En el año 1969 viajé como guía ( no se usaba la denominación Tour Conductor), llevando ( para no polemizar) " uno de los primeros" grupos de uruguayos a Villa Carlos Paz. Salimos de Montevideo en un Mercedes Benz 113, de 36 asientos ( los 5 del fondo en línea y sin reclinar ), obviamente, nada de baño ni aire acondicionado, apenas, calefacción, si funcionaba , claro.
Fuimos hasta Fray Bentos; allí nos embarcamos en el Expreso Carapachay ( lancha), cruzamos el Río Uruguay y del otro lado, nos aguardaba otro Mercedes, en este caso, de 37 asientos. Obviamente, la distribución de asientos, como siempre, difería en uno y otro país y allí, ya se armó el primer lío con los pasajeros. Cuando abordamos la unidad argentina y el chofer enfiló hacia la ruta, lo miramos interrogativamente...¿ qué pasa flaco? preguntó y le respondimos ¿ y el otro chofer?...
Canchero, sonriente, nos dijo " el otro sos vos, no me digás que no manejás" Las penurias de esa semana, no están escritas, en ese viaje, al regreso a Puerto Unzué, aprendimos a cebar mate...había que mantener despierto al conductor.
En 1973, fui el "coordinador" de ocho ómnibus con destino a Asunción y Cataratas. Las lanchas tenían capacidad para transportar el pasaje de dos ómnibus, solamente habían dos; primera demora. Cuando logramos cruzar el río, ubicar los ocho coches argentinos que habrían de transportarnos a destino y partir, pusimos proa a uno de los más desastrosos viajes que hayamos hecho alguna vez.Nunca llegamos a alojarnos a Foz do Iguazú. A la demora del trasbordo en el cruce del Río Uruguay, se le sumó la lluvia en la zona de Cataratas y con ella, la imposibilidad de transitar los caminos de tierra después de El Dorado. Motín a bordo, los ocho coches " secuestrados" por el pasaje, descreído de tal imposibilidad. Comprobación in-situ de las rutas anegadas e intransitables y retorno, vía Ruinas Jesuíticas de San Ignacio, las cuales visitamos de noche, a luz de linternas, camino a Posadas, adonde arribamos, en plena Semana Santa, con más de trescientos pasajeros sin reserva de hotel ( supuestamente, estaríamos durmiendo en Foz) a medianoche...mujeres a un lado, habitaciones de cuatro, cinco y seis camas...hombres al otro lado, igual distribución. Sobrevivimos, no sin "guapear" , cruce en balsa de Posadas a Asunción, dos jornadas semi-normales en la capital paraguaya ( me tocó ir con mi grupo a un bonito hotel con parque y piscina en la zona de Itá Enramada; la mayoría de las camas eran redondas, las habitaciones tenían espejo en el techo y garages individuales...)y retorno, no con 8, sino con 10 buses; se sumaban ochenta personas que habían realizado un semicrucero remontando el Uruguay...
antes de salir, la frutilla de la torta: nos avisan que para el cruce del Río Uruguay, hacia Fray Bentos, tendríamos disponible una sola lancha, la otra se había roto. Diez buses, veinte choferes argentinos; propina en efectivo para cada uno durante el almuerzo antes de la partida y el ruego: "por favor distanciemos la salida, salimos primeros dos coches, a la hora otros dos y así hasta el final, no se vayan a juntar en Puerto Unzué, no hay techo, no hay baños, está pronosticado un día de sol agobiante y tenemos una sola lancha", la respuesta no se hizo esperar: " tranquilo flaco, andá tranquilo, está entendido". Junto al otro bus que habíamos designado, llegamos al mediodía siguiente al puerto para embarcar; estaba la lancha; a los cinco minutos, llegaron dos buses más y dos más y dos más. Antes de partir el primer servicio, se juntaron los diez buses; el sol rajaba la tierra y los ánimos comenzaban a caldearse. Los pasajeros de los dos primeros coches estaban a bordo de la Carapachay y hubo que aguzar el ingenio: con planillas en la mano y voz firme le dije a los ocupantes de los ocho buses restantes " que ya venía la otra lancha" y corri hacia el muelle y en el preciso momento que se soltaban las amarras, salté a cubierta y creo, salvé mi vida. Los últimos pasajeros llegaron a Montevideo a la mañana siguiente, ese día que me diagnosticaron gastritis y que presenté mi renuncia indeclinable en la agencia de nuestra principal avenida.
En esa época, no había puentes y cruzábamos...y así nos iba. Nos vemos.