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Lunes, 10 Diciembre 2007 19:03

La villa que espera

 por Federico Castillo
 
10 DIC 07 PDU
Los pobladores de Villa Soriano se ilusionaron cuando un asiduo visitante y pescador en la zona asumió la Presidencia pero sienten que, una vez más,
todas fueron promesas vanas pero aún aguardan a que una golpe de suerte les cambie el destino

Un lugar ideal para el turismo pero detenido en el tiempo | Los pescadores no están en racha | El lugar donde vivió el prócer es un descuidado pastizal
El tiempo hace escala eterna en Villa Soriano. A casi 300 años de su fundación, el poblado más antiguo del Uruguay todavía ve desfilar la historia por sus calles de tierra.

Por allí pasó José Artigas y nacieron cuatro de sus hijos. En ese lugar se edificó la primera iglesia católica del país que alberga en su interior a un Cristo hecho por los indígenas. Decenas de construcciones añejas, aún en pie, conservan innumerables huellas del pasado que conviven con escasos rasgos de modernidad. Casas con puertas abiertas y perros echados al sol, largas ruedas de mate en la vereda, el ruido lejano del pedaleo de una bicicleta recorriendo calles desiertas.

Es el ritmo de un pueblo que no avanza. "Aquí nació la patria", se lee en banderas que adornan las pocas oficinas públicas que están abiertas.

Hace dos años la histórica villa fue testigo de uno de esos chispazos capaces de sacudir la habitual modorra de los pobladores. En 2005, el Consejo de Ministros y todo su circo mediático llegaron hasta ese paraje arrinconado entre las ciudades de Dolores y Mercedes, a 300 kilómetros de Montevideo. Todos los focos apuntaron a exponer la realidad de la olvidada villa. Como siempre, hubo reclamos y sugerencias de un lado y promesas y proyectos del otro. Bombos y platillos.

Pero la ilusión duró poco. El pueblo sigue igual. Detenido. Congelado como una postal. Aunque, claro, eso no es un problema para un lugar que pretende explotar esa condición de forma turística. Al contrario. La mayoría de las construcciones exhiben sus fachadas desgastadas como un patrimonio y sus habitantes hacen alarde de un sosiego que nadie altera.

Pero ocurre que detrás de ese escaparate de publicidad hay una población de poco más de mil habitantes que se siente otra vez olvidada y pelea por volver a tener un espacio en la agenda del gobierno. El pueblo más viejo no puede seguir esperando. Quieren fuentes de trabajo, servicios básicos: saneamiento, una agencia de Correos, oficinas estatales de OSE, UTE, BPS. Quieren mejor educación, necesitan un médico fijo en la policlínica, una sala de partos, un cuartel de Bomberos. Pretenden que haya, al menos, un surtidor de combustible. Reclaman que se cumplan las promesas y se monte una infraestructura adecuada para recibir a los cientos de turistas que llegan buscando paz pero no encuentran la comodidad necesaria para disfrutarla.

Quieren, también, que Villa Soriano deje de ser el patio del fondo de Dolores y Mercedes.

Bienvenidos al pasado

Las rutas de acceso a Villa Soriano están en muy mal estado. Ya sean los 40 kilómetros que la separan de Mercedes por la ruta 95, como los 20 que hay que recorrer desde Dolores por la ruta 96.

Cualquiera de esas dos carreteras angostas y llenas de pozos conducen hasta el pueblo y van dejando el paisaje urbano a sus espaldas. Un cartel despintado y oxidado surge entre los pastizales y anuncia la localidad con símbolos propios de un centro turístico: una carpa, una cama y un barquito sugieren que allí se puede acampar, dormir en un hotel y practicar la navegación.

