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Miércoles, 11 Agosto 2010 20:29

Otra oportunidad para el castillo de Idiarte Borda

Casi un año atrás, Helena Muñoz se mudó de su casa en Carrasco al castillo Idiarte Borda, en Lezica. Necesitaba trabajar, y más que un trabajo, encontró un desafío. Un grupo español que compró la mansión, le ofreció encargarse de restaurarla y de gestionarle un destino útil.


Helena empezó a trabajar "sin prisa pero sin pausa" y confía en que en un par de años, logrará el objetivo. Ella asegura que no la asustan el frío, la inseguridad, ni los fantasmas.

Helena Muñoz (55) se asoma por la baranda de una de las terrazas del castillo, y su figura se ve diminuta sobre la antigua mansión. Señala hacia un portón lateral por donde se ingresa al predio. Luego de unos minutos, aparece, baja con paso ligero una escalinata, abre los candados y libera el portón.

En septiembre de 2009, Helena se fue a vivir con sus dos hijos, de 19 y 21 años, al castillo de Idiarte Borda sobre la Avda. Lezica. Desde el año 2006 la mansión pertenece a una empresa familiar de españoles que dejó en sus manos restaurarla y gestionarle un destino útil. Unos meses después, "un tema personal" la llevó a mudarse al lugar.

"Después de vivir 25 años en Carrasco, venir para acá no fue fácil. Fue un cambio de vida. Cambió todo. Pero cuando uno tiene más de 50 años, conseguir un trabajo no es tarea sencilla. Yo tenía que trabajar. Esto es algo que me gusta. Vivo en el campo. De mañana planifico y miro el clima para ver lo que tengo que hacer. A mí los cambios no me asustan. Es más, si me quedo mucho tiempo en el mismo lugar, me aburro", dice.

Helena es alta, elegante, fina, dinámica, y con un gran sentido del humor. Mientras cuenta su historia, caminando por el jardín un medio día en que la temperatura no supera los 6 grados, uno se pregunta cómo logra calefaccionar, limpiar, arreglar y mantener esa casona de 1.100 metros cuadrados.

"No es sencillo, porque arreglás un lado y se te mueve otro. Acá un día estoy metida en una demolición comprando pisos de pinotea y al otro estoy con el carpintero aprendiendo a colocarlo. Soy casera, ama de llaves, gobernanta, albañil, jardinera", dice, y agrega que un muchacho la ayuda con el mantenimiento y que va una limpiadora dos veces por semana. "De la limpieza, nos vamos encargando", señala.

Ella sostiene que "este es un proyecto sin prisa pero sin pausa", y aclara que ya tiene reservas para realizar eventos en octubre y en noviembre. "Por ahora, lo que más se mueve son las filmaciones. Viene gente a rodar cortos publicitarios, películas, producciones de fotos. Ahora van a armar un casino".

A partir de octubre, su plan es implementar un sistema de "membresías dirigido a empresas, con servicio de almuerzo en un lugar exclusivo que está a 15 minutos de Zonamérica por la perimetral. En realidad venís en 20 minutos, estamos a la misma distancia que Carrasco del Centro, pero cuando no vas por la rambla te parece que es más lejos", sostiene.

HISTORIA

El castillo, estilo neoclásico, lo mandó construir en 1896 el entonces presidente de la República, Juan Idiarte Borda, que no llegó a verlo terminado porque fue asesinado por el teniente Avelino Arredondo, único magnicida de la historia uruguaya. Un año después, su familia estrenó la mansión que luego vendió y que, con el tiempo, pasó por varios propietarios.

En años anteriores a 2006, se recuperaron partes del castillo, y sirvió como restaurante y como salón de té. "Lo compró una señora, le puso mucha plata y lo alquiló a La Promenade, un restaurante, pero luego les subió el alquiler y cerró. Luego ella puso un salón de té. Pero en este lugar si no te movés, hacés convocatorias, organizás cosas, y tenés mucha gente conocida, esto se va quedando", explica Helena con la certeza de que ahora sí va a funcionar.

Los molestos fantasmas

Cuentan que cuando se mudó la viuda de Idiarte Borda comenzó a ver al fantasma de su marido recorriendo el castillo. Pero Helena sostiene que "el fantasma que hay no debe ser de él porque nunca vivió acá y dicen que los espíritus quedan donde vivieron". Ella asegura que en el castillo no pasa nada extraño. "Se te puede prender sola una luz, pero nada que te asuste". Y relata su experiencia: "Un día el perro ladraba y la gata maullaba hacia arriba del ropero. Yo estaba muy ocupada. En un momento subí al cuarto apurada y los veo a los dos crispados. Le dije ahora no. Ahora estoy ocupada, en otro momento hablamos, y me fui. El perro y la gata se vinieron conmigo, tranquilos. No tenía tiempo para fantasmas".


fuente: El País Digital