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Domingo, 25 Octubre 2009 20:42

La tasa de interés o el precio del dinero

por Luis Alejandro Rizzi
desde Buenos Aires

Usura e interés son conceptos que nacieron como sinónimos a tal punto que en una de sus acepciones la Real Academia la define como “Interés que se lleva por el dinero o el género en el contrato de mutuo o préstamo” pero que se referían a actividades ilícitas.


Con el correr del tiempo ambos conceptos se distanciaron y el interés se convirtió en el precio o lucro legitimo por el uso temporario del capital ajeno y la usura continuo siendo un calificativo negativo que se aplicaba a quien pretendiera un “interés abusivo”.

Desde ya anticipo que en mi convicción considero lógico que el uso del capital ajeno tenga un precio llamado “interés”. La cuestión es como se determina ese precio, cuestión en la que juegan el respeto a ciertos valores, a la ética y a la moral por sobre consideraciones meramente económicas.

Muchos pensadores, economistas y no economistas, han atribuido la causa de esta crisis que nos ha sacudido a la pérdida del respeto total hacia los valores y a la ética.

Con modestia me sumo a quienes asi piensan.

Es sabido que los nuevos desarrollos financieros no solo sirvieron para aumentar la liquidez mundial sino también para ofrecer nuevas oportunidades de financiación, lo que no sería criticable.

Sin embargo no se podría negar que esa suerte de explosión financiera creó una separación tajante entre la economía “real” y los patrimonios privados y públicos con los resultados conocidos.

Hago una pregunta elemental ¿porqué se creyó que los “derivados” como asi se llama a los frutos de la fantasía financiera, tenían valor y sus poseedores multiplicaban explosivamente sus patrimonios creyéndose supermillonarios…?

¿Porqué se creyó que se podía ser groseramente millonario poseyendo como diría Ferdinand de Lasalle meras tiras de papel o registros virtuales en algún cerebro informático?

Estas creencias no han hecho mas que reflejar que como lo escribía Ángela Sannuti en el número 2353 de la Revista “Criterio”, vivimos en mundo “…regido por imperativos inhumanos para humanos…” en el que “…la educación y la formación con las que hemos crecido y con las que se sigue moldeando el alma de la gente, permanece anclada en meras cuestiones externas y superficiales…” y la sociedad esta sustentada en “…un modelo de “felicidad y seguridad” basado en la ambición y en el afán adquisitivo…”.

Estas “externalidades conducentes” le han hecho perder al hombre la noción clásica del bien entendido como la plena realización de su ser. La consecuencia inmediata ha sido que se ha perdido la noción que explicara Robert Nozik diciendo que “…Los derechos de los demás determinan las restricciones de nuestras acciones…”.

No se ha dudado en usar a las personas como meros instrumentos o en usarnos nosotros mismos, mejor dicho, para elevar la ambición y el afán adquisitivo a la categoría de suprema virtud.

Si tener dinero o ser extremamente rico es el objetivo de la sociedad, todo medio tendiente a lograr ese fin no solo será lícito sino ética y moralmente sano. Y allí fuimos…y ahora no sabemos como volver porque pese a la crisis, subsiste la añoranza por esa riqueza meramente nominal que estuvo al alcance de la mano y se nos escurrió.

Pensemos que a fines de 2009 habrá en el mundo 1020 millones mas de hambrientos, un 20% de la población total.

Según algunas estadísticas en la Argentina mueren ocho niños de hambre por día lo que resulta inadmisible.

Estas reflexiones nos llevan al tema de esta nota como se debe determinar el precio del uso del dinero ahorrado por otros, sin dejar de advertir el tremendo error que han cometido las universidades más prestigiosas del mundo que han generado esa elite integrada por desaprensivas y mercenarias personas que tiene su tremenda dosis de responsabilidad que nos hicieron creer que se podía generar riqueza de la nada.