Error. En Villa Soriano no hay un lugar destinado para camping y menos aún hoteles. El último hospedaje que hubo en la zona es el ex Hotel Olivera, construido a mediados del siglo XIX, y que hoy alberga a Prefectura Naval y a oficinas de la Aduana. Hace dos años, en el Consejo de Ministros, el ministro de Turismo, Héctor Lescano, anunció la intención de remodelar ese edificio para utilizarlo como área de servicio a los turistas. También propuso la implementación de una zona de camping con la construcción de duchas, baños, lavaderos y parrilleros. Por ahora, con muy buena disposición, los marinos de Prefectura dejan usar sus gabinetes higiénicos a algún acampante solitario que se instala en la costa. Con más sentido del oportunismo, algunos vecinos alquilan por el día casas particulares que con escasos servicios se transforman en hoteles improvisados.

Esa es la realidad, el resto todavía son proyectos estampados en un cartel. Pero no todo está perdido. Sí se puede disfrutar del deporte acuático o de la pesca gracias a un estupendo y pintoresco muelle de madera que se interna en las aguas del Río Negro (el Hum, como aún le dicen los locales). Ese es uno de los principales motivos por el cual llegan en yates cientos de turistas argentinos durante los fines de semana.

Además de su historia, su silencio de siesta, es casi lo único que tiene para ofrecer Villa Soriano al visitante. Sin embargo, a medida que se avanza se siguen viendo señales que refieren al turismo. En la Plaza Artigas, un espacio cuidado al extremo y vacío de gente, un enorme cartel describe en un mapa el circuito turístico del pueblo. La propia plaza está incluida. Le siguen monumentos históricos nacionales como la Vieja Capilla, la Casa de las Máscaras, el Museo Marfetán, la Antigua Casa del General Galarza, el Cementerio, y el Viejo Timbó, un monumental árbol con ramas de más de 30 metros de largo, ubicado a la entrada de la villa.

Si el turista decide empezar el recorrido por la primera iglesia católica construida en Uruguay, la misma que fue visitada por Dámaso Antonio Larrañaga en 1815, se enfrenta a un problema: está cerrada. Villa Soriano no tiene cura, tiene un diácono, pero alterna su tiempo entre Mercedes y San Pablo (en Brasil) y las puertas del templo religioso se abren algún fin de semana que otro. Tras las rejas y el candado quedan ocultos atractivos de folleto: un Cristo articulado de madera hecho por los indios, una virgen con pelo natural y el campanario más antiguo del país, traído en barco desde Europa.

El recorrido sigue. La antigua casa del general Galarza es sólo una fachada arruinada y apuntalada por unos largos palos de madera. Pero los vecinos aseguran que en aquel Consejo de Ministros las autoridades también esbozaron planes para esa construcción a punto de derrumbe: quieren trasladar allí al Museo Maeso, donde se encuentra la principal colección arqueológica del Uruguay. Otro proyecto que por ahora se queda en eso.

El Museo Regional Marfetán sí está abierto. Es una casona de mediados del siglo XVIII que mantiene su estructura original. En su patio hay un aljibe que en su época disimulaba la boca de un túnel que se comunicaban con la iglesia. Allí funciona, además, la Biblioteca Municipal. Es media tarde de un día de semana y el museo/biblioteca está a tono con el resto del pueblo: demasiado tranquilo.

Entre una desordenada pila de libros aparece la figura de Washington Silva (55 años, 20 como funcionario municipal). "Nacido y criado en la Villa", se presenta. Dice que entre semana van unas seis o siete personas por día a consultar libros o retirarlos ("se llevan libros de Agatha Christie, los de misterio") aunque el verdadero movimiento ocurre durante los fines de semana, cuando los turistas visitan el museo.

"Es infernal", afirma. "¿De dónde vienen? Yo que sé, de todas partes, de Estados Unidos", suelta con naturalidad. Y enseguida muestra, orgulloso, un libro de visitas lleno de firmas extranjeras. Lo hace con la misma satisfacción con la que hace un rato exhibía manuscritos originales de Manuel Oribe o Fructuoso Rivera.

