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Sábado, 15 Marzo 2008 16:00

Los Gigantes Blancos: Los Glaciares

  por Ana Cabella
Periodista argentina invitada.


15 MAR 08 PDU
Abrigado en un rincón de la mente y el corazón se mantuvo el deseo profundo de conocer el Parque Nacional Los Glaciares en la Patagonia Argentina.
Hasta que el momento llegó. La semana elegida fue la de una Nochebuena y Navidad.
Cuando el avión tocó pista en el Aeropuerto Internacional de El Calafate, puerta de entrada para visitar esos sitios, sentimos que empezamos a concretar un sueño.
La temperatura era agradable, entre 18 y 20 grados por tratarse del verano
Al acercarnos a la ciudad, las imágenes del paisaje  mostraban el particular colorido del Lago Argentino, que según algunos estudios su color se debe al contenido de leche calcárea - que es una especie de polvillo muy fino producto de la abrasión de los Glaciares contra las rocas. Sobre esa inmensidad verdosa se recuesta  la Villa Turística El Calafate, que exhibe en sus calles principales una variedad de negocios de productos regionales, chocolates, licores, artesanías, bares y restaurantes en originales construcciones de madera que se matizan con moderna infraestructura Hotelera de todas las categorías.
 La información obtenida hizo saber, que en los alrededores se extiende una superficie cubierta de campos de hielo de donde descienden 47 Glaciares.  
Los más conocidos a nivel nacional e internacional son el Perito Moreno y el Upsala,  éste es el de mayor tamaño con un largo de 50 kms y 10 kms. de ancho.
El primer paseo fue de una día completo navegando hasta la cercanía de los Glaciares Onelli, Spegazzini y Upsala.
Durante el recorrido emergía la belleza de las formas de los iceberg que revelaban todo su esplendor agudizaron nuestras sensaciones.
A partir de esos instantes, el asombro fue una constante compañía. Se entretejía con el ambiente milenario de esas obras de arte de la Naturaleza, cuyas figuras blancas resplandecientes junto a los azules iridiscentes proporcionaban un espectáculo sin igual. Acudían síntomas de estremecimiento, mientras el saludo imperial de un cóndor coronaba las alturas, como queriendo expresar que es un privilegio la elección de su hábitat.
Al día siguiente aumentó la expectativa, recorreríamos los 80 kms. de camino que distan  de una de las máximas maravillas de la Naturaleza, el Perito Moreno.
Una vez arribados al lugar donde se estacionan los vehículos, descendimos por una pasarela con escaleras que conducen hasta varios miradores brindando la posibilidad de observarlo de distintas perspectivas, hecho que impacta por su cautivante encanto.
La opción de la excursión es quedarse en ese sitio o bien emprender una navegación para disfrutarlo aún más, para lo cual desandamos el camino y nos trasladamos a unos metros para tomar la embarcación.
El agua escarchada, los pedazos de hielo eran el cauce por donde rumbeábamos.
En la cercanía del Glaciar sorprendía su juego luminoso, sus formas, su inmensidad, el valor silencioso y estruendoso de su edad que despertaba un cúmulo de indescriptibles vivencias.
En las conversaciones con el personal de la embarcación, recordábamos a aquellos primeros habitantes originarios que tomaron contacto con esa realidad, mas el de aquellos pioneros investigadores y naturalistas entre los que se destacan Charles Darwin, Fitz Roy, Francisco P. Moreno creador de los Parques Nacionales Argentinos, entre otros.  En aquellas visitas no deben haber imaginado, que en el futuro que es hoy, los Glaciares entrarían en etapa de retroceso con peligro de extinción.

La fascinación debería haber sido igual a la nuestra, que continuaba con gestos de admiración de todos los que habíamos coincidido en la fecha del viaje, entre los que se encontraban integrantes de variadas nacionalidades.
Todo mezclado con los  clics  interminables de las cámaras fotográficas.
Al estar frente a él, sentimos la percepción de nuestra pequeñez ante una presencia natural tan bella, cuyo magnetismo profundiza los deseos de retornar.
El tiempo dispuesto en una sola oportunidad no es el suficiente. Impregnarse de lo que allí emana:- un emocionante lenguaje encantado- se convirtió en  una próxima necesidad.
Hay que volver. Fueron los comentarios en el camino de vuelta al Hotel.
La Nochebuena en un cálido restaurante donde convergieron lugareños y turistas generaron momentos de camaradería acentuado por la festividad.
Eran las horas previas al regreso,  el vuelo fue al día siguiente.
Una vez en el avión, el regalo de condiciones meteorológicas favorables  provocaron que los pilotos con su gentileza  sobrevolaran el  Perito Moreno.
Inolvidable la sorpresa de visualizar ese paisaje. Una pequeña  dimensión, que permitía divisarlo en toda su extensión  con sus variados entornos,  distinta al panorama experimentado horas antes cuando aparecía como un magnífico gigante helado. Surgieron nuevamente expresiones de embeleso. Mientras las burbujas del champagne esperaban  ser saboreadas.
Un vuelo maravilloso.  Pasajeros con gestos de cansancio y felicidad. Sin fronteras de idiomas ni de países se unificó un encuentro humano en una ocasión tan especial.

El mejor regalo de la Navidad: el viaje al Parque Nacional Los Glaciares.
Cuando Uds. lleguen comprobarán el relato y harán el propio.