TODOS AL CUARTEL
La canción infantil dice que la farolera al pasar por un cuartel se enamoró de un coronel: asunto de la farolera. Cada uno, al llegar a la mayoría de edad, si sus aptitudes mentales se lo permiten hace lo que quiere con su vida (o al menos, así debería ser desde el punto de vista teórico...). Claro, mientras somos menores de edad, mientras la capacidad de decisión de qué hacer con nuestras vidas no depende exclusivamente de nosotros mismos, sino que gran parte de esas decisiones son tomadas por quienes están a cargo nuestro, la cosa es diferente. Más aun cuando algunas decisiones se toman desde el ámbito político y se transforman en ley. Algo de esto parece estar surgiendo desde la bancada oficialista respecto a la obligatoriedad para nuestros jóvenes de comenzar la instrucción militar. Ya hace algún tiempo algunos parlamentarios del MPP (grupo mayoritario dentro del Frente Amplio) habían sugerido algún tipo de adiestramiento para la población civil. El argumento a favor de esta postura es que la defensa de la patria no puede estar en manos exclusivamente de un grupo reducido de profesionales, sino que debe estar arraigada en el sentimiento de toda la población. Quienes defienden esta iniciativa dicen que no se trata de prepararse para la guerra, pero que los países del mundo moderno y del futuro tendrán cada vez más motivos para pensar de esta manera. Ya sea por razones ideológicas, políticas, religiosas, sociales, económicas, etc., la posibilidad es cada día más latente.
Del otro lado, están quienes piensan diferente. Y no se trata únicamente de los partidos de la oposición, pues, desde el mismo Frente Amplio se escuchan voces que no comparten la idea de la instrucción militar para los jóvenes de nuestra sociedad. Entre los argumentos más fuertes se destacan dos: uno, refiere a la tradición civilista de nuestra población; dicen que los jóvenes de nuestro país demandan otro tipo de necesidades, más vinculadas al desarrollo educativo y tecnológico de nuestros tiempos. El otro, refiere a que el país en este momento debe priorizar sus recursos en la atención de los verdaderos problemas de la sociedad, que son aquéllos con los cuales el gobierno progresista se comprometió en su programa electoral. Dedicar recursos para la instrucción militar implicaría la desatención de muchos programas sociales con los cuales la actual administración está comprometida. En definitiva, creemos que la iniciativa no va a tener mucha fuerza política, debido a que desde la misma interna frenteamplista las posiciones están divididas. Tal vez, sea un tema para tratar en un futuro a largo plazo. Y de todas maneras, las posibilidades ante un conflicto armado en Uruguay, son (esperemos...) mínimas. Y llegado el caso, los conflictos militares son cada vez más tecnológicos: se resuelven apretando un botoncito. Y para luchar contra eso, todavía estamos un poquito lejos en este subdesarrollado paisito. Así que si el coronel y la farolera se siguen encontrando es asunto de ellos: que sean felices. Al resto, que nos dejen tranquilos...
SON MILES, SON MILLONES
Cada año supera la cantidad de personas que envían remesas desde los países desarrollados hacia los latinoamericanos. Las familias que han quedado en nuestras tierras no son olvidadas por quienes han debido emigrar a otros lugares en busca de mejores posibilidades económicas. Una vez establecidos, los emigrantes, ya con otra tranquilidad económica que no era posible lograr en sus lugares de origen, comienzan a enviar remesas a sus familias que han quedado a lo largo y ancho de toda Latinoamérica. Uruguay no es la excepción. Cada año son miles los uruguayos que desde el exterior envían millones a sus familias que han quedado en el país. Pero sólo a modo de ejemplo, los últimos estudios dicen que México el año pasado recibió remesas por 23.000 millones de dólares y Brasil por 7.400 millones. Los uruguayos enviaron en 2006 remesas por 115 millones, lo que significa un 62% más, respecto al año 2005. Entre 2001 y 2005 la cantidad de hogares uruguayos que reciben remesas aumentó en un 400%.
La mayor explicación para el entendimiento de este aumento en el envío de remesas se refiere a la gran migración que nuestro país sufrió con la crisis de 2002. Los uruguayos que se fueron apenas pudieron establecerse comenzaron a enviar su ayuda a sus familias que habían quedado en el país. Pero la ayuda de quienes emigraron, para con sus familiares de Uruguay no está limitada al tema del dinero, ya que también se envían artículos o mercaderías y hasta los propios pasajes de avión para que quienes quedaron por el paisito puedan ir a visitarlos. Se trata de todo un rubro de la economía que muchas veces se pasa por alto. En el caso uruguayo hablamos de 115 millones de dólares que desde el exterior son gastados o invertidos en nuestro país. Son 115 millones menos de problemas. Son 115 millones más de satisfacciones. No queremos decir que cualquier razón migratoria se compensa con unas cuantas remesas, aunque haya algunos que sí la justifiquen de esta manera. Todos sabemos que la mayor causa migratoria de nuestros países tiene que ver directamente con el asunto económico. Y todos sabemos (¿todos?) que no hay plata que pague el poder desarrollarse como individuo y como parte de una sociedad en la propia tierra en la cual uno nació, a pesar de que después muchos cuando vuelven dicen: "Menos mal que me fui de este país de mier...".
MALOS ANFITRIONES
Algunos jugadores de fútbol extranjeros que juegan en nuestro país han denunciado que no son muy bien tratados dentro de las canchas. Dicen que reciben todo tipo de provocaciones. De todas maneras, saben que se trata de parte del "negocio", que es un hecho que se da en muchas partes del mundo y que Uruguay no es la excepción a esta costumbre. Al delantero de Peñarol, Silvio Mendes, le dijeron: "Negrito, volvé a tu país". Nuestro fútbol tiene este año la particularidad de que son unos cuantos los extranjeros que juegan en los diferentes equipos. Si no fuera porque conocemos el medio (y porque vemos los partidos), algunos encuentros podrían compararse hasta con el fútbol de nuestros hermanos argentinos, en el cual hay jugadores de toda América del Sur. En el nuestro ha habido en los últimos tiempos, argentinos, brasileños, colombianos, venezolanos, costarricenses, panameños, haitianos, paraguayos, bolivianos, etc. En materia de nacionalidades nos hemos transformado en un fútbol internacional.
Claro está, que estos jugadores que vienen a nuestro país fueron descartados de otros medios y resignados pasan una o dos temporadas por nuestras canchas. No se trata de que los mejores jugadores de Argentina o Brasil vengan a jugar a Uruguay. Se trata de que los que llegan ya "están de vuelta", son veteranos, corren poco o, directamente, aun siendo jóvenes, no podrían jugar en otro lugar sino en uno como el nuestro, en el cual el nivel es de los más bajos de Sudamérica. Lo que no está muy claro es cómo hacen algunos clubes para pagarles la remuneración mensual (sueldo, primas, premios), pues, con lo que se paga a uno de ellos, en algún caso, podría pagarse el sueldo de medio plantel de jugadores uruguayos. Más allá de esta polémica, que siempre existirá, no creemos que el maltrato denunciado por los jugadores extranjeros responda a este asunto. Muy equivocados estarían quienes se valieran del argumento de no permitir a los extranjeros desarrollar su actividad en nuestro medio en detrimento del trabajo de los propios uruguayos, pues, se cuentan por cientos los jugadores uruguayos que militan en el exterior. Seguramente las denuncias se refieran a casos puntuales que se acotan en circunstancias particulares de un partido de fútbol. El derecho de trabajo de los extranjeros en nuestro país debería ser el mismo que pedimos para los nuestros cuando deben salir a ganarse el pan fuera de fronteras.