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Martes, 18 Septiembre 2007 04:26

Cuento de hoy

 por Sergio Antonio Herrera

MVD 18 SET 07 PDU

Hace un rato, cuando la alarma del celular, a las 5, me despertó, maldije la profesión y el horario en que debo comenzar cada jornada.

Debajo de la ducha, como todas las mañanas en las que no tengo preparado el editorial con aticipación, me pregunté:¿ sobre qué escribo hoy?.

El viento se hacía sentir y en el séptimo piso, el agua de la lluvia chocando contra el ventanal, más que romántico, como algunos poetas llegan a describirlo, constituía un hecho preocupante.

Mientras calentaba el agua para el mate y me deleitaba con el aroma y el bienestar que provoca el café recién filtrado, me asomé para mirar hacia la avenida.

Es casi un rito de cada mañana que posibilita saber, con una simple mirada, como hay que vestirse, que precauciones hay que tomar con respecto al clima y regodearse, observando como en una postal, el Cerro de Montevideo y la bahía.

En esas estaba, observando como las copas de los árboles eran mecidas por el enojo de Eolo y como, las azoteas de las casas de la manzana de enfrente acopiaban agua de lluvia, cuando en la soledad de la hora, la inexistencia de tránsito me permitió divisarlo en exclusiva: era un muchacho joven, de jeans, championes y una campera con capucha, pedaleando en su bici rumbo al centro, haciendo que la rueda delantera de su medio de transporte, surcase y apartase el agua que anegaba la calzada.

Convenientemente equipado, bajé por el ascensor, caminé unos pocos pasos hasta el auto, lo encendí, esperé unos minutos hasta que el motor obtuvo la temperatura requerida, puse primera y enfilé, en la ruta de todos los días hacia la redacción.

Estimé el confort de mi transporte, valoré la solidez de mi vivienda , bendije mi profesión y a la vez, sentí el placer instranferible de madrugar. Cuesta despegarse de las sábanas pero, una vez que se consigue, el aprovechamiento de la jornada, el íntimo plus de dignidad que da el trabajo y el repaso como flash, de la campera y los jeans chorreando agua , la estela apartada por la rueda delantera de la bici y la incertidumbre de no saber hacia donde iba el muchacho, me aportaron fuerza y preocupación.

No saber si su jornada se desarrollaría como la mía, ahora, en una cómoda oficina o continuaría al aire libre sin posibilidad de secar en todo el día sus mojadas vestiduras.

¿Qué me pasa? ¿Porqué este cuento?

Viene a la mente y de ella a la web, por la sencilla razón que no somos lo que podemos; que este país en el que vivimos mantiene carencias por caprichos, ignorancia y mezquindades.

Por eso insistimos con colocar al turismo donde debe estar; para que se convierta en la actividad multiplicadora que debe ser; en la ÚNICA actividad que puede sacarnos del actual estado de cosas.

Eso es lo que me pasa, por eso, este cuento. Nos vemos.