Es que para Silva, como para la casi totalidad de habitantes de Villa Soriano, lo que los puede salvar es el turismo. Aunque cuando hace cuentas se pone un tanto escéptico. "Acá hace falta trabajo para la gente, pero no hay proyectos serios. Pretendemos vivir del turismo y no tenemos ni una estación de servicio, un hotel, un restaurante. No hay un parrillero para hacer un asado al lado del río". Silva opina que el cuarto de hora del pueblo ya pasó. Fue cuando se construyó la represa del Palmar, desde el año 1977 hasta 1982. "Era la época en que se veía movimiento. Ahora `ta todo quieto".

Afuera del museo, la villa sigue durmiendo la siesta. En la Junta Local, frente a la plaza, no hay administrativos municipales a la vista. Un profesor de pintura y una decena de jóvenes y niños ocupan el salón de actos. El docente se proclama como uno de los pocos alumnos de Joaquín Torres García que queda vivo. Se llama Julio Azarían, tiene 80 años, y hace dos que se traslada desde Dolores para enseñar pintura. Tiene 41 alumnos, la mayoría adolescentes, pero entre ellos también hay señoras mayores que trabajan en el campo (en la recolección de arándanos) y se animan con el pincel. "Me he encontrado de todo. Acá hay muchos talentos ocultos, sumergidos. Muchos consideran a la gente de Villa Soriano como ciudadanos de segunda categoría, los tienen olvidados", dice, y se ufana: "Conmigo descubrieron que existe una cosa que se llama cultura. Que existe el color. El arte no sirve de nada si no existe al nivel de todos. Hay que enterar a la gente que eso existe. Que acá se hayan tuteado con Joan Miró o Picasso para mí es impagable". Su disertación sobre arte retumba en el enorme salón de la Junta y sus palabras suenan raras en ese paisaje rural. Además de pintura contemporánea, Azarían parece conocer al dedillo la idiosincrasia del pueblo. Y es bastante crítico. "La gente de Villa Soriano está acostumbrada a que le den todo en la mano, a estar con la mano extendida y no a trabajar. Este es un lugar de jubilados, de gente vieja, todos se van. ¿Qué van a hacer acá? Si no sos milico, empleado municipal o pescador no tenés mucha chance. Esto tiende a desaparecer, es un pueblo envejecido", sentencia.

Según el censo de 2004, la población de Villa Soriano es de 1.184 habitantes y desde entonces esa cifra ha ido fluctuando con pocas variaciones. La antropóloga Isabel Barreto, que realizó estudios sobre descendencia en la localidad, concluyó que hay muy pocos pobladores entre los 18 y los 39 años. La mayoría son niños, adolescentes y adultos mayores. Las principales fuentes de ingreso son las jubilaciones (casi la mitad de la población son jubilados), los empleos municipales (hay unos 20 funcionarios en la Junta Local) y la pesca artesanal que ocupa a unas 40 personas y que hoy no atraviesa por su mejor momento. Azarían insiste con una frase que ya es latiguillo en la zona. "La única posibilidad que hay para salvar este pueblo es el turismo", dice. "Pero nada se aprovecha. Acá aparecen turistas argentinos en cualquier cantidad y no encuentran un lugar para comer en forma decente. No hay estación de servicio, tienen que ir a cargar nafta a Dolores. Tanto se habló pero ¿qué cambio hubo acá después del Consejo de Ministros? Ninguno", se contesta rápidamente.

Mi amigo el presidente

Fueron muy pocos los habitantes que se sorprendieron al ver la figura del presidente Tabaré Vázquez descendiendo de un helicóptero en la soleada mañana del 11 de noviembre de 2005, el día en el que Consejo de Ministros sesionó en la plaza de Villa Soriano. Para la mayoría de los pobladores era habitual verlo todos los años sobre el muelle de madera aprontando cañas y carnadas listo para salirle a la pesca en la Isla Naranjo y en bocas del Yaguarí que une al Río Negro con el Uruguay.

