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Martes, 20 Enero 2009 04:05

El sentido de lo humano: la sexualidad

 por Luis Alejandro Rizzi

A modo de prólogo quiero aclarar que me impulsó a escribir esta nota un artículo que leí en el diario La Nación, suplemento “Enfoques” del día 18 de enero pasado que se titulaba “Sexo: entre la liberación y la inhibición” escrito por Laura Di Marco.


El artículo navega por los caminos comunes y mas que abordar el tema del “sexo” describe situaciones como la “paridad sexual” entre el hombre y la mujer principio que permite legitimar, ahora sin distinciones, la “relación sexual ocasional”.

También se describen los encuentros de mujeres de “Tupper Sex” en los que se comercializan productos eróticos bajo la consigna “…ningún adulto sin su juguete…”

En fin se nos habla del gran cambio de las prácticas sexuales  “…impulsado por la enorme transformación cultural (sic) que tuvo –en todos los ordenes y también en este-el papel de las mujeres” y en el hecho que las “…mujeres no tienen educación para el placer, pero quieren adquirirla…” (sic)

Me viene la idea de la “liquidez sexual” como expresión de un tiempo cultural  en el que “…lo desviado se convierte en normal, toda normalidad es sospechosa de desviación…” como lo escribió Zygmunt Bauman.

La “liquidez sexual” como pauta cultural de la sexualidad, no es ni mas ni menos que una  expresión grotesca o viciosa de una de las vocaciones esenciales de la persona.

Quizás debería reconocer  que la “transformación cultural” de la que habla la nota de Laura Di Marco, tuvo algo positivo que fue el de derribar el prejuicio sexual que consideró durante cientos de años a la sexualidad como una actividad pecaminosa de la persona y que se resume en el nacimiento de Cristo de mujer virgen de acuerdo a pautas culturales de la época.

Debemos tener presente que la mujer hasta hace muy poco tiempo estaba considerada en un plano inferior al del hombre y la sexualidad se nos presentaba como un atributo del hombre y un vicio de la mujer.

La relación sexual casual, ahora llamada “touch and go”, constituía un ideal masculino digno de admiración y en la mujer por lo contrario, una práctica descalificadora lindante con la prostitución.

En este cuadro de prejuicios sobre el sexo existentes hasta hace decenas de años, quizás no mas de cuarenta o cincuenta, y de inferioridad de la mujer se vino desarrollando una cultura sexual que en lo esencial consistía en considerar el placer de la relación sexual en una cuestión degradante, pecaminosa y quizás diabólica.

“…Si caí aquí ( en un burdel) fue porque sentía que un fuego muy intenso me quemaba por dentro, el hombre que me recogió en el campo, prácticamente me salvó la vida….Por fin ahora después que una infinidad de hombres han pasado por mi, siento un gran alivio…”

El prejuicio y lo pecaminoso aparecen sintetizados en esta carta que Gertrudis le envío a Tita según se cuenta en “Como agua para chocolate”.

En otras palabras el genuino placer sexual era una cuestión de “burdeles” es decir era degradante.

Lo malo es que la “transformación cultural” de la que se habla en lo sexual no apunta a reivindicar el sexo como una dimensión sagrada de la persona sino mas bien al  desarrollo de técnicas que tendrían como finalidad la educación para el placer, diría mero placer, el que se puede  lograr mediante distintos métodos masturbativos  o bien mediante técnicas, ingredientes o medicinas tendientes a facilitar las obtención del placer.

El placer obtenido mediante la masturbación es la expresión mas acabada de una frustración, ya que la naturaleza nos pone en evidencia que el sexo es una actividad propia de la pareja heterosexual.

En cuanto al placer que se puede obtener mediante el uso de técnicas o potenciadores eróticos como se llaman “académicamente” es como creer que una cirugía plástica nos quita años. Es otra muestra de deformación de la hombría y de la feminidad.

Considero a la sexualidad como una expresión de amor  que puede ser ocasional, pero no la considero como un fin en si.

Pienso que siendo la vida finita, se nace y se muere, todo lo humano es finito también lo que no quita que haya sentimientos que perduren durante toda la vida.

Pero lo que creo conveniente aclarar es que la “finitud” de los sentimientos y especialmente del amor entre un hombre y una mujer siempre tendrá principio y fin que podrá ser con la muerte o antes, pero en nuestra vida no existe el amor eterno por el simple hecho que nuestra vida no es eterna.

Siendo la finitud de la vida y de todo lo contenido en la vida una cuestión existencial creo como católico, que la Iglesia deberá en lo inmediato revisar su doctrina sobre la indisolubilidad del vínculo matrimonial y el celibato sacerdotal.

La sexualidad es un modo de expresar el amor y en esa dimensión la sexualidad brinda placer porque el amor es placentero aun en el dolor.

Cuando la sexualidad no nos concede placer, no es por una cuestión de “experiencia”,  sino por falta de amor.

Mas de una vez el desencuentro sexual nos sirve para convencernos que lo que se creía “amor” era otra cosa, pasión o “…ese fuego intenso…” que no encuentra cauce para expresarse por las propias falencias del ser humano.

Lamentablemente en este mundo líquido que vivimos creemos que la cosa se arregla mediante la llamada educación sexual que seria como hablar de la educación matemática, geográfica, geométrica etc.

Cual sería la materia de la educación sexual, cabria preguntarse y seguramente nos responderían: el modo de prevenir enfermedades, el modo de evitar el embarazo, el  modo de obtener placer mediante clases prácticas entre alumnos de doce, trece o quince años y sus profesores o el tiempo razonable para practicar un aborto luego de la concepción.…

Pregunto con sinceridad no suena como una estupidez todo esto…

En verdad hay que educar para la vida, hay que cultivar el sentido de lo humano, y el sexo como una actividad o dimensión humana, sagrada o digna de admiración, veneración y respeto, no como un juego en el que se gana si hay placer y se pierde si no lo hay.

En el deporte se prohíben todas las drogas que son consideradas como estimulantes con la finalidad de mantener el “fair play” o juego limpio, ¿con cuanta mas razón habría que  librar a la sexualidad de la incidencia de los “estimulantes o potenciadores articiales”…?

Creo innecesario aclarar que desde la perspectiva  del “sentido de lo humano” considero como virtud la dimensión sexual de la persona  y virtuosa será la sexualidad cuando es expresión de amor, por el contrario la sexualidad se convierte en vicio moral cuando se la entiende como una mera cuestión fisiológica.

Recuerdo viejas enseñanzas según las cuales el sacramento del matrimonio solo es bendecido por la Iglesia pero su consumación depende de la pareja. Lo preponderante no es para mi lo que llamaría “el acto de la bendición” sino su consumación en libertad y respeto.

El destino o finitud de esa consumación dependerá de la vida de esas personas.

En sucesivas notas de esta saga que he dado en llamar “El sentido de lo humano” continuaremos abordando esta cuestión y desde luego en la próxima nota abordaremos el difícil tema de la homosexualidad.