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Domingo, 25 Febrero 2007 18:46

La fórmula de Alan Faena para crecer y expandirse, según la revista Fortuna.

En Puerto Madero, donde es el mayor dueño de los metros construidos, va a invertir u$s 200 millones con los que piensa, entre otras cosas,afianzar su rol de mecenas. Está reuniendo una cifra similar para exportar su modelo de negocio –un barrio con alta tecnología y propuesta cultural– a Londres y Madrid.

Las nuevas oportunidades y la rentabilidad de su inversión.
No cualquiera deja que le apaguen los cigarrillos contra su integridad. Alan Faena, en cambio, le pone la inicial de su nombre devenida logo a las paredes, a las puertas y a los ceniceros de su hotel. En el mundo que creó está en todas partes. Pero no le alcanza y ahora extiende su omnipresencia: después de haber multiplicado por tres el valor de los terrenos que eligió para invertir hace tres años, después de haber logrado que su hotel tenga status de punto de referencia geográfico en la zona, el mayor constructor individual de Puerto Madero –tiene el 10% de los metros edificados– invertirá u$s 200 millones en el barrio para desarrollar su perfil de emprendedor cultural.
Las revistas internacionales de diseño elogian hasta la vista que se observa de Buenos Aires desde la bañera de un cuarto determinado. Modernismo puro. Pero él cimentó su imperio con la vieja receta de los abuelos: apostar a los ladrillos. Y a esa tribuna que lo miraba con desconfianza y hasta desprecio, hoy le grita los goles sin abandonar su habitual tono zen. Faena parece desconocer esa premisa de no bajarse de un éxito. Su nueva fórmula es seguir haciendo negocios, pero ahora también a través de la cultura.
"2005 fue un año extraordinario. De concreciones. Puedo abrazarme con la gente a la cual yo antes le contaba una historia y mostrarle una realidad. Desde el comienzo dije que no estaba haciendo un hotel, que no estaba haciendo departamentos. 2005 fue el año en el que la gente pudo entender ese mensaje", esgrime como al descuido.
Este año será igual, y a la vez distinto. Faena espera continuar erigiendo su Art District, su aldea tecnológica dentro del barrio más nuevo de Buenos Aires, y paralelamente reconstruirse a sí mismo como mecenas. Después, el ex gestor de la marca de ropa Via Vai que exhibe en su casa retratos de San Martín y Evita porque admira sus personalidades, tiene programados "unos buenos años sabáticos" y luego otra reencarnación. Una más.
Oportuno. "En la Argentina siempre ponemos nuestras frustraciones y nuestros éxitos en función del país. Nosotros no estamos acá de casualidad: estuvimos en la crisis, cuando muchos empresarios sentían que esto se hundía y sacaban sus inversiones. En ese momento, yo convencía en Nueva York a mis socios ultrapoderosos de que había que aprovechar esta oportunidad. Y lo hicimos: compramos y construimos a un precio increíble", saborea.
La conjunción de factores –haber apostado a un barrio que recién nacía, haberse expandido en momentos en que los demás se retraían, haber elegido el diseño como diferencial– le permitió en tres años triplicar lo invertido. "Hoy estas tierras valen tres veces más de lo que las pagamos. El que nos compró un departamento hace un año y medio ahora puede venderlo un 40% más caro. Es un rendimiento increíble. Inédito en el mundo. Cuando uno tiene un buen proyecto, ¿cuán mal le puede ir?".
Faena afirma que cada vez son más los extranjeros que compran sus departamentos, porque "piensan que los valores son un chiste", aunque aclara que jamás promete rentabilidad alguna. "No juego con eso", dice. Pero, en un rol que mezcla el poco inocente afán de un gerente de ventas y la visión de un gurú financiero, pronostica que la brecha que mantiene Buenos Aires con respecto a otras ciudades se va a acortar. "El metro cuadrado va a subir en la ciudad y, en comparación, ya no van a ser tan caros nuestros precios. Ahora estamos ofreciendo los departamentos a u$s 3.400 el metro cuadrado, y ya tenemos el 70% vendido. No es una locura pensar que la nueva base será la de u$s 4.500 el metro. Las oportunidades hoy pasan por lo ladrillos, y por eso pusimos como símbolo uno gigante en uno de nuestros predios".