Claro que el contraste era evidente: del botecito al helicóptero, de las bermudas al saco y corbata, del pescador aficionado al presidente de la República. Era una visita distinta, en un contexto totalmente diferente, y eso generó expectativas en el pueblo. Vázquez comenzó su discurso expresando su satisfacción por cumplir una vieja promesa: "En más de una oportunidad conversando con muchos vecinos de la zona decíamos que si alguna vez éramos gobierno, íbamos a venir a Villa Soriano. Para que Villa Soriano cobrara realmente la dimensión que debe tener; una dimensión histórica, cultural, pero también de una enorme riqueza humana", dijo. "Este fue el primer centro poblado del país. Así que Villa Soriano encierra una riquísima historia que debe ser conocida adecuadamente por el resto de los ciudadanos de nuestro Uruguay", agregó. Entre quienes lo escuchaban se encontraban varios compañeros de pesca o de ratos libres en la villa. Uno de ellos era alguien que se llama Miguel, pero a quien todos conocen como "El Orejano". Un artesano hippie que con sus pelos largos, caravanas y tatuajes se instaló en el pueblo, como un bicho raro, hace 17 años y que hoy está convencido de que es su lugar en el mundo.

"Soy amigo de Tabaré desde 1998. Lo conocí acá cuando venía a pescar y se quedaba en las cabañas municipales. Me arrimé por el lado de las artesanías, vendiéndole cosas, y así empecé a acercarme a él. Lo conocí como ser humano, nunca hablamos de política. Tiene una paz… es un tipazo, transmite una serenidad cuando habla, tiene todo el tiempo del mundo, te lleva a sentirte igual que él", recuerda Miguel.

Un mes antes de que su amigo asumiera la Presidencia lo fue a visitar a Montevideo y le dijo: "Tabaré, mirá que yo voy a estar frente a casa de gobierno cuando asumas; eso sí, observame porque voy a tener una piedra en cada mano para cuando se hagan mal las cosas". "Así tiene que ser", le respondió Vázquez.

Durante aquel Consejo de Ministros, Miguel, el artesano del pueblo, pidió la palabra y preguntó sobre las posibilidades de contar con una mejor instalación sanitaria y planteó la necesidad de tener una ambulancia que quede fija en el pueblo y no se la lleven a Dolores a cada rato. "Necesitamos un servicio coordinado para tratamientos, por internaciones y siempre tenemos que ser derivados a otros hospitales de la región, para recién ahí ser trasladados a Montevideo y al retorno pasa lo mismo", fue lo que dijo en ese momento.

"Las consecuencias de lo que yo pedí en ese momento están acá", dice ahora, dos años después, y toma entre las manos parte de su pierna amputada por debajo de la rodilla. Miguel es diabético y venía realizándose un tratamiento muy prolongado en Montevideo. Lo trasladaban cada 15 días para hacerle curaciones en una herida de su pie. Cuando estaba prácticamente cicatrizado en diciembre del año pasado, la ambulancia se rompió y estuvo parada durante dos meses en el taller. Según Miguel, desde el hospital de Mercedes se negó la posibilidad de mandar otra ambulancia para trasladarlo. Cuando lo volvieron a llevar, en marzo, se había reabierto la herida, una úlcera perforante que terminó en la amputación. Sentado en una silla de ruedas, "El Orejano" no pierde el entusiasmo ni se le borra la sonrisa en toda la charla. Tampoco guarda reproches a Tabaré, a quién no ve desde aquella tarde de noviembre en la que estuvo como presidente y no como pescador.

"La política corrompe hasta las amistades, por eso nunca quise hablar de eso con él. Lo conozco y sé lo que siente por Villa Soriano, pero es tanta la burocracia que hay en este país que se tranca cualquier buena intención". Sin embargo, a veces asoma un dejo de bronca. El tema sanitario que planteó como una urgencia hace dos años ya le costó una pierna y sigue sin resolverse.

Villa Dolores

Son las seis de la tarde de un martes y la policlínica del pueblo está cerrada. A esa hora hace ya un buen rato que también cerró el Expendio Municipal, único lugar donde se puede comprar carne en toda la villa.

