¡Cuidado!, siempre que lo que aprendimos sea utilizado para solventar las equivocaciones del pasado, abrir caminos a un futuro que queremos mejor y seguir aprendiendo.
En TURISMO, los errores cometidos hasta ahora, tanto los emergentes de la incapacidad o desconocimiento de la Administración Pública, como los generados a nivel privado, muchas veces éstos por comodidad, desidia o simplemente conformismo, no podrían catalogarse estrictamente como grietas insalvables en el organigrama de la industria turística uruguaya, podríamos aventurarnos a decir que se trata de fisuras que deben ser rellenadas adecuadamente.
Lo primero que debemos hacer es desdibujar el mapa de desinformaciones que, por décadas hemos estado utilizando como cuaderno de planificaciones en la materia.
Seamos humildes cuando barajemos posibilidades y enormemente creativos al momento de concretarlas, pero comencemos por una franca introspección de nuestra realidad como país turístico.
Uruguay, como oferta turística no existe.
Resulta incómodo tener que reconocerlo, más cuando durante años nos han hecho creer que contamos con las siete maravillas del mundo para atraer visitantes.
Y nosotros nos hemos ocupado, periodismo y operadores de turismo, de crear la falsa imagen de un paraíso buscado por el mundo, deseado y por fin hallado escondido dentro de nuestras fronteras.
Pero hasta ahora no ha sido 'fabricado' el Uruguay turístico que pueda venderse con relativa facilidad.
Estamos actuando como los animales de tiro a los que se les colocan anteojeras para que no pierdan de vista la ruta -angosto camino- trazado por el conductor.
Y nos hemos encaprichado en que el conductor de nuestro camino en esta materia tan trascendental, no tenga intereses uruguayos.
Hasta el momento nos venimos conformando con un fragmento casi local del mercado: el que tan sólo debe traspasar una frontera para llegar al país.
No es mala cosa cuando el mismo arriba en forma masiva y generando divisas pero, en los últimos años hemos visto bajar sensiblemente el gasto de los turistas argentinos y cada vez hemos tenido que provocar de forma más agresiva y con mayores desembolsos económicos, su interés por nuestras playas (el turista argentino viene en busca de arena y sol).
¡Por supuesto que nuestra oferta en Argentina está bien encaminada! Nada podemos objetar al respecto pero ¿qué pasa cuando nos cierran puentes y nos quitan a los turistas en nuestras propias ineficientes narices?
¿Hasta cuándo seguiremos adulterando los balances para dar respuestas que satisfagan a unos pocos intereses desinformando a otros muchos?
Los argentinos vienen -o venían- porque tenemos las playas que a ellos les faltan o que tienen, pero con temperaturas medias muy inferiores a las de las nuestras.
Nos jugamos todo a una sola carta y desde esta realidad surgen nuestros principales errores.
Nos centramos, quizás por cercanía, en el mercado argentino y nos olvidamos de países que en el entorno del Cono Sur y adyacencias, son potenciales clientes de nuestro turismo: Paraguay y Bolivia, por sus condiciones mediterráneas; Perú y Chile por el contraste de las costas atlánticas con las del Pacífico.
Un segmento relativamente importante de la población de clase media y media alta de de estos cuatro países debería estar en la mira de nuestras campañas para captar visitantes.
Primeros dos errores, el de acostumbramiento y el de omisión.
Para viajar se necesitan medios de transporte y en este aspecto Uruguay es un país aislado.
Las frecuencias terrestres, marítimas y aéreas con Argentina y en algunos casos con Brasil no solventan las necesidades de una cobertura logística mayor.
Dependemos tanto de terceros, que esperamos que los viajeros lleguen a Argentina y desde allí, si no les han atrapado las ofertas turísticas de ese país o si, después de hacer turismo en él les queda un resto de días libres, crucen al nuestro para encontrar en él, lo que ya les han ofrecido, mostrado y han disfrutado, con la salvedad de que lo nuestro se basa apenas en buenas intenciones a escala menor.
