Emparejar para abajo parece ser la consigna, no sólo del gobierno de Vázquez, sino también del de Lula y de todos los otros gobernantes de la región, que están asolando con impuesto tras impuesto, no solamente al empresariado industrial y comerciantes productivos, sino también a quienes ganan sueldos y pasividades de miseria, en el caso uruguayo nada menos que más del 85 por ciento de la población.
Me siento solidario con los controladores aéreos de Brasil, pésimamente retribuidos, que son tan víctimas como los pasajeros que debieron permanecer horas en los aeropuertos de todo el país, o bien que se quedaron sin las vacaciones de la Pascua.
Todas las culpas cargan sobre los hombros del gobierno federal, que no invirtió lo suficiente en el sector, como ocurre, también, en Uruguay y Argentina. Y en Paraguay y en Bolivia.
Sucede que en la banda oriental del Río de la Plata el pueblo es manso y los controladores también. Aunque en algún momento, y no hace muchos años, se levantaron en paro al borde del inicio de las vacaciones de verano. ¿Recuerdan?
El Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea -que me reta cada vez que me ve- (le tengo consideración porque respeto mucho a su padre, con quien mantengo excelente relación) se tiraba de los pelos y maldecía a diestra y siniestra acusándome de llevarles la valija.
Pero sigamos en Brasil. Los controladores volvieron a sus puestos pero demandan una bonificación de 1.500 dólares porque sus estipendios son lisa y llanamente ruines.
El gobierno de Lula, -mandatario que tuvo que interrumpir una gira por el exterior-, está dispuesto a ofrecerles hoy 750 dólares, y los amenazó con recurrir a controladores extranjeros para dar soporte al control del tráfico aéreo en todos los aeropuertos de Brasil.
Guapeó Lula, pero aquí nadie se la cree. También Reagan en los ochenta, expulsó de un plumazo a 1.700 controladores que a la semana volvieron a sus puestos.
Prendidos con alfileres los sargentos controladores retornaron al trabajo.
Parió mi abuela, y hace instantes los controladores de vuelos civiles de los aeropuertos de Río de Janeiro, San Pablo y Brasilia decretaron la huelga.
A destiempo, quizás, pero en todas partes se cuecen habas y exigen el fin de supuestos privilegios de los controladores militares, sin perjuicio de las reivindicaciones salariales, apertura de concursos y soluciones inmediatas a las deficiencias estructurales del sector.
Un dirigente gremial de los controladores de Salgado Filho comentó que si el gobierno hubiese mantenido la decisión del Comandante de la Aeronáutica de detener a los sargentos amotinados, una revolución de controladores se habría desparramado por el inconmensurable territorio norteño.
"El viernes fue mi mejor día de de trabajo en 21 años", confesó.
"Cuando pedí una autorización para un vuelo de Gol con destino a Río de Janeiro, recibí por respuesta: "Toda Porto Alegre atención; Brasilia no está aceptando tráfico ninguno. Sólo van a poder aterrizar los aviones que están volando. Decolar, ninguno".
"Dos horas después, el centro de Curitiba dejó de aceptar operaciones". Fue una adhesión que comenzó en Manaos, bajó a Brasilia, y de allí, en efecto cascada, se esparció por todo el país".
El hecho concreto es que el gobierno tuvo que dar marcha atrás. Si Lula no hubiera desautorizado con celeridad al comandante de la Aeronáutica los controladores hubiesen parado Brasil.
La respuesta militar es que todos están unidos pero subordinados al poder civil que ejerce el presidente de la República.
"Llamale hache", hubiese dicho mi padre, porque en esta unión no está la fuerza, como tampoco la está, y parezco un loco al derivar en que a partir del próximo lunes aumentan 25 por ciento las patentes de los vehículos cero kilómetro en todo Uruguay.
¡Hasta la vuelta, colegas, nos vemos el lunes, y si utilizan esta información lo menos que pueden hacer es citar la fuente!
Amigos suscriptores, me adelanto en desearles, a todos, ¡Felices Pascuas! Y también hasta el lunes!