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Domingo, 21 Junio 2009 20:16

Turismo y limpieza

por Eliseo Sequeira
Estamos todos de acuerdo en que la limpieza de una ciudad que pretenda ser turística, es fundamental en su imagen ante sus ciudadanos y sus visitantes.  Montevideo, en base a su eslogan “…tan limpia como tú la quieras”, el uso de contenedores y los intentos de reciclaje en base a bolsas de diversos colores y el


ordenamiento de los hurgadores, ha hecho (eso no se puede negar) ingentes esfuerzos por lograr la tan ansiada meta de tener una ciudad limpia.

Los resultados no se ven, pues pululan los papeles y bolsas de nylon por las aceras, y los residuos en los alrededores de los contenedores, en varios baldíos, y en algunos otros lugares insospechados. Todos reclamamos más medidas, más enseñanza, más limpieza…

Sin embargo, una conversación hace dos días con el encargado de un pequeño supermercado cerca de casa, me mostró una de las fallas en nuestra sociedad.

Este supermercado, como casi todos los de nuestra ciudad, hace dos meses emprendió una medida para reducir el uso de bolsas de nylon, de esas que demoran más de 100 años en desintegrarse.

Con un consumo de 1.000 bolsas diarias, repartieron 1.200 bolsas reutilizables (duración estimada 4 meses) con su logo. Durante un mes, a todos los que usaron dicha bolsa para trasladar sus compras, le entregaban un cupón para participar del sorteo por varias órdenes  de compra de $ 500 cada una.

Uno puede suponer que debería haber sido grande la adhesión, especialmente porque las bolsas fueron retiradas con avidez por los clientes, y fueron miles los cupones depositados. Sin embargo, a dos meses de la medida, son menos de 50 los clientes que seguimos usando dichas bolsas.

Los propietarios no se detuvieron a analizar el por qué del mal resultado, sino que optaron por otra medida: el uso de bolsas biodegradables. Así se aseguran que en menos de un año, la naturaleza las haya destruido.

A mi, lo único que se me ocurrió es una frase de mi abuela, cuando alguien hacía algo a contrapelo de lo aprendido: “no es un mal educado, sino un mal aprendido”.

La próxima vez que hagamos un reclamo, veamos cuánto hemos puesto nosotros para que llegue a buen puerto.