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Miércoles, 28 Marzo 2007 19:16

ZONA DESTINOS - Marrakech: la ciudad roja.

Diario de viaje escrito
por:  Mami, de 27 años
para: Viajeros.com


29 MAR 07 - Portal del Uruguay.
Al llegar a Marrakech la primera impresión que se recibe es difícil de describir.
Desde la ventanilla del avión empiezas a ver que el color de la tierra empieza a cambiar tomando las tonalidades del desierto, Pero entonces como si de un espejismo se tratase la tierra empieza a colorearse de rojo y un oasis de palmeras se extiende bajo nuestros ojos.

Artesano ebanista en el zoco

Una vez ya aterrizados en Marrakech nos sorprende que ese color rojo, en mil tonalidades diferentes sea el color predominante de la ciudad, desde sus edificios públicos, sus murallas, sus palacios y hasta las casa particulares, todo es de color rojo, de ahí que esta ciudad sea conocida como la ciudad roja.

Por si todo esto fuera poco para sorprenderte cuando llegas por primera vez a Marrakech, el contemplar el atlas, que se encuentra al sur de la ciudad, con alturas superiores a los 4000 m.  y con todas sus cimas nevadas es un espectáculo que no deja indiferente a nadie. Una vez instalados en el hotel, que se encontraba en la Palmerie, lo primero que se ve cuando te acercas a la medina  y traspasas sus murallas es la Koutoubia junto a la mezquita que le da nombre.

Este minarete con sus 70 m de altura es uno de los monumentos mas representativos de la ciudad, cada una de sus fachadas y de sus arcos son  diferentes, y se considera que es “la hermana pequeña” de nuestra querida giralda. Nuestra primera visita fue a los jardines Majorelle, el trafico de por si ya caótico, pero ese día aun peor porque el rey de Marruecos estaba en la ciudad y habían muchas calles cortadas, hacia imposible trasladarse hasta el centro de la medina como era nuestra intención, por lo que decidimos visitar estos jardines propiedad de el modisto francés Yves Saint Laurent.

Este jardín botánico, creado en 1920 y rodeado de altas  murallas contiene cactus gigantes, bambúes, cocoteros y miles de flores de colores que contrastan con los tonos azules de los caminos y pabellones interiores haciendo que resulte sorprendente y muy original, y creando un ambiente relajado por el que pasear resulta muy gratificante y consiguiendo hacerte olvidar el caos que se encuentra detrás de sus murallas. Al salir de allí como el tráfico seguía siendo bastante complicado decidimos ir caminando hasta la plaza de Jemaa-el-Fna. 

Esta Plaza fue elegida por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Esta plaza es el centro de la medina, tanto de día como de noche. Por el día es un mercado donde se venden naranjas, frutos secos y otros productos típicos. A partir de las 5 de la tarde empiezan a llegar los puestos ambulantes de comida, en los que se prepara todo tipo de platos de verduras, carnes y pescados, que yo no probé, no me atreví.-71- Al caer la noche la plaza se convierte toda ella en un espectáculo, aparecen corros de personas entorno a todo tipo de artistas, encantadores de serpientes, cantantes,  músicos, contadores de cuentos, acróbatas y curanderos que prometen curar cualquier mal con sus pócimas.

El público es mayoritariamente  hombres marroquíes, aunque también los turistas intentamos ser testigos de esta experiencia que ha cambiado muy poco desde los tiempos medievales. Jemaa-el-fna esta rodeada de cafés donde se puede degustar un riquísimo te con menta, al que me he aficionado muchísimo, o tomar algo para cenar mientras se sigue contemplando el espectáculo. No resistí la tentación de entrar a los zocos, donde comprobé que es muy fácil perderse de hecho nos perdimos cada vez que fuimos.  

Al día siguiente cogimos un guía para que nos introdujera más en el ambiente de la ciudad. Aunque ya lo habíamos hecho el día anterior solos volvimos a recorrer la medina y los zocos y nos enseño los diferentes gremios que los forman: herreros, cesteros, ebanistas, tintoreros y  curtidores. 

