Alentados por la gran repercusión de La Puesta del Sol, hoy queremos "desempolvar" otra nota del Blog Editorial. Lo hacemos en el mismo marco de siempre: invitando a la reflexión.
En plena vigencia de la revista Ruttas, recibí la invitación.
El amigo, maestro de vida y profesión, Rodolfo Llacer, a mediados de noviembre me decía del otro lado de la línea de teléfono: ¿ qué tenés que hacer el 29 de enero a las siete de la tarde...?, acostumbrado a su estilo, respondí que nada, entonces agregó: andá al aeropuerto con una valija, nos vamos a España...
Fui el único periodista invitado entre más de trescientos participantes latinoamericanos al congreso anual de Atom-Omvesa, a celebrarse en Santander.
Mi primer cruce del Atlántico en el Boeing 707 de Pluna; Ana Belén comandaba todos los rankings con La puerta de Alcalá y yo me pellizcaba mirándola, poco antes de mi primer carajillo en frente al Corte Inglés, de paso por Madrid.
La cena en Los Galayos, en el Arco de Cuchilleros, sobre la calle Botoneras, en la Plaza Mayor, semejaba las ostentosas mesas de los emperadores romanos. Vinos de La Rioja, pernil de cordero; jamón serrano; setas; lenguado; mariscos; angulas; tortillas, formaban parte del menú de mi primer contacto con la gastronomía española en vivo y en directo.
La recepción del Ayuntamiento, en el Casino de Madrid, show flamenco y canapés variados; las salidas de tapas; el exquisito cochinillo cortado con cuchara en el Mesón de Cándido en Segovia; la nevada al regreso en las cumbres de Navacerrada y ya , a orillas del Cantábrico, el rigor profesional del Congreso, matizado con la continuación de la orgía gastronómica en la que había derivado el viaje.
Un día, la distensión, partida luego del desayuno, toda la caravana a San Vicente de la Barquera; recepción de las autoridades, entrega a Rodolfo de las llaves de la ciudad por parte del Alcalde, en las ruinas de un templo del siglo XII y continuación vía Comillas, cuna de Gaudí, a la ciudad de las tres mentiras, Santillana del Mar, pues no es santa, no es llana ni está en el mar. El Fino Laína en cada escala, el frío del invierno y el par de horas que indicaba que había pasado el mediodía, conformaba la unanimidad: el apetito era incontrolable. Poco antes del arribo a la pétrea ciudad, enclave de las Cuevas de Altamira, daba para especular que deberíamos soportar bastante aún antes de ingerir bocado; más de trescientos comensales en un parador nacional....la experiencia indicaba que debíamos superar aún el desorden de la ubicación para que recién entonces se iniciara el servicio. Error en el cálculo; estaba todo tan bien dispuesto que en pocos minutos, todo el contingente se había ubicado y ahí la agradable sorpresa: el primer plato servido, las vasijas de cerámica rebosantes de vino, el crocante pan en las paneras... y acorde a la baja temperatura reinante, luego, el plato principal: cocido montañés,
¡ qué vergüenza...tres platos...¡¡ .
Muy a nuestro pesar, llegó la noche de clausura del evento.
Etiqueta; autoridades; prensa local; mucho caviar y salmón, abundante cava y como no podía ser de otra manera, discursos.
El final, el de cierre, lo protagonizó el Director de la empresa anfitriona, uno de los hermanos De Andrés; temática de estilo, orgullo empresarial, agradecimiento por las ventas anteriores, estímulo por las que habrían de venir y una sentencia inolvidable:
quienes observan de fuera, quienes no conocen nuestra actividad, no tienen idea la de caviar, salmón y champagne que debemos soportar, para poder llevar unas pocas judías a nuestra casa....
La fina ironía, el poder de síntesis que encierra la frase, se convierte en enseñanza y advertencia; nos dice que debemos tener presente el mensaje entrelíneas.
La gran mayoría, me incluyo; en lo cotidiano, obvió o aún hoy, obvia, la real evaluación de la relación recaudación-lucro al administrar una agencia de viajes. La omisión del simple ejercicio de saber que del total ingresado a caja o del saldo en la cuenta bancaria, sólo un pequeño porcentaje es lucro y el resto es retención transitoria, frecuentemente es motivo de desfasaje financiero que casi inevitablemente, culmina en quiebre económico.
La vida de champagne obnubila y la utilidad de cerveza no cubre.
Tan importante o más aún que ser buen vendedor, conocedor del mundo, hábil operador, es ser buen administrador. Siéndolo, a la larga, se encuentra el equilibrio cuando el goteo del ingreso cervecero, colme la copa y posibilite, financiar un lujo de champagne, con fondos legítimos y propios.
No observar esta disciplina, condena en primera instancia a la calesita, todos sabemos que no es la del Parque Rodó, posteriormente, al fracaso.
Palabra de la experiencia.