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Miércoles, 14 Enero 2009 05:58

El sentido de lo humano, la guerra.

 por Luis Alejandro Rizzi

“…Siempre se ha derramado sangre. Desde que el mundo es mundo, ha habido crímenes atroces. Pero antes el muerto, muerto se quedaba. Ahora las sombras vuelven y nos arrojan de nuestros sitiales…”
Macbeth.

La guerra de Gaza ha provocado cientos de opiniones que van desde criticas severas  a las políticas del estado de Israel para con sus vecinos hasta un fatalismo fundado en la historia que explicaría la imposibilidad de la convivencia entre judíos y palestinos.

Así leía, entre otros comentarios, una nota de Rafael Poch que recordaba un párrafo tomado de un libro de Michael Warschawski  que decía que "El comportamiento de Israel en la escena internacional vuelve aborrecible al Estado judío en todo el mundo, sin mencionar los pretextos dados a los antisemitas de todo pelo que, cerca de sesenta años después del derrumbe del nazismo, comienzan a decir abiertamente lo que nunca dejaron de pensar pero no podían expresar cuando los supervivientes estaban aún con vida". ('A tumba abierta. La crisis de la sociedad israelí', publicado por editorial Icaria).

Sin embargo todas estas opiniones de neto corte pacifista parten según mi modo de ver de una benévola hipocresía y un profundo desconocimiento sobre la violencia y en última instancia sobre la naturaleza humana y el sentido de lo humano.

El “pacifismo” es una utópica por no decir estúpida teoría o doctrina que pregona la supresión de la guerra y la resolución de los conflictos por vías pacificas, lo que implica un profundo desconocimiento del sentido de lo humano.

Cuando hablamos del sentido de lo humano hablamos de todo lo que tiene que ver con el hombre en cuanto su existencia.

La expresión “el sentido de lo humano” no tiene que ver con el idealismo ni con ninguna otra fantasía loable, pero fantasía al fin sino tiene que ver con lo mas profundo de la realidad de la existencia.

Lo malo y lo bueno conforman “el sentido de lo humano” por ello inicié esta nota con la transcripción tomada de Macbeth “Desde que el mundo es mundo, ha habido crímenes atroces” y aunque parezca paradójico o desaprensivo los crímenes atroces como lo que llamaría las “virtudes mas sublimes” tiene que ver con
“el sentido de lo humano”

Por ello siempre he creído y seguiré creyendo que  la única forma idónea y realista de afrontar los conflictos es partiendo del mas profundo conocimiento de la naturaleza humana o de lo que he dado en llamar “el sentido de lo humano”.

Todo hombre tiene entre sus cualidades parte de miseria y parte de virtud y ello se debe a nuestra imperfección absoluta que imperará durante la vida como decía Laertes “…la misma virtud no puede librarse de los golpes de la calumnia…”.  (Hamlet) lo que significa que la calumnia y la injuria, en menor o mayor medida, perdurarán por siempre.

La guerra debe ser entendida como una acción naturalmente humana y tiene que ver con que “…la vida humana se halla siempre expuesta a la posibilidad de un conflicto, ya que diversos sistemas de valores se enfrentan en una lucha cruenta…”.

Julián Freund de quien tomamos estas  líneas también recordaba a Gaston Bouthoul que decía “Si quieres la paz, conoce la guerra” y Freund agregaba que “…es muy fácil hacer declaraciones pacifistas y condenar la guerra, ya que esas afirmaciones no dejarán de encontrar eco. Pero la misión del sabio no es la de buscar aplausos sino la de someter los fenómenos de la paz y la guerra a una análisis critico…”.

La guerra se puede desarrollar de diversas formas pero quiero hacer mención a solo dos el combate y la lucha.

El combate es protagonizado por personas u organizaciones  preparadas al efecto que respetan ciertos principios y formas, por ejemplo la identificación distintiva y en cierta forma convenciones internacionales que intentan aminorar sus fatales consecuencias.