Cerca de allí visitamos la Medrasa de Ben Youssef( Madrasa o escuela coránica). Es la más grande de todo Marruecos y se fundo en el s.XV. El patio central  es realmente maravilloso, tiene un estanque central donde se reflejan las arquerías que lo rodean resultando una imagen encantadora.Las decoraciones van de  los mármoles a las escayolas y las maderas finamente talladas, y sobre todo ello domina un color rosado que da un toque de calma y serenidad.

En el piso superior se encuentran las habitaciones de los estudiantes con capacidad para 500, pero en este momento  vacías porque la medrasa esta ahora mismo solo para uso turístico. Justo al  lado de la Medrasa esta el museo de Marrakech, instalado en un antiguo palacio del s.XIX, contiene un patio central bellamente decorado alrededor del cual están las salas que contienen obras de arte contemporáneo y orientalista. Sin duda lo mejor es contemplar las propias salas mas que lo objetos que contienen.

Para descansar un poquillo y mientras seguir disfrutando de la ciudad alquilamos una calesa que nos paseo por dentro y fuera de las murallas durante una hora aproximadamente. 

Después de comer algo en uno de  los cafés de la plaza nos fuimos al Palacio de la Bahía. 

Este palacio fue la vivienda de la favorita del sultán y fue construido en el s.XIX. Consta de un patio pavimentado de mármol en torno al cual surgen lujosas estancias. Para construirlo se contrataron a los mejores artesanos de la época y los materiales más valiosos, por lo que es uno de los palacios más ricos y hermosos de Marrakech.

Al lado de este palacio se encuentra el palacio El-Badi que fue construido en 1578 y que llego a ser uno de los palacios más bellos del mundo, con 360 habitaciones suntuosamente decoradas y un enorme patio central con estanques, fuentes y jardines a diferentes niveles. Pero en 1696 la capitalidad del estado se traslado a Meknes y el palacio fue despojado de todos los materiales valiosos que lo decoraban dejando solo los muros de abobe.

Hoy del gran palacio no quedan mas ruinas .Pero merece la pena ir hasta allí porque en el único pabellón que queda en pie existe una terraza a la que se puede acceder y desde la que se ve una panorámica maravillosa de los tejados de la ciudad y una vista del Atlas nevado impresionante. Después de visitar este palacio volvimos al hotel para tomar el sol y relajarnos un poquillo en la piscina. La cena fue en un precioso palacio árabe y consistió en aperitivos marroquíes, pástela de pollo y tajine de venado. En nuestro tercer día en la ciudad visitamos las  tumbas Saadis.

Es uno de los lugares mas visitados del país. Datan del S.XVI   consta de dos mausoleos independientes con mas de 100 tumbas. Dentro del mausoleo las tumbas están  decoradas con gran riqueza, majestuosos techos en forma de cúpula, escayolas en forma de estalactitas, intrincados tallados y pilares de mármol. Después fuimos a visitar la Menara, que es un pabellón de recreo junto a un estanque  rodeado por un jardin de olivares. Antiguamente estaba destinado a los encuentros amorosos de los sultanes de Marrakech. Hoy en dia ha perdido todo su encanto, no merece la pena ir hasta allí.

Tras visitar la menara y de camino hacia la parte moderna de la ciudad pasamos otra vez por los zocos donde compramos algunas cosillas de artesanía marroquí. Gueliz, el barrio moderno, se encuentra al noroeste de la medina, es un barro de aspecto europeo con amplias avenidas, jardines y centros comerciales, pero no tiene el encanto de la medina.

Después del paseo por Gueliz y tras pasar por el hotel para arreglarnos un poco fuimos a cenar a un restaurante que nos habían recomendado y que nos gusto bastante, muy romantico , musica arabe, muchos cojines para recostarte mientras cenas, pero no nos avisaron que solo había un menú y resulto que consistía en lo mismo que habíamos cenado el día anterior, aunque en esta ocasión también incluía cous-cous.

Al dia siguiente , nuestro ultimo dia en Marrakech, gastamos las horas que teniamos antes de ir al aeropuerto de nuevo en los zocos comprando algunas cosillas que habia visto el dia anterior, y tomando un ultimo refresco en la plaza Jemaa-el-Fna