Por estos días, en nuestro país, la clásica discusión entre los sectores turísticos que prefieren un verano sin lluvias y los del Interior del país dedicados a la producción agro-ganadera que sí necesitan de la lluvia para poder subsistir, nos hizo recordar la discusión de aquel grupo antes de entrar al boliche. Las sensaciones térmicas se elevan encima de los 40 grados. Se registraron marcas históricas de consumo de agua potable (Montevideo). Los supermercados y almacenes vendieron bebidas como no lo hacían desde hace mucho tiempo. Alguien me apuntó: "¡Los desodorantes de uso personal también se venden lindo eh!". Tiene razón. Uno sale de su casa, recién bañadito, fresquito y no termina de cerrar la puerta cuando ya tiene ganas de meterse otra vez en la ducha. Estamos viviendo días infernales de calor, propicios para los incendios; propicios para estar todo el día adentro del agua del mar... o debajo de la manguera.
Pero a pesar del calor y de que mucha gente esté de vacaciones, la vida del país continúa su marcha. Una marcha cansina, a tranco lento, como no podía ser de otra manera entre los habitantes de una tierra poblada por uruguayos. Pasan los días, pasan las semanas, y si uno se va del país y agarra un diario el día que vuelve, tiene que fijarse bien en la fecha del mismo, pues a uno le da la sensación de que nunca se fue. Pero no es así: el viaje se hizo. El problema es que el país en ese lapso que uno estuvo lejos, da la sensación, que quedó estancado en el tiempo, como esperando a que volviéramos para seguir andando. El país nunca avanzó. Sigue ahí, quietito, como cuando nos fuimos. Y los ejemplos son varios: el triste caso de la desaparición de Natalia Martínez; las idas y vueltas del Gobierno con el tema de la reprivatización de PLUNA; las marchas y contramarchas referidas a las plantas de celulosa; los negocios en el fútbol con la empresa "Tenfield"; el "caso Berríos"; Bordaberry... y la lista podría continuar.
Teníamos poco los uruguayos que justificara nuestra modorra, para agregarle ahora el tema del calor. Cartón lleno. Cualquier cosa que queramos hacer o conseguir de parte de alguien, sabemos ahora, que tenemos al calor como aliado para que eso que necesitamos demore un poquito más de lo normal (que ya era bastante...). Hacer un trámite en una oficina pública que no tenga en sus instalaciones un equipo de aire acondicionado es por estos días, al menos en Montevideo, una tarea para verdaderos expertos de la ciencia de la seducción... y de la paciencia (porque ya no alcanza con hacerle alguna guiñadita a la veterana del mostrador o convidar al bigotudo del escritorio del fondo con un cigarrito: el calor terminó con buena parte de estas artes). Todo en este país ahora es más lento que nunca a causa del calor. Todo el mundo anda como "boleado": nadie tiene ganas de hacer nada. Todos queremos sacarnos la ropa (pegajosa desde que cerramos la puerta de casa) y tirarse a dormir la siesta con tres ventiladores "abajo'el perejil". Y es normal que así sea, a fin de cuentas los uruguayos también somos personas normales. Y como en mi caso particular me considero tan uruguayo como normal, a pesar de que tenía todas las ganas de seguir con Ud., estimado lector, yo también me voy a sacar todo y a pegar un manguerazo. Disculpe Ud...