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Miércoles, 26 Diciembre 2007 12:06

Resiliencia nacional

 Escribe Roberto Bussero

26 DIC 07 PDU
Según informa el periodista uruguayo Ricardo Soca, editor de La Página del Idioma Español (ElCastellano.Org), ”resiliencia” es una palabra que no se encuentra en los diccionarios castellanos,

 aunque es muy usada en la Física y en las ciencias sociales. Agrega que el vocablo nos llegó desde el inglés resilience para expresar la capacidad de un material de recuperar su forma original después de haber sido sometido a altas presiones; en esa acepción, equivale a la cantidad de energía que un material es capaz de almacenar cuando la presión lo obliga a reducir su volumen, y se expresa en julios por metro cúbico.


Parece ser que el psiquiatra infantil Michael Rutter (1970) y el neurólogo, psiquiatra y etólogo francés contemporáneo Boris Cyrulnik, inspirados en el concepto físico, introdujeron el término a la Psicología para denominar la capacidad de las personas de superar tragedias o acontecimientos fuertemente traumáticos.


Cyrulnik, cuyos padres judíos fueron asesinados por los nazis, estudió la capacidad de recuperación de los sobrevivientes de los campos de concentración y de niños criados en orfanatos. Como digresión puramente lingüística “resiliencia”, asegura Sosa, es una de esas palabras de origen latín que, curiosamente, nos han llegado a través del inglés, en este caso, del vocablo resilience, que a su vez se derivó del latín resilio, -ire, (saltar hacia atrás, volver de un salto) compuesta a su vez por el prefijo re- y el verbo salire (saltar).


¿A que santo esta perorata?


Es que creo que los uruguayos tenemos una especial capacidad resilente, y no lo digo por nuestra capacidad de olvidar – y hasta por ahí nomás – ciertas tragedias no muy lejanas en el tiempo y volver, como si nada, a nuestro estado original. Se diría qu expresamos ansías de cambio, pero íntimamente no deseamos que se produzca, trancamos, masticamos demasiado, somos reticentes.


Otra vuelta por el idioma, sobre “reticencia”. La Real Academia Española enseña que el verbo latino tacere significaba ‘callarse’, ‘permanecer en silencio’ y dio lugar al verbo francés taire (callar[se]). En castellano se derivan de tacere palabras como tácito y taciturno – se me ocurre que nuestra particular melancolía tanguera tiene que ver con esta cualidad -, además de reticencia. Reticencia es una figura retórica que consiste en ‘dejar incompleta una frase, dando a entender, sin embargo, el sentido de lo que no se dice y, a veces más aún’. La palabra reticencia proviene del latín reticere (callar alguna cosa), formada mediante tacere precedido del prefijo re- que en este caso tiene el sentido de ‘retraerse hacia dentro’.


De alta capacidad resilente y groseramente reticentes, los uruguayos se precian de su cultura, me gustaría escribir - inventar “culturez”, y en ello respaldan una cierta capacidad, casi oprobiosa, de susurrar hipótesis y teorías sobre su menguada y desparramada – por el mundo – identidad, pero no pueden saltar mucho más allá de los prosaicos asado, mate amargo, dulce de leche y ciertas prácticas o usos, más achacables al clima al que sobrevivimos y a nuestras reticencias que a virtudes teologales o especies mundanas.


Todo esto para confirmar lo dicho en mi columna anterior y lo que mi amigo Damián Argul me deja discutir – polemizar con su inmensa y mundana estatura turística. Que la cuestión de las identidades es plurifacética en su mostración y multimodal en su demostración, que el hombre de turismo tiene que empezar por ser consciente de esos seres y quehaceres, mundializarlos y no globalizarlos, de -construirlos y construirlos, y no marketizarlos con recetas propias, como dijimos, de hiper profesionales y gerentecillos, que sólo tienen éxitos en sus planetas proyecto sin sustento.


En esa dirección, lo lúcido es buscar hacer pié en lo local para mundializarlo y optimizarlo, en el terreno en que nadie puede competir con el producto – marca, símbolo y acción única, auténtica.


Pero, en ese esfuerzo, por el camino de la lucidez, la Academia dice que “lúcido” es el que hace o desempeña las cosas con gracia, liberalidad y esplendor, pero también que, irónicamente o en forma coloquial, refiere a una persona que, probablemente, “va a sufrir un chasco o lo ha sufrido”.