Entertaiment. Hasta ahora, produjo tres shows –uno de los cuales, ‘El rebenque’, ganó el premio ACE en Teatro– pero cree que está para mucho más. Con los u$s 200 millones de capital genuino que aportaron sus socios Len Blavatnik , Austin Hearst y Christopher y Robert Burch piensa montar tres centros culturales ("No queremos hablar de museos porque nos interesa el movimiento"), uno de los cuales "va a ser más grande que el British Museum".
"Estamos recién en el 40% de lo que queremos mostrarle a la ciudad, y todavía falta el 60% más interesante", anticipa. Su plan cultural comprende programación para el hotel, para el Art District, para Puerto Madero y para Buenos Aires en general: "No somos desarrolladores inmobiliarios. Queremos ofrecer una experiencia entremezclada con la cultura. No importa si hacés un show, un hotel, un edificio, un barrio. Lo importante es la ‘impecabilidad’ con la que uno lo realiza, y producir en el otro la emoción".
La idea más inmediata es montar en marzo un festival shakesperiano al aire libre, inspirado en el del Central Park de Nueva York, y luego concretar no menos de tres shows masivos en la ciudad. Además, quiere editar libros, compactos, DVDs y producir obras de teatro, a partir de los artistas que se vinculen con el Laboratorio Artístico Experimental (LEA), que formará parte del Art District. "Vamos a fomentar el arte con becas y a comercializarlo en forma masiva", promete.
Faena cree que la cultura pasa por la vida cotidiana. "El proyecto que estamos haciendo es cultura para el que maneja un taxi y no quiere perder tiempo yendo a un teatro en el centro. Estamos haciendo este barrio como se hacían a fines del siglo XIX las grandes exposiciones internacionales, con curadores que marcaban determinado momento histórico. Tenemos el Art District en uno de los lugares que hoy está entre los más interesantes de Buenos Aires y que contenían dos edificios que representaban lo que fue la Argentina potencia, El Porteño y El Molino, dos silos desde donde salían los granos que le daban de comer al mundo. Le volvimos a dar vida a la vida".
No descarta la construcción de un supermercado subterráneo ("pero tiene que ser de lujo, para que la gente del barrio tenga un buen lugar donde comprar") y confirma además que en abril próximo, todo el Art District será WI-FI, a partir de la alianza que estableció con Intel, Telmex y Philips.
Sus dotes de genio del marketing son indudables. "Le dio un perfil muy atractivo a sus proyectos residenciales, que ya tienen todo un estilo. La Porteña y el Porteño están resultando un éxito de ventas, al igual que Los Molinos. Sin amplias vistas al río ni a la ciudad, Faena logra precios similares por metro cuadrado que los desarrollos en torre y en primera fila, con vistas a Uruguay", reconoce Damián Tabakman, consultor en negocios inmobiliarios, arquitecto y profesor de la Universidad de San Andrés. "En Puerto Madero, el barrio donde proporcionalmente más extranjeros compran en Buenos Aire por su gran prestigio y calidad arquitectónica y urbanística, se pueden construir 1.400.000 metros cuadrados, de los cuales la mitad está terminada o en obra. Faena apunta a tener aproximadamente un 10% de ese total", agrega.
Sin embargo, pese a tanta estrategia, Faena explica sus ideas con retórica imprecisa. "Es un abanico que hace que la idea sea un todo"; "La verdadera riqueza es transformar la vida en función de las ideas", son ejemplos de su discurso. Pero hace foco cuando quiere definirse. "No me siento empresario. Me siento administrador de mis sueños y de mi pasión. Y soy muy bueno para eso. Quizás si me ponés a administrar un banco soy un desastre. Tengo la cultura de hacerme en la calle. Después tuve la suerte de hacer lo que sale de mi corazón y eso fue un blessing (bendición) en la vida. Lo importante es el mundo de las ideas, y yo represento a ese mundo. Soy la construcción de mí mismo".
Orgullo. Su receta para los negocios es "pensar como un outsider pero actuar como un insider". Jura que lo fueron a ver representantes de las compañías hoteleras más grandes del mundo interesados en comprar su hotel, o administrarlo como segunda opción. "Dije no: hagamos una empresa argentina de servicios de primer nivel, que represente a nuestra generación. Y estamos compitiendo con el resto de los cinco estrellas que tienen cien años de trayectoria, cobramos todavía más caro que ellos y estamos igual de llenos".
Habla y ni las cintas del sombrero se le mueven. Apenas agita su mano dominada por un anillo con una piedra gigante y celeste. "También es un orgullo no haber transado –sigue– y no haber dejado por el camino las ideas que tuve al comienzo. Yo no sé trabajar: hago lo que hace cualquier artista que vive de lo que le gusta y de lo que le nace".