En la plaza hay un alboroto inusual que pone fin al letargo del día: dos tigres enjaulados se transforman en la atracción del momento y tienen a una veintena de niños haciendo monerías a su alrededor. Las fieras forman parte de algún número del circo Osvaldo Terry que plantó carpa en Mercedes y trasladó parte de su show para el salón de actos de la Junta Local de Villa Soriano. Siguiendo los rugidos (de los niños) aparece en una moto María del Huerto Bonino, la enfermera del pueblo.

Hace 37 años que trabaja en la salud y jura que ya no le da más el cuerpo. "Cada día me gusta más mi profesión, pero estoy cansada porque quiero atender a todo el mundo y no me da ni el tiempo ni la fuerza", dice sentada en la recepción de la policlínica -la cual acaba de abrir sólo para dar la entrevista- y mirando de reojo la puerta porque sabe que alguien va a venir buscando su ayuda. "En la mañana esto se llena de gente, vienen más de 70 personas. Tengo que vacunar, sacar muestras de sangre para laboratorios, curar, inyectar, tomar los controles de presión. Todo sola. Yo ya le dije a Tabaré (muchos se refieren al presidente como un vecino más) que es mucho trabajo para una sola funcionaria. Estoy cansada de pedirle al Ministerio de Salud Pública (MSP) que traiga a una enfermera auxiliar".

También ha reclamado con insistencia la instalación de un consultorio odontológico. La salud bucal de los pobladores es pésima, asegura María del Huerto.

A los pocos minutos de charla llega una joven mamá con su hijo en brazos. El niño tiene asma y necesita unas nebulizaciones. "Mirá que ahora estamos cerrados", advierte la enfermera, pero igual accede al pedido.

"No tengo horario, tengo que salir a cualquier hora a cambiarle la sonda a alguien, ponerle suero a otro. Esto es full time. A veces tengo que atender partos, hacer suturas, curar heridas". Cuando el médico está en el pueblo, ella respira aliviada. Pero eso no es lo más frecuente. La situación del doctor es extraña. Él trabaja para la policlínica, pero su sueldo se lo paga la mutualista Cams de Dolores, y por tanto tiene prioridad sobre el profesional, un convenio entre el MSP y el sanatorio que pocos entienden. "El médico queda en el aire, depende de Dolores, y si allá hay una licencia o lo necesitan para algo, podemos estar 15 o 20 días sin médico", explica Miguel, con conocimiento de causa.

Al igual que sucede con la enfermera, el médico, radicado en Villa Soriano, tampoco tiene descanso. "Son las dos de la mañana y anda atendiendo gente, no tiene derecho a tomar mate con la señora en la vereda. Si es una emergencia está bien, pero basta con que la gente lo vea ahí para que le empiecen a retumbar la cabeza con reclamos, hasta que les duele la uña le dicen", acota el artesano.

Hasta hace un mes la policlínica tampoco tenía medicamentos, pero esa falta se está normalizando. "Después de tres meses sin nada de remedios- ni siquiera teníamos una ampolla de novemina- los empezaron a traer de nuevo. Vamos a ver cuánto duran", dice la enfermera y vuelve a insistir: "Poné que necesitamos urgente dentista en el pueblo".

Al rato, aparece en escena "Cachorra", una mujer cincuentona a la que muchos definen como la vedette del pueblo. Caminando como si fuera la reina del carnaval, detiene su graciosa marcha y ofrece una sonrisa totalmente ausente de dientes. Y el pedido de la enfermera parece cerrar como un círculo perfecto.

Frente a donde hace unos minutos se paseaban a tigres enjaulados, se ubica el flamante Centro de Acceso a la Sociedad de la Información (CASI) que funciona desde fines de agosto. Allí están las únicas dos computadoras con acceso a internet que tiene el pueblo. Hoy hubo poca actividad y no fueron muchos los que pasaron a navegar por la web, bajar información o chatear.

