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Domingo, 15 Febrero 2009 22:27

Crisis, bancos, créditos y ayudas públicas

 por Luis Alejandro Rizzi

Según información divulgada por diversos medios especializados en economía y finanzas se advierte que se está produciendo una “alarmante sequía de créditos” como decía Joaquín Estefanía días pasados desde “El País”.
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Mucha gente se queja por el hecho que los bancos han recibido importantes ayudas de los estados, pero llegado el momento de conceder créditos extreman la prudencia al punto que son mayores las solicitudes de crédito rechazadas, se reducen los montos ofrecidos o se recortan líneas de crédito ya operativas a lo que se suma el incremento del costo de la operatoria bancaria que llega a cifras estrafalarias.

Algunos economistas han propuesto que las ayudas públicas se condicionen a que no disminuya el volumen de crédito, lo que me parece un condicionamiento absurdo.

En este momento estamos confundiendo las cosas, en algunos casos por la magnitud y aparente profundidad de la crisis y en otros por ignorancia, subestimación de la inteligencia media de la población o por una suerte  de “sofismería” que  permite explicar todo sin saber de nada como cuando se ponderó la situación de Aerolíneas Argentinas por la falta de sándwiches y bebidas cola a bordo de las aeronaves, como si esta fuera la pauta infalible para valorar el comportamiento de una línea aérea.

Personalmente siempre he creído que una de las causas de la crisis fue el exceso de “crédito fácil” lo que permitía sustentar una demanda irreal, hecho que durante algunos años, actuó como una contaminante “locomotora” del crecimiento.

No solo se trató de crédito fácil para el consumo sino también para la compra de bienes inmuebles o durables lo que llevó a sobrevalorar los precios de las viviendas ya que en la medida que el crédito se facilitaba y abarataba, más se activaba la demanda lo que llevaba a un incremento de los precios. Lógica pura para alimentar a un nefasto círculo vicioso.
 
Sin embargo la perversidad consistió en comercializar mediante la creación de “derivados”  hipotecas que se sabia eran incobrables y que los bancos compraban sin mirar.

La restricción del crédito llega en buena hora por dos razones, desde el punto de vista del consumo es necesario enfriar la economía desactivando el “crédito fácil”  y desde el punto de vista de las empresas, el crédito debe constituir un mero accesorio del capital propio, pero de ninguna manera puede sustituir la falta de inversión.

Ni es posible comprar una propiedad totalmente financiada ni constituir una empresa en base al crédito.
En ese sentido quienes tendrían que gastar son las economías que han ahorrado como la China y parte de ese ahorro deberá en cierta forma compensar lo que los EE.UU. han gastado de más.

La otra cuestión será la administración de la tasa de interés tanto por parte de la Reserva Federal como del Banco Central europeo, no por mucho tiempo mas el dinero podrá tener costo “casi Cero”, en economía lo gratuidad siempre cuesta caro.

Será importante el desarrollo de un sano mercado de capitales que le permita a la gente invertir directamente en las empresas sin pasar por la intermediación bancaria.

También el sistema educativo, en el nivel secundario, deberá adaptarse a esta realidad ya que es necesario formar a la gente común para dotarla de elementos de juicio que le permitan ponderar el modo en que utilizará el fruto de su trabajo, es decir sus ingresos.
Siempre pensé que debe aprenderse y sobre todo enseñarse a vivir en un sistema de economía de mercado, la educación tiene mucho que ver para que podamos estar a la altura del tiempo.

El mercado de capitales deberá simplificarse y deberán desaparecer todos esos “papeles tóxicos” cuyos creadores deberían estar entre rejas, ya que quien contamina la economía es tan criminal como quien vende otro tipo de tóxicos, como le reprochó la presidenta de un laboratorio a un banquero que confesó en DAVOS haber comercializado “títulos tóxicos”, anécdota contada por Mauricio Macri días pasados.

La pregunta que nos tenemos que hacer es ¿se justifican las ayudas públicas a los bancos?.

Creo que es imposible dar una sola respuesta ya que todo depende de cada país, pero lo que si creo en el caso que la respuesta fuera positiva, es que la finalidad de la ayuda no es la de facilitar el crédito ya que ello equivaldría a intentar apagar incendios con combustible.

Las ayudas deberían estar condicionadas a la concesión racional del crédito y a salvar los depósitos  de los ahorristas que carecían de toda capacidad de control sobre el destino de sus ahorros.

Esas ayudas no necesariamente deberían evitar quiebras de bancos porque pienso que más de uno merecería ese destino, sino mantener la confianza del sistema político institucional.

Mucho se ha hablado de la pérdida de confianza en el sistema financiero, pero poco o nada se ha dicho que esa falta de confianza se extiende al sistema político institucional que fue incapaz de limitar y desalentar la especulación sin límite.
 
En cierta forma los estados mediante las ayudas están purgando las consecuencias de las falencias de sus órganos de control que permitieron la generación de estas “burbujas irracionales y perversas”.

Esta cuestión no se puede ver desde la lente “progre” y tampoco desde la mera ideología, por el contrario tendríamos que aplicar el método “inductivo” separando la mala de la buena hierba y analizar caso por caso para determinar cuando y como es procedente la “ayuda pública”.
Otra cosa que no podemos decir es que los bancos tienen “obligación de prestar”.

El negocio bancario consiste en recibir depósitos y pagar una tasa  y prestarlos a terceros mediante el pago de una tasa mayor de interés que es el precio del dinero. Si los bancos no prestaran dinero no habría actividad financiera.

El banco solo puede ganar cuando recibe dinero y tiene a quien prestárselo en condiciones de razonabilidad. Lo que debe quedar claro que no se puede obligar a un banco a prestarle dinero a cualquiera, precisamente es fue una de las causas de esta crisis, sustentada en una inhumana desaprensión por el projimo.
Otra cosa que se suele confundir son los estímulos a la actividad económica con la concesión de créditos.
 
Los estímulos generalmente provienen del estado según los fines de sus políticas en general; en épocas de crisis se debe aliviar la presión fiscal y en épocas de bonanzas prever la posibilidad futura de caídas de la actividad, recesiones o depresiones.

Los “créditos blandos”, es decir con tasas inferiores a las de mercado y mayores plazos de amortización, en general van asociados para facilitar emprendimientos que se consideren de interés general y de muy lento retorno.

Este tipo de créditos en general son concedidos por instituciones financieras estatales cuya función también consiste en vigilar que el destino de los fondos se aplique al fin previsto y cuando ello no ocurre automáticamente se suspende la continuidad del crédito y puede exigirse su devolución con severas penalidades, en este supuesto el “crédito blando” pasa a ser durísimo.

Contrariando a más de uno  deberíamos celebrar que los bancos  extremen su celo antes de conceder créditos tanto a personas como a empresas. Esta es una buena actitud y una buena señal al capitalismo que hace a la salud de un buen sistema económico.