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Lunes, 08 Marzo 2010 03:04

El sentido adiós a un gran maestro uruguayo del violín

por Alexander Laluz
El muy reciente fallecimiento , este viernes, de Fernando Hasaj, de 52 años, enlutó a toda la comunidad musical de nuestro continente. Una pérdida que duele en lo humano y en lo artístico, por la pasión e integridad que volcó en todas las facetas de su vida.


Ante estas experiencias la tentación de idealizar parece inevitable. Es, quizás, un paliativo precario ante la desazón que provoca el vacío, el dolor, o ese tono amargo que dejan las huellas de una lucha contra lo irremediable.

La personalidad de Hasaj abona esa sensación. "Era tremendo músico, pero por sobre todo muy buena gente", comentaron muchos el sábado al mediodía, minutos después de su entierro. Cualidades que convocan a una dialéctica fermental entre ética y estética, compromiso y calidad artística, que suele dejar un sello indeleble, profundo, en todo proceso cultural.

Hasta último momento batalló con una enfermedad crónica que minaba su sistema inmunológico, y afectaba principalmente su sistema respiratorio. Cuentan sus allegados que toda actividad le demandaba un gran esfuerzo, aunque en ningún momento bajó la guardia, ni optó por el retiro. Cada día dedicaba al menos un tiempo breve a estudiar y a ensayar, y mantuvo su agenda de compromisos prácticamente incambiada. En el mes de marzo tenía previstas algunas actuaciones en Chile, y participó como jurado en un concurso en Buenos Aires. Y el Sodre lo estaba tentando para participar en la programación que se está preparando para este año.

La agenda quedó truncada, pero su legado musical y la memoria afectiva la sustituyen con igual intensidad. Frescas están su últimas actuaciones en Montevideo, en la pasada temporada del Sodre, así como los testimonios críticos (jugados al sobrio elogio de su depurada técnica y musicalidad) de sus innumerables conciertos con Camerata Bariloche, o como solista de orquestas sinfónicas de casi todo el continente.

Los homenajes seguramente se impondrán en los próximos días o semanas, aunque es de esperar que el bronce oficial no cumpla con su vicio histórico de subsumir la vitalidad de su aporte interpretativo y humano al silencio del mausoleo o la fría custodia del archivo. La sabiduría popular da su aliciente: la esperanza es lo último que se pierde.

El legado. Hasaj construyó su carrera como un viaje musical in crescendo desde su Las Piedras natal, pasando por su formación en Montevideo, su incorporación a la Ossodre, donde llegó al cargo de concertino, y su consagración en el exterior.

La orquesta sinfónica del Teatro Colón también tuvo el privilegio de tenerlo como concertino, y en la actualidad comandaba los proyectos musicales de la reconocida Camerata Bariloche desde su Dirección Artística y el atril de primer violín.

También ocupó lugares destacados en las grillas de los festivales latinoamericanos y europeos, tanto en su faceta de solista como integrando distintas formaciones camerísticas. La lista es extensa, aunque vale subrayar eventos como el Festival de Música Contemporánea de Louisville, Festival de Otoño de Madrid o el Festival Internacional de Blonay-Saint. Junto a nombres como Bruno Gelber, Christine Walewska, Gerardo Gandini, Jean Pierre Rampal, Martha Argerich, Luis Batlle, concibió sus repertorios con un inteligente equilibrio entre los lenguajes históricos y las nuevas propuestas que emergen de la música latinoamericana contemporánea.

Virtuoso: su aporte al violín contemporáneo llegó por su magisterio y labor de concertista.


fuente: El País Digital