La tecnología parece no haber prendido aún en los niños, por ejemplo, que disfrutan más al aire libre que estando encerrados frente a un monitor. Mayka y Javier, dos jóvenes locales, son los encargados de guiar a los usuarios. "Esta era una necesidad que había que cubrir", dicen convencidos y aseguran que unas 500 personas por mes pasan por el centro informático. Como tantos otros jóvenes del pueblo, los dos tuvieron que viajar unos cuantos kilómetros por día para completar sus estudios. Después de culminada la enseñanza primaria, la opción en Villa Soriano se reduce al ciclo básico de UTU. El bachillerato se hace a 20 kilómetros.

"Para todo dependemos de Dolores", dice Maika y enumera: desde la educación, hacer cualquier tipo de trámite, resolver temas sanitarios, y hasta para salir a bailar; siempre terminamos yendo a Dolores, se resigna. Hacer un baile en el pueblo (en la Junta Local, por ejemplo) supone unas cuantas idas y vueltas. Hay que ir hasta Dolores para conseguir la autorización de la intendencia y del destacamento de Bomberos. Además se tiene que pagar el traslado de un bombero para que esté de guardia durante la fiesta. El próximo paso es ir hasta Mercedes para obtener otro permiso: el del Instituto del Niño y el Adolescente (Inau). Más fácil y más barato es quedarse en casa escuchando música.

Por suerte para ir a la escuela no hay que hacer grandes desplazamientos. Ahí nomás, frente la plaza y a la histórica capilla, asisten 155 alumnos al centro educativo que hace 13 años tiene a un mismo director, Julio Ubiría.

La escuela, dice Ubiría, es un termómetro de la realidad de Villa Soriano, un pueblo que para él está en decadencia. "La propia ubicación geográfica lo condena. Está entre dos ciudades grandes, arrinconada. Nunca pudo crecer, nunca se pudo generar una fuente de trabajo aprovechable para el habitante de la villa", se queja, bien lejos de cualquier postura optimista. "Acá se habla mucho del turismo, pero no tenés un hotel, no tenés un comedor, tenés una televisión cable limitada a cuatro o cinco canales. No tenés un banco, no hay estación de servicio, no hay correo. Te lastimás, te pica un bicho y tenés que salir corriendo hasta Dolores, porque ni médico hay. ¿De qué turismo me hablan?".

Miguel, el artesano, tiene su propia teoría al respecto. "Hay mucho interés creado por defender a Palmar y Mercedes que es donde tiene inversiones la intendencia. En Palmar hay unas 90 cabañas para alquilar, tienen restaurantes, paradores. No le sirve que el turista pare acá. En Mercedes hay casinos, camping. Acá no tenemos baños públicos y los que hay están cerrados porque dicen que no hay personal para cuidarlo".

Para el director de la escuela existe responsabilidad compartida por el estancamiento del pueblo. La misma que le cabe a las autoridades, les corresponde a los pobladores. "Los gobiernos nunca se preocuparon con sinceridad. Todo lo que han hecho son cortinas de humo. Después del Consejo de Ministros no pasó nada, todo sigue igual. No hubo ni una sola respuesta a los planteamientos. Y acá el habitante no tiene muchas aspiraciones, se conforma con poco, vienen, ponen tres o cuatros focos de luz y ya los dejan contentos".

Alba Bonino, maestra jubilada, volvió a su pueblo natal después de pasar más de 20 años en Montevideo y Canelones y es un poco más cauta al momento de establecer un diagnóstico. Le reconoce a este gobierno haberlos puesto en el mapa. "Durante muchos años hemos permanecido en el anonimato y en el abandono. Hoy estamos en la opinión pública, y eso es ya muy importante. Es una buena señal y hay que esperar que termine su mandato para recién poder evaluar".

