por Luis Alejandro Rizzi
Son muy diversas las acepciones de la palabra cultura pero en general
admitamos que tiene que ver con el desarrollo del conocimiento y la
búsqueda de la verdad.
Como escribía Victor Massuh la ciencia es un desafío permanente a lo desconocido y agregaría a la ignorancia.
A medida que la ciencia avanza genera nuevas incógnitas que es lo mismo que decir que profundiza nuestra ignorancia.
Sin embargo el desarrollo científico y cultural si bien podrá desvelar incógnitas encontrará su límite en los misterios, que es aquello inaccesible a la razón o lo que no se puede comprender ni explicar.
El misterio es el límite del conocimiento, es el punto en que la inteligencia es sorprendida por lo inaccesible o lo fantástico. Cuando el hombre pretende franquear ese límite se convierte en un manipulador de la ciencia que solo busca el propio provecho en perjuicio de la verdad.
Antiguamente estas artes las ejercían los sofistas que bajo formas doctrinarias solo demostraban una actitud viciosa del espíritu.
Sin saber de nada explicaban todo y esa facilidad con la que manipulaban la ciencia causaba impacto en las mayorías que solían escucharlos como a verdaderos
dioses. La manipulación del saber es mucho más atractiva y apasionante que el discurso de un filósofo o un hombre de verdadera ciencia.
Precisamente esta breve introducción tenía como finalidad llegar a este punto en el que la sofística se está apoderando de la cultura.
El otro día viendo un documental sobre el cartel de Sinaloa un periodista mexicano explicaba que antes de escribir pensaba si su nota podía herir a los narco en cuyo caso la modificaba ya que, continuaba explicando, los narco se apoderaron de la cultura lo que quiere significar que la gente perdió la fe en las instituciones del estado y cree en el poder de los delincuentes, por ello agregaba, una persona no se anima a denunciar a su vecino narco ya que le teme mas a la venganza o a la represalia que al poder legitimo del estado.
Los narco comprendieron que mas allá del poder de las armas, hay otro poder que es mucho mas redituable y facilitador de sus acciones y es el dominio de la cultura.
Dominando la cultura todo lo demás viene por añadidura. En Sinaloa si no fuera por la complicidad de la sociedad, el cártel no podría haber tenido el crecimiento que registra hoy día ni la impunidad con la que actúa. Nos contaban hechos pintorescos que van desde el entierro de un narco en su 4por4, hasta que los narcos lleguen a un restaurante o a un bailable e inviten a todos los presentes, paguen la cuenta y se retiren como si nada.
Lo mismo ocurrió con la subversión de los 60 o 70, en general grupos para militares que fueron derrotados militarmente, muchos de ellos apresados y condenados por tribunales judiciales, se han convertido en los triunfadores de hoy.
Para ello lograron apoderarse de la cultura se adueñaron de las seudos reivindicaciones que se pretendían imponer a sangre y fuego y sus vencedores fueron convertidos en meros represores a quienes se les niega los derechos mas elementales que tiene cualquier reo.
Sus crimines fueron actos legítimos dignos de ser permanentemente evocados y los de sus victimarios fueron crímenes horrorosos que jamás deben ser olvidados o perdonados.
Estos grupos continúan sus batallas reemplazando el fusil por armas culturales impidiendo todo tipo de polémica sobre esos años, manteniendo vivo el odio y el resentimiento con la finalidad de generalizarlo en la sociedad impidiendo todo tipo de reconciliación y de convivencia cívica, como parecería haberse
logrado en el Uruguay.
La represión entendida como contención refreno o castigo desde el poder se ha convertido en una acción disvaliosa o negativa, atentatoria a los derechos humanos vaya uno a saber de quien
?
Otra pauta cultural que se impuso fue la discriminación, y así se ha llegado al extremo que un aplazo a un alumno conforma un acto discriminatorio, cualquier diferencia es calificada como discriminación, hecho que llevado al extremo llevaría a que se elimine la diferencia entre lo ilegal y lo legal.
Hoy vivimos la cultura de lo anormal, que obviamente genera un clima de mayor comodidad y de menor compromiso.
Así un padre no debe ocuparse de sus hijos ya que cualquier muestra de preocupación podría afectar su desarrollo, debe permitirle un ámbito de máxima libertad sin límite alguno, nunca debe reprocharlo y así otra serie de barbaridades.
El policía antes de garantizar los derechos de la gente debe preocuparse por no lesionar los derechos del delincuente, el gobernante debe tolerar cualquier tipo de protesta o reclamo ya que lo contrario implicaría su judicialización, el maestro no podrá sancionar a sus alumnos ya que no puede discriminar y hasta debería aprobar a todos para no establecer injustas diferencias.
No quiero extenderme más. Simplemente pretendo llamar la atención. Lo anormal es facilitador de todo tipo de malaria que ande suelta es como si mañana dijéramos que las vacunas discriminan injustamente contra las enfermedades impidiendo su desarrollo.
Pues bien hoy no aceptamos vacunas culturales. Esta enfermedad cultural nos viene bien, sabemos que es imposible erradicar todo tipo de injusticia, de accidentes o de absurdos, ya que son datos de nuestra propia existencia imperfecta pero en vez de intentar reducir sus dominios lo que podría ser posible, preferimos elevarlos a la categoría de valores sin advertir que así cada vez mas contribuimos a generalizarlos que es lo mismo que decir que la degradación nos satisface.