El cambio de imagen en una línea aérea suele representar una inversión muy importante, no tanto por el costo creativo del trabajo en sí -que igual es muy alto- sino por lo que significa hacer los cambios en cada uno de los elementos que componen la compañía.

Desde el fuselaje del avión a las servilletas, desde los tapizados interiores a los uniformes, la papelería, los locales, etc.

Si bien la actualización es necesaria y la incorporación de nuevos aviones aparece como una oportunidad, la pregunta es si se justifica semejante inversión cuando las pérdidas este año se acercan a los U$S 500 millones.

En los últimos 20 años Aerolíneas mutó su imagen cada vez que tuvo un cambio de administración importante, como una forma de despegarse de lo anterior.

Así de las dos A y el celeste combinado con el azul de la última época estatal, se pasó a las bandas enlazadas sobre el techo, al estilo Iberia, para recuperar el cóndor (y el AU en Austral) con la llegada del Grupo Marsans.

Sólo American Airlines fracasó en su intento, pero sólo por falta de tiempo, de imponer una nueva imagen.

Fue cuando los diseños del australiano Ken Cato -responsable de las actuales identificaciones de Qantas y Pluna- quedaron simplemente en prolijos bocetos cuando la SEPI recuperó la conducción de la compañía.
 
fuente: Aviación News