por Eliseo Sequeira
A inicios de la década del 90, volví de realizar un Maestrado en
Meteorología Agrícola en la Universidad de San Pablo, transformándome
en ese entonces en el único Ingeniero Agrónomo con ese nivel de
formación en nuestro país.
Uno de los primeros trabajos encomendados, fue preparar la información de lluvia a nivel Nacional, de acuerdo a normas internacionales, para el Proyecto de Desarrollo Forestal, pues los clásicos promedios de lluvia tan usados y manoseados en nuestro país eran totalmente inútiles para una adecuada planificación productiva.
Cuando terminé el trabajo, que dicho sea de paso nunca fue publicado oficialmente (no había ley de Habeas Data en aquel entonces, por lo que la información meteorológica y climática daba poder), me encontré que todo lo que se decía en los libros de geografía sobre las lluvias y la red hídrica, sobreestimaban nuestra disponibilidad de agua.
Frente a ello, y gracias a los buenos oficios de la Imprenta del Ministerio de Defensa, se hicieron un par de cientos de ejemplares sobre la distribución de lluvias en 85 localidades de nuestro país, que fueron entregados a bibliotecas, facultades, gremiales y grupos técnicos que tuvieran que ver con el manejo del agua, tanto para uso agropecuario como humano e industrial.
Sin embargo, se sigue diciendo y escribiendo que el Uruguay es rico en agua, que en promedio llueven 100 mm al mes. Unos le echan la culpa de esta sequía al Cambio Climático, otros a la forestación. Ninguno ha comprendido (o estudiado) efectivamente cuánta agua disponemos, y cómo se comportan las lluvias, la penetración del agua en el suelo, el escurrimiento hacia cañadas y arroyos, la evaporación y el consumo de plantas y animales.
Por ello, me puse a revisar antecedentes. En 1999 tuvimos la peor sequía de primavera de los últimos 50 años. En 1988/89 también tuvimos una peor sequía. Y si seguimos para atrás, seguimos encontrando peores sequías cada 8 a 10 años. Ni que hablar de las sequías estacionales (de dos a cuatro meses) que se dan cada dos ó tres años, y que puntualmente, para algunas zonas se transforman en peores por distintos motivos.
Revisando la publicación mencionada, me encuentro que 26 de las 85 localidades presentan una vez cada diez años por lo menos un mes con CERO lluvias, y que en la mitad de los años, en más de 600 de las 1020 series mensuales consideradas, la lluvia es inferior a 60 mm. Lo peor, y que no surge de esa publicación sino de la experiencia, es que esa cantidad de agua no está repartida durante el mes. Lo más frecuente es que más del 70% se deba a una sola lluvia. Ello hace que si bien aparezcan meses con lluvia normal, en el medio puede haberse producido un breve período seco de 30 días.
Pasemos revista entonces a la demanda atmosférica de agua (o evapotranspiración), que es la combinación de la evaporación y el consumo de plantas, incluidos los árboles por supuesto.
En el Uruguay, de mayo a agosto, la lluvia es suficiente para cubrir esta demanda (que en ese período es de 30 a 40 mm al mes), y en mayor o menor medida permite llenar reservorios (represas, tajamares y agua en el suelo). Pero a partir de setiembre, normalmente ya empieza apenas a ser suficiente para el consumo, y por lo menos uno de cada tres años ya se empiezan a usar las reservas.
A medida que avanzan los meses, cada vez es menor la proporción del consumo que cubren las lluvias, y por lo tanto pasamos a depender cada vez más de las reservas que se hayan hecho. Hay que considerar que en diciembre y enero, la demanda atmosférica es de 210 a 220 mm al mes. Esto quiere decir que entre los dos meses, se perderá sólo por evaporación casi medio metro de altura de cualquier superficie de agua.
En el mejor de los casos, el consumo de las reservas continuará hasta marzo, pues recién en abril es alta la probabilidad que las lluvias cubran el consumo.
En los diez años siguientes a la confección de esta estadística de lluvias en el Uruguay, traté de difundir estos conceptos en todas las instancias que pude, incluída la Comisión de Sequía del MGAP, la respectiva Comisión de la Cámara de Representantes, y reuniones y publicaciones de distinto tenor, especialmente con gremiales agropecuarias.
En una de tantas conversaciones, un alto dirigente rural, frente a una sequía que ya se insinuaba, me dijo que la misma era coyuntural, y que las gremiales debían apuntar a los temas estructurales.
Lamentablemente había muchos que pensaban (y tal vez aún piensan) como él, que no han tenido la suficiente capacidad como para darse cuenta, después de tantas peores sequías, que el tema de disponibilidad de agua en el Uruguay es estructural, y que si no se encara seriamente, lo SEGUIREMOS SUFRIENDO TODOS. Aquí me permito una pequeña disquisición: muchos sabihondos dirán que se ha hecho mucho, y que la culpa es de ...... (siempre del clima o de otros). POR FAVOR!!!! Dejen de intentar vender (o venderse) espejitos.
Hoy se están tomando medidas de emergencia, pero también deberán iniciarse las medidas que nos permitan afrontar mejor la próxima sequía, que va a llegar más temprano que tarde. Debemos intentar que no haya otra peor sequía.
Los fenómenos atmosféricos son predecibles, en general mejor que las acciones humanas. Ellos afectan a absolutamente todas las actividades del ser humano. Lo inteligente es conocer cuál es el evento más probable, y actuar para minimizar sus daños y maximizar sus beneficios. El ignorarlos sólo conduce al fracaso