La lucha tiene que ver con el enfrentamiento irregular, los bandos o uno de ellos por lo menos  no se identifican, se mimetizan con la población ajena quizás al conflicto y la suele utilizar como escudo protector.

En la lucha uno de los bandos, pueden ser  dos o mas de dos, están constituidos por tropas irregulares y uno de los objetivos es llevar la violencia propia de la guerra a un límite de espanto inimaginable ya que sus “éxitos” se miden por el estrago, real o potencial de sus acciones.

El perverso objetivo no es solo dañar al enemigo sino también generar victimas entre la población del propio bando para generar sentimientos de odio que garanticen la imposibilidad de obtener la paz o bien su demora hasta tanto resulten castigados los representantes o responsables políticos del otro bando.

Esta finalidad muchas veces se utiliza para distraernos del presente.

La lucha es una degeneración o una “corrupción” del combate es como la demagogia a la democracia o la oligarquía a la aristocracia, en las enseñanzas de Aristóteles pero que en los últimos años ha intentado justificarse al amparo de diversas ideologías revolucionarias que al mejor estilo de la sofistica han
pretendido convertir al “guerrillero” o “terrorista” en un combatiente virtuoso que puede recurrir a cualquier medio para lograr sus fines.

La hipocresía de la mayoría de los análisis que se formulan sobre la guerra en general y en especial sobre este conflicto de la “franja de Gaza”, es que apuntan a desvirtuar el combate criticando al combatiente regular a la vez que optan por considerar al terrorismo, las acciones guerrilleras o  la lucha como una categoría sublime del ejercicio de la violencia como modo de resolver justicieramente un conflicto

Cuando el conflicto busca la solución o la resolución mediante la violencia irregular  lo primero que debe intentar la política es la de transformar esa lucha irregular en un combate reglamentado y posteriormente la relación  entre enemigos en relación entre adversarios excluyéndose la violencia y la hostilidad como métodos de discusión.

Tengo mis dudas que condenando la guerra o la lucha se pueda lograr la paz, sería como condenar las tormentas climáticas o las enfermedades para que no se repitan.

Lo esencial es reconocer que la guerra, la lucha y la violencia conforman “el sentido de lo humano” como también lo conforman el respeto a los valores clásicos de nuestra cultura, el ejercicio de las virtudes y de la propia “autoridad” entendida como factor de certeza y ejemplaridad.

Recurriendo una vez mas a Julián Freund cuyo libro “Sociología del conflicto” debería ser leído y estudiado por todos los políticos, no deberíamos olvidar que todo conflicto, cruento o incruento, es en el fondo un modo de relación social y una búsqueda  de justicia y de reivindicación de derechos.

Diría que todo conflicto, cruento o incruento, necesita legitimarse mediante la acción cruenta o incruenta, valga la redundancia.

No es condenando la guerra o proponiendo treguas o pidiendo “alto el fuego” el modo de ponerle fin   a toda acción cruenta ni el modo mas eficaz de iniciar un proceso de paz.

Por el contrario se debe reconocer la realidad del conflicto, la intención de legitimar los objetivos de los combatientes, diría hasta la legitimidad de la fuerza y violencia usada y en uso, el respeto a las víctimas, hayan sido combatientes, luchadores o meramente civiles ajenos a la acción cruenta y a partir

de ese punto establecer un procedimiento de diálogo que permita buscar una solución respetando las propias creencias e idiosincrasias.

Asimismo debe saberse de antemano que la eventual solución será la causa de un nuevo conflicto y así sucesivamente mientras el mundo sea mundo ya que “…Siempre se ha derramado sangre. Desde que el mundo es mundo, ha habido crímenes atroces. Pero antes el muerto, muerto se quedaba. Ahora las sombras vuelven y nos arrojan de nuestros sitiales…”.

Precisamente lo que debe evitarse es que los viejos rencores regresen bajo las formas de sombras  para restaurar épocas pretéritas.

Todo aquel que nos diga “…para que nunca más vuelva a ocurrir…”  en verdad insulta a nuestra inteligencia.