Hay variados criterios para fijar el precio del dinero o “tasa de interés”. Hoy el “precio del dinero” está cercano a cero como modo de impulsar la salida de la crisis lo que también parece una extravagancia irracional.

Si la tasa de interés fuera cero, se estaría confesando que el dinero por si mismo, carece de valor, lo que indudablemente es cierto ya que el valor del dinero, de la “tira de papel” depende de la economía real. ¿De que nos valdrían millones de la moneda más fuerte en el medio del SAHARA? ¿De que nos serviría el ahorro en el desierto o en la isla de Robinson Crusoe?

El interés cercano a “cero” invita a no ahorrar y asi se deriva el dinero hacia inversiones como los títulos públicos del Tesoro de los EEUU que en definitiva asi financia sus propios desaciertos.

Personalmente entiendo que el dinero en circulación se llame “dólar” “euros” “yuan” o “peso” tiene que tener una relación íntima y muy aproximada a la economía real, dicho en otras palabras “bienes y servicios”. La tarea de determinar esta relación y mantenerla pertenece a los estados más que a los gobiernos.

Por ello de alguna manera ahora se pide a los EE.UU. que ahorre más y a CHINA que gaste más.

Si el dinero o su emisión aumenta más que la producción de bienes y servicios se distorsionará su valor y la consecuencia, inflación, afectará a la economía real ya que ésta perderá la referencia de su valor. Es como pretender pesar una cosa en una balanza que funcione mal.

El exceso como el déficit de ahorro, como ocurre con todo abuso, perjudica, en el primer caso porque se afecta el consumo inmediato y perjudica el funcionamiento de la economía que en el caso de CHINA le permitió invadir el mercado mundial con precios extremadamente bajos consecuencia del afán ahorrativo del pueblo o su propensión a no gastar.

Esa invasión a su vez afecta el equilibrio económico ya que de ese modo CHINA se convierte en una suerte de “paraíso económico” o “mercado offshore” por el bajo costo de la mano de obra y las facilidades que ofrece para exportar y competir en el mundo por la relación de cambio existente. Ello explica que se hayan instalado las más importante multinacionales del mundo sin perjuicio del crecimiento de las propias empresas chinas.

El déficit de ahorro o exceso de gasto, dos caras de una misma moneda, obliga a recurrir al ahorro ajeno produciéndose una suerte de “desvío económico” ya que los recursos en vez de dirigirse a quien los necesita se dirige a los mas ricos para que puedan seguir siendo ricos lo que no deja de ser paradójico.

Juan Jose LLach dice al respecto que “Si alguien ajeno al sistema financiero global lo observara, notaría una peculiaridad: aparentemente, el país mas rico no puede vivir con lo que gana, y en 2006 pidió prestados unos u$s 850 mil millones al año (6,5% de su PBI) del exterior y casi la mitad de los países emergentes…” asi  aunque parezca paradójico, “…los países pobres prestan a los Estados Unidos sumas sustanciales cada año…”

Pensemos que la mitad de esos “u$s 850” provinieron de países emergentes que de ese modo se condenan al estancamiento y la pobreza.
También quisiera decir que el dinero no tiene costo de producción, en todo caso solo de emisión por la impresión de billetes y acuñación de monedas metálicas que los pagan los estados mediante los recursos fiscales.

El dinero en definitiva es una “medida de valor” como el sistema métrico decimal o el de pesas y medidas por lo tanto no tiene ni puede tener precio es como si uno se preguntara cuanto pesa un kilo…

Eso no quita que el ahorro, que llamaría dinero ocioso, no deba destinarse para financiar el crecimiento económico, sea para potenciar inversiones o gastos.
En este punto surge la cuestión de su precio o tasa de interés.

Las instituciones de crédito, bancos y entidades financieras, deberían conceder los créditos relacionándolos con los beneficios  que obtendrán los prestatarios por su uso o con las pérdidas.

El riesgo financiero de recuperar el crédito y los intereses dependerá de la idoneidad del prestatario para generar bienes demandados por la sociedad.

