado por reparaciones. El vino, los caballos, el Mercado de Liniers, el paisaje pampeano (“como un mar verde que rodea la Ciudad”), los bifes y los hoteles boutique dejan en claro que recomiendan como para todos los gustos. Aunque no estaría jamás en este recorrido previsto el lugar favorito del escritor Alberto Laiseca, que dice: “Mi casa es mágica y ninguna guía de viajes la conoce, pero no la citen porque no quiero que se me llene de gente... a menos que sean chicas desnudas”.

La estación de tren de Retiro, los paseos por los shoppings, el Alvear Palace Hotel y el mate son las recomendaciones número 22, 23, 24 y 25, pero el poeta Fernando Noy hace un perfecto agregado: “El Abasto es el pulmón de Buenos Aires porque tiene ese modernismo vomitable, aunque manteniendo su marginalidad. Es como una mezquita profanada, en la que todo es for export, y sin embargo ahí nomás, a dos cuadras, están todas las divas locas, las travestis, el puterío y la casa en donde vivió Batato Barea, que hoy es un museo”.