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Miércoles, 18 Marzo 2009 06:33

La mantilla del vestido de 15 de mi hermana

 por El Negro

Al "Diablo" Edgardo González lo fracturaron una aciaga noche de Libertadores de los sesenta, en el Estadio y a sustituirlo, entró Pablo; el rubio grandote de quien no se conocía mucho e inclusive, del cual se escribía mal su apellido, en los diarios aparecía Forland en vez de Forlán.


Quizás esa misma noche, comenzó la historia de una dinastía; fue cimentada a base de centros para Alberto, el "Pardo", Pedro, Juan, el "Pepe" o el "Lito" y a bonhomía a rajatabla, a pura clase en la cancha y en la vida.

El adolescente mercedario como todos los escasos rubios fornidos de esa época, era distinto en un ámbito de morochos casi excluyente; vestía a la moda y en lugar del cachilo, su primer auto fue un usado también pero...un Mercedes "rana", blanco.

Y vino la fama y el dinero y formó su familia y a sus hijos, les dio lo mejor en todo, educación incluída e inserción social.

Y si bien algunos, los eternos contras, hasta llegaron a discutirlo futbolísticamente, nadie nunca osó discutir al ser humano y con su forma de ser, cosechó cariño y respeto siempre.

Y otro aciago día, la tragedia lo golpeó: un accidente de tránsito afectaría gravemente la movilidad de su hija Alejandra y a partir de ese momento, la vida vuelve a dar un giro enorme pero esta vez, en contra.

Y sin dudarlo, el padrazo apunta todas las baterías a esa hija y con la dedicación y el amor y los desvelos, pone todo lo que tiene y quizás, bastante más.

Y por ese entonces Diego, quien había cambiado transitoriamente la número cinco por la raqueta, decide el regreso al fútbol y definitivamente, absorbe la determinación y la clase heredada, le suma su impronta  y como un relámpago, emerge en el Rey de Copas y al poco tiempo pasa del rojo de Avellaneda a Old Trafford, el Teatro de los Sueños del Manchester United y luego al Submarino Amarillo de El Madrigal hasta llegar a los colchoneros de su actual "Aleti".

Es que Diego mamó amor y familia y cuando le tocó estar estuvo y estará por siempre porque tiene base, tiene genes y de la misma forma que encantó en su llegada al Reino Unido cuando el traductor quedó out y él atendió a la prensa en inglés del Britsh, le dio a su hermana en la práctica, lo que su corazón le mandó y es por eso, que el lanzamiento de la fundación Alejandra Forlán, no será un evento más.

Y todo nació allá por los sesenta y yo, fui testigo directo, del inicio de lo que quizás, sea una dinastía, cuando aquel mercedario rubio grandote, se vio de pronto, sin previo aviso, entre los once del equipo de las estrellas a nivel mundial y mi vieja, tal vez acercándole un cafecito con bizcochos, en la legendaria casona de la calle Maldonado, le encargó: "ya que vas a Madrid, Pablito, ¿no me traerías una mantilla para el vestido de los 15 de "la Chiqui"?...

Y Pablo la trajo, por supuesto que la trajo, a pesar que el mundo se rendía a sus pies y era parte de un colectivo de ídolos que marcó la historia del fútbol mundial, luego de pasear al mismísimo Real en el Bernabeu y alcanzar la copa del 66.

¿Cuánto te debo Pablito?
"Por favor Dora, es mi regalo para "la Chiqui"...

Por eso, cada vez que Diego hace un gol, lo festejo doble, porque es uruguayo pero más, porque es Forlán.