No hay aviones ni hay ómnibus en viaje directo entre los posibles clientes y nuestra oferta de venta.
Tercer error, el de planificación.
El segundo fragmento importante de viajeros que, si queremos catapultarnos a la condición de país de turismo debemos saber atraer es el brasileño.
No podemos ser tan ilusos de pensar que los del norte llegan a Uruguay por su oferta de sol y playa. Han bajado en busca de lo diferente y en la medida que no sepamos dárselo, perderemos su interés.
¿Alguna vez nos pusimos a pensar qué podíamos ofrecerle a un país que tiene, un carnaval más espectacular que el nuestro y playas paradisiacas?
Seguramente algo han encontrado para seguir viniendo, que no es precisamente lo que nos encaprichamos en venderles y sería buena cosa encontrar la respuesta para así poder potenciarlo.
Cuarto error la desidia, el autoconvencimiento de que con lo que ya contamos es suficiente.
Podríamos continuar enumerando los desaciertos en los que hemos incurrido y que nos van arrinconando entre los países que pasan desapercibidos a la hora de elegir destinos.
Uruguay no puede asegurar entre el 10 de diciembre y el 28 de febrero, 56 días (un 70 por ciento) de sol, ni una temperatura media constante.
Hay 24 días que no son de playa (en el supuesto de que los visitantes vengan en plan de turismo de playa) y que no pueden quedar en blanco; debemos ofrecer otras opciones que satisfagan a éstos y permitan captar turistas con intereses diferentes a los de baños de sol y de mar.
Circuitos turísticos culturales aprovechando que la cultura es un fuerte de nuestra idiosincrasia.
Espectáculos que escapen de la puntualidad (no nos referimos a la horaria) y resulten populares y accesibles, aún a los turistas que no han sido previsores para sacar entradas con tres meses de anticipación.
Crear actividades periódicas con continuidad. En este aspecto los festivales son una opción interesante a tener en cuenta.
Debería planificarse y unificarse los calendarios de festivales pensando en distintas ofertas para distintos clientes. En este aspecto la superposición no perjudica, la omisión sí.
Uruguay tiene ya una importante lista de festivales locales e internacionales cuya importancia ha trascendido fronteras.
Folclore, danzas, cine, se dividen entre los que motivan la presencia de turistas y los que, sin ser proveedores inmediatos de éstos, dan fama al país organizador.
La importancia de ambos está separada por sus repercusiones: la inmediatez y la sostenibilidad.
Esta última refiere esencialmente al mercado más distante (América del Norte, Europa o países como Japón) y que trataremos en una segunda parte.
La primera entraría a formar parte de un circuito periódico que requiere una difusión agresiva, convincente y realizada con varios meses de anticipación, en los países nombrados en un principio.
La necesidad, real o inducida, de conocer culturalmente un país, una región, una ciudad, es el primer paso para crear una corriente de turismo no estacional.
En la otra punta de la línea invisible debe haber una oferta real. La seriedad es esencial y la propuesta debe convencer con:
· un calendario inamovible;
· una logística complementaria eficaz;
· una oferta hotelera diversificada;
· una gastronomía tradicionalmente autóctona
· otra gastronomía de nivel internacional
· disponibilidad de horarios para acceder al arte (museos), al espectáculo (teatros), a los tours guiados, etc.
El tratamiento de estos temas, algunos de los cuales Uruguay tiene salvados con nota alta, y otros los trataremos en la próxima entrega en la que realizaremos comparativas entre las ofertas turísticas a nivel mundial y la oferta uruguaya.
GUÍA DE ENTREGAS FUTURAS:
Parte 2 . Convencer a quienes están lejos
Parte 3 . Lo mismo haciéndolo diferente
Parte 4 . Segmentos específicos y turismo masificado
Parte 5 . Ofertas para cada sector
Parte 6 . La experiencia ajena
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