Me cuesta escribir la denominación actual (Ministerio de Turismo y Deportes); no es, ciertamente por aversión al deporte -sino seguramente desde el inconsciente- que rechazo esta realidad: la de que no sea exclusivamente de turismo. De todas formas, lo positivo, más allá de la reciente consolidación de ambas carteras, es que seguimos contando con lo que para nosotros es, un organismo de vital importancia.
Prácticamente, desde su creación, cuando dejaba atrás a la antigua Dirección Nacional de Turismo, este ministerio, administración tras administración, corre riesgo de desaparecer. En reiteradas oportunidades, incluso en alguno de los proyectados planes de gobierno preelectorales, fue manejada esta posibilidad; sin ir más lejos, antes de las últimas elecciones volvió a ocurrir. La discontinuación, entonces pende, cual espada de Damocles sobre él y sería necesario analizar el porqué de esta situación.
Se puede resumir el diagnóstico indicando que la carencia del prestigio suficiente es, por lo menos, la principal de las causas. La actividad toda, sufre esa categorización implícita; el desconocimiento acerca de la industria, la razón de este libro, es lo que la determina. No puede pensarse seriamente, al Uruguay sin Ministerio de Turismo; el actual gobierno basó su plataforma electoral en la búsqueda de un país productivo; si hablamos de producción, pocas actividades pueden opacar a ésta. Este organismo, al igual que el país, necesita cambios, modernizarse. Debe adecuar su funcionamiento a los tiempos que corren y diseñar su propio programa de gestión pero jamás debería siquiera pensarse en que desaparezca.
Históricamente, desde la creación del ministerio, se han suscitado situaciones poco creíbles; por ejemplo, dejar de asistir a una feria internacional por falta de fondos... y luego, verse obligado a pagar igualmente el stand, sin utilizarlo y lo que es peor, que durante la feria, ese espacio vacío, cruzado con cintas, luciera el cartel con el nombre de nuestro país.
La falta de programación, pero fundamentalmente, la inexistencia de criterio y conocimiento de las propias jerarquías con respecto a cuáles deben ser las gestiones a realizar y el cómo se debe encarar la promoción, entre otros aspectos, han hecho y suponemos, seguirán haciendo -a menos que haya cambios sustanciales- que se sigan tomando decisiones equivocadas. Una característica muy positiva que tiene esta cartera, sin importar el signo del gobierno de turno, es su estrecha relación con el sector privado; es casi imprescindible que así sea. Sin embargo, al estar tan desbalanceado el conocimiento de un lado y de otro de la actividad, es decir, muy poco en el público y mucho en el privado, es frecuente que las jerarquías estatales sean convencidas de encarar diversas acciones. Aquí no se trata de denunciar ni sospechar, simplemente lo que hacemos es un análisis, una lectura de la realidad. Muchas veces, la mayoría de las veces, las acciones a desplegar se concretan de esa manera: la actividad privada propone, el ministerio procesa, aprueba, solicita los recursos y se encara la acción.
El lector podrá apreciar que en este tema cabe una doble lectura: por un lado, un ministerio abierto y emprendedor y por el otro, un organismo que resulta fácil presa si lo que se busca es saciar algún apetito personal o corporativo. Hasta ahora, es muy difícil encontrar, en las gestiones anteriores, atributos para destacar. Aun con la escasa incidencia de esta actividad en la consideración pública (y en los propios medios de comunicación), se ha hecho de esta cartera un reducto que puede ser importante y peligroso. Es importante para su titular porque, por el cargo que inviste -entre otras ventajas- puede tener, por ejemplo, prensa a diario, como sucediera visiblemente con el último ministro. Pero ¿qué dijo? ¿Qué hizo? ¿Qué dejó?... nada que merezca destacarse, salvo, alguna candidatura. También puede ser peligroso; como lo ha sido: recuérdese la intervención judicial en algún caso y la aparición de novedosos sistemas de compra de publicidad en otros.
El furgón de cola del gabinete. Nuevamente vamos a los ejemplos. Para la conformación del actual gobierno, habían algunas designaciones en el gabinete ministerial que estaban cantadas: Danilo Astori en Economía; Reynaldo Gargano en Relaciones Exteriores; José Díaz en Interior; Víctor Rossi en Transporte; María Julia Muñoz en Salud Pública; Mariano Arana en Vivienda; José Mujica en Ganadería. Hubieron otras que quizás sorprendieron en un primer momento pero que tenían su explicación; en esa categoría se encuentran los casos de Jorge Lepra en Industria, Azucena Berrutti en Defensa y Eduardo Bonomi en Trabajo. Para Turismo, el designado fue Héctor Lescano, un prestigioso dirigente, de los principales en la elaboración del plan de gobierno. Pero, una vez más, para esta cartera, un titular que no tiene el más mínimo antecedente en la materia; otra vez un funcionario que tendrá que cumplir todo el proceso: escuchar, leer, aprender... cuando lo haya hecho, cuando tenga la suficiente experiencia, cuando domine con propiedad todos y cada uno de los secretos de la actividad... se le habrá terminado el período y se tendrá que ir.
El día que el Ministerio de Turismo cuente con políticas adecuadas que le permitan trazar planes de actividad precisos, seguros, confiables, cuando ese accionar haga que la actividad cobre protagonismo, ese día... dejará de ser el furgón de cola del gabinete como ha sido hasta ahora
Nuestra sugerencia. Profesionalizar el organismo en todas las áreas; otra vez, seremos gráficos: que se parezca mucho más a una empresa de turismo que a una oficina pública. En el mundo, hay ejemplos para imitar; elijamos los buenos.