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Lunes, 17 Mayo 2010 11:22

Muy Bueno

En Uruguay, MB no significa una calificación escolar, ni las iniciales de un grupo musical posmoderno. Tampoco es el diseño de una nueva tecnología celular. Se trata de las iniciales con las que firmaba el fallecido escritor Mario Benedetti.


por Tomer Urwicz, de Espectador.com
Había que escarbar entre el tumulto del bigote para toparse con su boca que se abría cada vez que era necesario recitar un poema o callar a un opositor. Dijo de todo, pero con su pluma. Su tupido mostacho no puso freno a las críticas de los conservadores académicos. Casi en el olvido le fue entregado el título Doctor Honoris Causa de la Universidad de la República, a los 83 años, cuando ya había recibido la misma distinción en tres universidades del exterior.

Vagó por los sitios más recónditos de la literatura, hasta supo convertir la política en novela. Vivió para contar lo que vivió. Casi como un cuaderno íntimo de una adolescente, se inspiró en narrar lo simple y cotidiano. “La poesía de Benedetti sabe a calle”, dijo su amigo y cantautor español Joaquín Sabina.

Errante por el globo, como quien naciera en el lugar donde brotó un mago sin patria –Carlos Gardel – (ambos eran oriundos de Tacuarembó) MB desafió la encrucijada de una vida perseguida por ideales políticos y sociales. “Una cosa es el exilio y otra cosa es el éxodo. En el exilo ponen a uno de patitas en la frontera y el expulsado se va con su nostalgia a cuestas en busca de otra tierra”, escribió Benedetti.

Trece años después de su obra más reeditada, la dictadura no le dio La Tregua que don Mario necesitaba y por 12 años jamás pisó sus pagos. Desde aquel momento, contadas veces habitó por más de seis meses en Uruguay. Excusado por una alergia crónica, encontraba en España el paradero para vegetar sus afectos, extrañar su tierra y pasar más de la mitad del año. Su condición de inquilino era hasta con su propio físico: “No somos dueños de nuestro cuerpo, tan sólo lo alquilamos”, cuenta MB en Vivir adrede (2007).

La escritora uruguaya Mercedes Vigil expresó al diario El Mundo de España: “Hay un grupito de intelectuales que se negó a darle el lugar que merece". La crítica contemporánea posicionó a Benedetti como un incasable trabajador, mas su obra literaria guarda los ataques más flagrantes.

El crítico literario Ruben Cotelo escribió en El País de Montevideo, el 15 de abril de 1963, aludiendo a Benedetti: "Sería mejor que antes de hablar acerca de la responsabilidad social del escritor, no se olvidara que antes viene su obligación de estudiar, estudiar y estudiar". No terminó de decirlo y un año más tarde otro uruguayo, Carlos Real de Azúa, se desquitaba en: Antología del Ensayo Uruguayo Contemporáneo (Udelar, 1964). Tenaz, atacó a MB: “Puede decirse que sus enfoques ensayísticos son sustancialmente -y etimológicamente- `ingenuos´. Más en general, la índole impresionista, la excesiva superficialidad, la ligereza de buena parte de sus inferencias y la correlativa elusión de todo calado hacia estructuras, de toda visión de totalidades. Y aún la escasa formación política, económica o social que a ratos se mostraba (tal en la idea de las clases) y el carácter eticista, peyorativamente ‘idealista’ de casi todos sus enfoques y soluciones, rematados con el epifonema de hagamos de la decencia nuestro folklore.”

Don Mario poco caso hizo a las enunciaciones en su contra, pero se confió de los grandes intelectuales de su época para recibir consejos. Tal fue el caso de un intercambio de correspondencias que mantuvo con Juan Carlos Onetti en 1951.

“En el plano de lo que se llama creación usted tiene -hasta la fecha, hasta donde yo conozco- mucha habilidad y, en pedazos, talento. Pero el estamañanismo no resulta porque es falso, es juego. Si protesto es porque cuando juego a ese juego me juego del todo; usted no lo hace y, pa qué hablar, usted sabe mejor que yo que no lo hace”, escribió Onetti en crítica a los ensayos de Benedetti de la época.