Juan Estévez nació en Florida, se crió en Mercedes y eligió Villa Soriano para vivir. Estévez es nuevo en el pueblo, pero a poco de llegar se transformó en una de las fuerzas vivas más activas del lugar. Es director de la radio comunitaria FM Tacurú, un medio nuevo que ha servido para más de un fin. Desde hace más de dos meses se ha transformado en la voz del pueblo. Además de llevar información de los días de pago de jubilados, de algún taller o charla en la Junta Local o de médicos especialistas que vienen a atender a la policlínica, buena parte de los habitantes tiene su espacio al aire con programas propios. "Quique" Rodríguez es uno de ellos. Un humilde peón de estancia que todos las semanas se pone en la piel de periodista para conducir Miércoles Formales. En el programa pasado les abrió el micrófono a dos mujeres pobres y negras que se sienten discriminadas en la villa. Entre las dos mujeres suman más de treinta hijos.

Estévez cobra una cuota simbólica (30 pesos la hora) a quienes contratan espacios. La plata es destinada a pagarles a los operadores, dos jóvenes de menos de 18 años.

"Les doy la oportunidad de que sientan un poco de confianza en sí mismos, les hago ver que son capaces de hacer cosas", argumenta. "La gente de acá tiene escepticismo, descreimiento, desesperanza. Está cansada de promesas, quieren soluciones, pero ¡ya!"

La última cruzada urgente del pueblo es volver a tener unos 300 metros de playa al lado del muelle, un lugar que ahora está tapado de juncos y camalotes. Si no es para los turistas, por lo menos la pretenden para su propio esparcimiento. La quieren antes que llegue el verano, y han hecho todo tipo de gestiones ante el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, desde donde se aseguró que no hay impedimentos técnicos para eso. La intendencia también ha mostrado buena disposición, pero los camalotes siguen flotando junto al muelle.

Mientras tanto, entre reclamos, desesperanza y desidia, el pueblo sigue encantando por su asombrosa tranquilidad y su aire histórico.

Fue eso lo que sedujo a Gisella Muller, una alemana que reparte medio semestre en Villa Soriano y otro tanto en Alemania. Hace tres años que se impuso ese ritmo de vida: los primeros seis meses del año en el primer mundo y los restantes seis en el tercero. Como en una mala película de sábado a la tarde, "la gringa" llegó con un mapa a cuestas buscando un lugar antiguo, un estilo de vida simple y una casa con una estupenda vista al río. Y encontró todo eso en Villa Soriano. Quizá sea esa otra mínima señal de que el pueblo más histórico del Uruguay merece que no lo dejen morir en el olvido.

Sin pique

Decir que el prócer José Artigas vivió y crió a sus primeros hijos en Villa Soriano es un claro motivo de orgullo para sus habitantes. Lo que no los deja tan satisfechos es pasar por ese lugar desolado donde un cartel despintado marca el sitio exacto por donde Artigas tuvo su casa junto a su primera mujer, Isabel Sánchez. Las malezas crecen desordenadas dentro de un desprolijo alambrado que delimita lo que todos conocen como el Solar de Artigas. Los vecinos esperan que algún día se cumpla con la ley 17. 631, de 2003, que declara en artículo octavo como de interés nacional la construcción de una vivienda de similares características a la que él ocupó en ese solar y agrega que la misma se destinará a albergar un museo que se denominará "Museo Artiguista". La ley prevé además la creación de una Comisión de Fomento del Turismo Interno Permanente de carácter Histórico, Artístico y Cultural de la Nación, que debe funcionar en la órbita del Ministerio de Turismo. En noviembre de 2005, un día antes del Consejo de Ministros en Villa Soriano, el senador nacionalista Gustavo Lapaz reclamó el cumplimiento de esa ley. El tema no estuvo en la agenda del día.

Sombrío solar de Artigas

Cuando el Consejo de Ministros de 2005 el contraste era evidente: del botecito al helicóptero, de las bermudas al saco y corbata, del pescador aficionado al presidente de la República. Era un contexto diferente.
 
fuente:elpais.com.uy