Pero también honrando a la memoria de los libertadores en verdad, sin nombrarlos para el proselitismo barato, simplemente, teniéndolos presentes para reivindicar la fraternidad sudamericana.

Poco importan los egos y los apetitos personales y muecho menos los intereses económicos que aunque parezca mentira, siguen primando por encima de la ética.

Bastante problema tenemos con el legado que nos dejaron los conquistadores y sus aberrantes herederos que por los años de los años siguieron construyendo la carpa de la fiesta de la vida para una minoría, excluyendo a la gran mayoría.

Bastante tenemos con la obligatoriedad de acomodar el cuerpo a la marcha impuesta por el primer mundo que cuando acierta nos perjudica y cuando erra nos perjudica peor.

Los habitantes de esta región cuando nos encontramos en cualquier lugar solemos mirarnos a los ojos y abrir nuestros corazones porque todos, sin distinciones, cuando vemos a otro sudamericano vemos a un hermano.

El diálogo debe primar entre los seres humanos y nunca cortarse para dar paso a la barbarie bélica.

Y mucho menos en nuestra América del Sur.

Sería indigno, además de fraticida, gastar en munición lo que hace falta en alimento para mitigar el hambre de muchos que increíblemente aún lo tienen en estos suelos tan ricos.

Nos rebelamos dignamente ante cualquier anuncio de guerra en la región; el que quiera matar hermanos no está en sus cabales y sobra en este continente.

La única confrontación posible en esta tierra es la de las ideas y el que así no lo entienda, es porque carece de ellas.

Por la paz en América del Sur, debemos unirnos todos los que aún, mantenemos el sano juicio.


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