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Jueves, 30 Agosto 2007 03:59

Déjalo ser…, déjalo hacer

 Escribe Roberto Bussero

MVD 30 AGO 07 PDU

La Noche de la Nostalgia, el Festival Pilsen Rock de Durazno y la Fiesta (de la) X ofician como trampolines

naturales de las temporadas de acontecimientos que jalonan un calendario que no es todo lo extenso ni tiene toda la calidad deseable, pero es lo que hay.

Esos tres hechos sociales, más que espectáculos, representan modos de vida y riesgos asumidos para rendirles justo culto colectivo, y se anticipan a las más tradicionales seguidillas de festivales de folclore. tango – canto popular que, a pesar de lo reiterativo de ofertas y participantes, permite a cada entorno local afirmar su paisaje y delinear – hacia dentro y hacia fuera – sus características más ricas, desde la música u otras formas artísticas hasta la gastronomía, la artesanía y los hábitos cotidianos.

Insisto, por más que los afiches enfaticen en la presencia de tal o cual figura artística, esas fiestas son simples y victoriosas convocatorias a "estar juntos" de tribus urbanas – subculturas – lo convenientemente establecidas y fortalecidas en sus valores, actividades, habla, símbolos, mitos y ritos.

Un asiduo concurrente a las fiestas gauchas que se realizan en esa larga zafra anual me comentaba que no es lo mismo saborear un pedazo de asado, una empanada o un guiso criollo en la Fiesta de la Patria Gaucha de Tacuarembó que hacerlo junto al río treintaytresino cuando "Canta el Olimar", o en la tradicional fiesta minuana de los fogones.

De ese modo, cada "pago" y cada modalidad artística han encontrado su "nicho" o "finca" donde las reglas están claras y los riesgos, ventajas, privaciones y éxitos se asumen con naturalidad por parte de empresarios, protagonistas, locales y visitantes, a los que se han sumado con entusiasmo las autoridades, como ocurre en el notorio caso del festival rockero de Durazno con la comuna de ese departamento y su titular.

Además, en casi todos estos casos, y quizás aprovechando la inocultable bonhomía de los anfitriones de nuestro interior, siempre "profundo" en su hospitalidad, se genera una a esta altura imprescindible cultura del dejar hacer, del "Let it be" beatle, posibilitando una tranquila y, ¿por qué no decirlo?, sabia convivencia.

Recuerdo que un amigo – psicólogo y religioso –, cuando se le consultaba sobre un problema de aparente difícil solución, recurría a una expresión del primer discípulo freudiano, Carl Jung, quien decía que debía dejarse hacer a la "sopa wuwei", palabra inventada, seguramente, por no conocer nuestro célebre puchero criollo donde lo más importante termina siendo tener el agua hirviendo para ir albergando los frutos de la natura, desde verduras a carnes, posibilitando el goce gastronómico más amplio y sutil.

Esta modalidad wuwei es, sin duda, atractiva, y no sólo para nativos yoruguas. Volviendo a Durazno, se me comentó luego de la edición 2006 que una pareja de treintañeros bonaerenses que llegó hasta el centro de nuestro país dispuesta a participar de la fiesta, pasó de la desilusión de no encontrar hotel y la autocrítica por no intentar reservarlo a disfrutar de la hospitalidad de una familia local que la alojó en su casa, donde no sólo se encontraron con placeres como dormir entre sábanas apenas almidonadas y bien perfumadas, sino que, entre otras cosas, con el desayuno se le ofrecían tortas fritas y mermeladas caseras, en lugares donde ninguna puerta se cerraba con llave y todo el mundo se saludaba.

Creo que al asumir riesgos de promoción y provocar los ruidos y resonancias de toda publicidad, ese "déjalo ser, déjalo hacer" es un aspecto a tener en cuenta, sobre todo si se lo sazona con una buena dosis de protección de valores, una buena porción de inteligencia y la inevitable dosis de picardía post posmoderna.