MB descascaró su alma y puso en la balanza su ego; así le respondió:

“Puede ser que me vaya convenciendo de que soy un pasable crítico de los otros y un pésimo, un comprometido crítico de mí mismo. Francamente, no me haría gracia. Me gusta hacer crítica, pero más, mucho más, me gusta hacer cuentos. No sé si me importa demasiado si haré algún ensayo definitivo de 300 páginas, pero sí me importaría hacer un cuento definitivo de cinco, diez o cualquier número de páginas. Usted dice que el estamañanismo es juego, es falso, que no me juego del todo y que lo sé mejor que nadie. No niego que el estamañanismo sea mediocre; más aún, lo veo mediocre por muchos lados y ninguno de mis cuentos me ha dejado conforme. Pero niego que para mí sea un juego (especialmente, en Idilio, Como un ladrón, La vereda alta) y menos aún que yo lo sepa mejor que nadie. Además, como usted profetizaba, he reincidido: terminé una short story o nouvelle o simplemente novelita -se llama El último viaje- y dos o tres cuentos cortos que probablemente reuniré en un volumen. No quiero que imagine que tengo demasiados resentimientos y cosquillas; como crítico, me revientan los tipos susceptibles que se ofenden ante cada dudador de su presunta genialidad. Simplemente, que los cuentos me importan, que no juego con ellos sino que trato de hacerlos en serio. De modo que si son mediocres o estúpidos u horribles, soy en realidad mucho más culpable y menos lúcido de lo que usted imagina. Y sepa que no descarto en absoluto que sea ésta la única verdad, porque usted es un lector inteligente, un lector crítico, y su opinión importa y además coincide, lo confieso, con la de otros lectores críticos e inteligentes”.

Quizás la mayor frustración de Benedetti recaiga en que él esperaba ser más reconocido en su país.

Es sabido que MB navegó por los ríos de la teosofía, cosmovisión que le generó una imagen pesimista del ser humano y la vida. Luego, se volcó por los carrilles de la izquierda.

Si el reconocimiento de un artista radica en la aceptación del público y la variedad de análisis sobre su obra, Benedetti fue un prodigio de su tiempo. Se puede interpretar que la falta de estudio por parte de su propio sector izquierdista sería el factor que manifestara el vacío que el autor sentía. Empero, se recaería en simples y banales especulaciones, casi infundadas.

En paralelo, el escritor argentino Manuel Puig vivió algo similar a Benedetti, la sensación que acabada la dictadura recibirían un reconocimiento masivo como luchadores contra el régimen. Nunca ocurrió.

El pensador Francis Fukuyama explica el concepto de reconocimiento: "El deseo de  reconocimiento no tiene un objetivo material, sino que busca sólo el reconocimiento justo de la valía individual por parte de otra conciencia humana. Todos los seres humanos sienten que tienen una cierta valía o dignidad inherentes. Cuando esa valía no es reconocida de manera adecuada por los demás, es decir, cuando se le trata como si valiera menos, el individuo siente ira; en cambio, cuando no consigue comportarse  de acuerdo con su sentido del propio valor  y no logra la aprobación de los demás, siente vergüenza; y cuando se le reconoce de acuerdo con su propio sentimiento de valía, siente orgullo. El deseo de reconocimiento es una parte extraordinariamente poderosa de la psique humana; los sentimientos como la ira, el orgullo y la vergüenza son la base de la mayoría  de las pasiones políticas  y el motor de gran parte de lo que sucede en la vida pública" (Confianza. Las virtudes sociales y la capacidad de generar prosperidad, 1996).

Son pocos, a pesar de los más escépticos, quienes desmerecen los buenos artículos periodísticos que Benedetti plasmó en el semanario Marcha. En todo caso, la poesía benettiana es el punto más controversial de su vasta obra literaria.

La utilización de imágenes simplistas, en blanco y negro, ha sido objeto de crítica y desapego.

Aún así, en los aciertos y deslices de quienes por su boca o pluma dejaron escapar comentarios sobre la literatura benettiana, en el Instituto de Profesores Artigas (IPA) decir MB es sinónimo de “nacional uruguayo”. La profesora María Esther Burgueño aseguró que “en Secundaria se sigue y seguirá enseñando a don Mario”.

Mientras tanto, a un año de su muerte, el público común lo calificó con un SMB: siempre Mario Benedetti.

fuente: espectador.com