Hoy, a Faena le nacen los billetes de los bolsillos. Solos, por generación espontánea. Al menos eso es lo que dice. "No me cuesta nada conseguir dinero. El proyecto siempre fue muy sólido. Nadie es tonto. Sabía que Buenos Aires tenía todo el potencial como para que viniera la gente del mundo a sorprenderse, y tenía las herramientas y los contactos para generar ese lugar desde un espacio –define– que era Machu Pichu, tierra de nadie".
Es enérgico para negarse a sentar donde el fotógrafo le sugiere. "Ahí no. Acá mantengo más la energía". Pero cuando se le pregunta por las investigaciones encaradas por la AFIP a partir de su sociedad Blavatnik, Hearst y los Burch vuelve al medio tono: "La gente ante lo nuevo siempre duda. Me encanta que tres de mis socios estén entre las 120 personas más ricas del planeta. Tuvimos todas las inspecciones imaginables de la AFIP y del gobierno y chequearon giro por giro el dinero que llegó. A mí me parece bien. Es más: yo mismo reviso los antecedentes de todo y de todos. Imaginate que va mi nombre en esto".
Out of the box. Del resto del establishment lo separa mucho más que un saco y una corbata ausentes. "Hay una convicción general acerca de que para que te presten dinero tenías que tener cierta actitud, vestirte de tal manera, participar de tal congreso, cosas que no tienen que ver conmigo. Tampoco creo que sea el único empresario argentino que va por sus sueños. Pero creo en lo que los norteamericanos llaman out of the box: para tener éxito no hay por qué ser convencional".
Faena lamenta que no exista en el país apoyo financiero a los proyectos nuevos. Recuerda haber tenido un crédito después de buscarlo durante tres años, y que cuando se lo otorgaron "a los del banco les dio un panic attack porque se venía la crisis". Les dijo gracias y les pidió que se lleven los billetes de nuevo al tesoro de la sucursal. "Por eso sufrieron tantos bancos: prestaban sólo a los que pensaban que nunca les iba a pasar nada, y fueron los primeros en caer. Nosotros –diferencia– no le debemos un peso a nadie".
"Mi principal herramienta es el instinto. Soy puro sentimiento, con una gran racionalidad. Soy un sentimiento práctico. Si hay algo con lo que no me siento cómodo, no lo hago. Conseguí las inversiones con la creencia, que sale del mismo lugar que el instinto: del estómago. La convicción es mi mayor potencial. Es la que me ayuda a que la gente crea en mí". Tanto creen que está reuniendo otros u$s 200 millones para expandir sus negocios en Europa (ver recuadro).
Dice que aprendió de sus diálogos con los ultrapoderosos financistas. Aprendió que detrás de las grandes compañías "hay una persona con una idea. Después se arman las corporaciones". La suya, dice, no es lo que parece. "Es una sinfonía. Empece esto tocando los tambores solo y poco a poco fui encontrando el elixir de la música cuando se sumaba alguien con la guitarra, el violín, el piano. Nunca reví nada. Al contrario. Lo que hice fue sumar. A medida que el sueño crece podés pagar talento, desde obreros hasta intelectuales famosos".
Parado sobre botas de cuero de reptil confiesa su deseo de juventud eterna. Pero enseguida desmiente que sus preocupaciones sean sólo estéticas, y advierte que le inquietan la inflación y el desempleo. "Nos ocupamos de conectar con la gente indicada a cada turista que llega a nuestra casa. Haga lo que haga le damos una visión curadora de la ciudad, y no solamente un cuarto. Eso es bueno para el cliente y también para Buenos Aires, porque damos trabajo".
Pero casi sin respirar retoma su discurso preferido. Ese que le permite hablar de sus atributos como fundador de un lugar que represente un momento. "Es mi responsabilidad. Hay que pensar en el beneficio de los inversores y también en el de la ciudad, porque de lo contrario hacés algo que no dice nada". Por eso, insiste, le rechazó siete proyectos al mundialmente reconocido diseñador Philippe Starck. "¿Qué tenían de malo? Que eran él, que era él sin nosotros. Yo quería el reconocimiento a nuestra obra. Y con (el arquitecto Norman) Foster nos pasa igual. Estamos trabajando en un proyecto que va a ser para Buenos Aires lo que representó el Museo Guggenheim para Bilbao. Va a ser una gran sorpresa para el mundo". Para Faena, pintar su propia aldea es apenas el comienzo.
  
   
Cristina Mahne