Hace muchos años recuerdo una experiencia del entonces BANCO DE CREDITO RURAL que concedió créditos a una empresa frigorífica destinada a la exportación de carnes fijando una tasa de interés variable condicionada a los resultados de sus exportaciones y la garantía esencial del crédito estuvo dada por la participación de un funcionario del banco que tenia la obligación de fiscalizar el correcto uso del dinero concedido en calidad de préstamo.

La experiencia resultó exitosa ya que la empresa pudo cancelar el crédito según el plan de negocios oportunamente presentado.
Esta propuesta estimo tiene varias ventajas y un profundo contenido ético y moral.

En los Estados Unidos las instituciones financieras suelen conceder créditos teniendo en vista la idoneidad profesional y gerencial del prestatario y la viabilidad de sus proyectos sin hacer hincapié en la solvencia. La capacidad de pago se pondera en función de los resultados que razonablemente se deberían obtener. Con esta política se facilitó y facilita la acción de los “emprendedores” que de ese modo pudieron concretar sus ideas en los hechos. Es cierto muchos pueden haber fracasado pero ello forma parte de la propia inseguridad que significa vivir. Creo que se llamaban “créditos semila”.

En España recuerdo que hace unos cuantos años me explicaron sobre un sistema de asistencia a los agricultores pequeños y medianos especializados en determinados cultivos. Los bancos concedían créditos fijándose una tasa de interés mínima que variaba en más en función de los resultados obtenidos en cada cosecha. El precio o interés del préstamo cubría toda la asistencia económica, la búsqueda de mercados externos y el costo de la exportación, servicios que obviamente estaban a cargo del banco.

Las instituciones financieras, no podrán prestar dinero a cualquier emprendimiento o a cualquier deudor, deberán cerciorarse de la idoneidad empresaria del prestatario y de la calidad de sus propuestas y programas tampoco podrán desvincularse del control necesario para evitar desvíos de los fondos prestados.

Este camino obligara a las instituciones financieras a especializarse en determinados sectores ya que los riesgos varían de actividad a actividad.
Por ejemplo la actividad agraria depende en gran medida de factores incontrolables por el hombre como es el clima, por lo tanto en esta actividad quizás la tasa de interés se deba fijar sobre un porcentaje mayor de la rentabilidad obtenida al final del ciclo.

En otras actividades con menor riesgo la tasa de interés, será equivalente a un porcentaje menor de la rentabilidad.

Obviamente si la cosecha o la producción se pierden o no dejan ganancia los prestamistas perderán ya sea parte o todo el crédito concedido o bien no percibirán interés dado el resultado neutro o negativo del negocio.

El riesgo del prestamista irá atado al riesgo empresario.

Creo que atenta a la ética y a la moral el hecho que el crédito resulte ajeno al destino del prestatario, salvo casos de fraude o mala fe.

Las entidades financieras asumirán el riesgo por la administración de los depósitos recibidos por parte de los ahorristas en cuanto la idoneidad con la que fueron concedidos los créditos.

Pongo un ejemplo si el crédito fue concedido a un prestatario sin ninguna capacidad para generar bien es o servicios o el banco no fiscalizó el destino del dinero, deberá asumir su responsabilidad por haber prestado mal ante sus ahorristas o depositantes.

Ahora bien si el negocio encarado por el prestatario fracasó por causas no imputables sino por el propio riesgo de la actividad comercial y económica el ahorrista se verá perjudicado también lo que considero no solo una cuestión de justicia sustancial sino de respeto ético y moral.

“La economía debe estar subordinada a prioridades morales y eso tiene que tener expresión práctica” Bernardo Klisberg.

Creo que llegó la hora para que los banqueros reflexionen seriamente y los economistas adviertan que a pesar que vivimos en el siglo 21 la economía sigue siendo una ciencia moral y es groseramente inmoral que el sistema financiero se haya independizado de lo que llamamos economía real. Las finanzas deben subordinarse totalmente a la economia.