Trabaja en un megaproyecto en Pocitos y otro en Isla Gorriti.
Cuando a sus hermanos les preguntan "¿dónde está viviendo Carlitos?", ellos contestan: "en un avión". Carlos Ott, el arquitecto uruguayo con mayor proyección internacional, tiene apartamentos en varias ciudades del mundo pero no se queda más de dos días en cada uno. A los 61 años, el autor de la Ópera de la Bastilla está viviendo un pico en su carrera. "Lo llaman de todos lados", aseguran sus allegados. Sin embargo, siempre está volviendo, porque Uruguay y la familia que tiene aquí, tiran. Llega a la entrevista corriendo, mojado, porque venía caminando y lo agarró la lluvia. Ofrece café, pero en este apartamento suyo de Punta del Este, como en los demás, tiene poca cosa. No hay café. Así de austero puede ser Ott, que está preocupado por el destino de Punta del Este, que está haciendo una casa que será un mojón en la arquitectura de José Ignacio y que, en este momento, como en tantos otros, encara proyectos polémicos.
-Este comienzo de 2008 está marcado por un fenómeno que es el boom del país en ventas de campos y terrenos. ¿Cómo lo observa?
-Muchos extranjeros de Europa y Estados Unidos vienen para acá porque en sus países hay problemas. Estoy trabajando con españoles, porque en su país se les ha parado todo; en Londres hay una caída en los precios inmobiliarios; este asunto de los subprime mortgages en Estados Unidos ha tenido sus efectos colaterales en Europa.
Alguna gente aquí protesta porque se está vendiendo todo, pero esa es plata que viene y se queda. Es diferente el capital golondrina. Ese alemán que viene y compra un campo en Río Negro, está bien, sube el precio, pero es una inversión. Es plata que da trabajo. Espero que el Uruguay no sea un país chauvinista. Usted, yo, la mayoría de la población, tiene sangre europea y eso es algo excepcional. Este es un país excepcional, de gente educada y gente buena.
Los valores siguen siendo bajísimos. Y hoy estamos en un momento muy importante: tenemos la posibilidad de crecer muchísimo, pero depende de nosotros. Tenemos que cuidar nuestro medio ambiente, debemos buscar una equidad social y mejorar la educación, que ha caído mucho. El cuidado del medio ambiente es hoy un tema clave: yo soy parte de esto y me critico a mí mismo y me culpo, pero no podemos poner hormigón donde queramos. Creo que el Estado tiene que tener un fortísimo plan de regulación que diga "acá se puede construir y acá no". No podemos tener una ciudad que va de Montevideo a Atlántida. Es un costo altísimo, es un absurdo ecológico, un absurdo económico y social. No somos un país rico para tener un Los Ángeles, y de todas maneras Los Ángeles no es un ejemplo a imitar. No puede ser lo que ha pasado en la Costa de Oro, ni lo que se ha hecho en Punta del Este y tengo una gran preocupación con lo que va a pasar cuando se haga el puente hacia Rocha. Se va a tener que decir: "por más plata que tenga este señor alemán, no va a poder construir en la roca, donde rompe la marea".
-Usted ha dicho que Punta del Este es de una belleza muy frágil. Rápidamente, el balneario puede vivir un proceso parecido al de Marbella, que fue arruinada. Varios perfiles de Punta del Este están cada vez peor y se corre el riesgo de matar la gallina de los huevos de oro. ¿Cómo se puede parar?
-La culpa la tenemos todos los uruguayos: el que va a Punta Carretas el sábado en su auto, sube la vereda, va por el pasto, saca el termo y el mate y cuando termina el sándwich tira el papel y cambia la yerba ahí mismo. No se da cuenta de que mató el pasto y dañó las palmeras.
-De eso se habla hace tiempo, pero las cosas no cambian...
-Está cada vez peor. Si nos pasa lo de Marbella, sonamos.
-¿Y no estamos cerca de eso?
-Sí, estamos. Porque además, antes, éramos pocos, y los uruguayos con nuestra poca plata hacíamos macanas chicas. Pero ahora cuando vengan los americanos y los europeos a invadirnos, como lo están haciendo, cuando vengan los brasileños, si ven que nosotros no cuidamos lo nuestro, serán los primeros en descuidarlo. Uno va a Suiza y no tira dos papelitos. El tránsito en Punta del Este, por ejemplo, por momentos, es una vergüenza. Y no puede ser: este fue un país culto, tenemos un montón de virtudes que provienen de la educación batllista, de una tradición de escuela laica, que se han perdido. Yo fui acá a una de las mejores universidades del mundo en su momento, y nunca pagué un peso. Hoy no sé si es tan buena, pero si no lo es, tenemos que recuperarla. El nene que iba a colegio privado llegaba a la universidad y por nene y por uniforme que tuviera, se igualaba con el chico que venía de la escuela pública del pueblo del interior, y si éste era mejor, era el que triunfaba. Eso era fantástico de este país, tenemos que recuperarlo. El elitismo es lo peor.
-Se lo ha visto por la Pedrera, estudiando el panorama y mirando terrenos. Rocha todavía está relativamente virgen, ¿cuál es su idea de cómo debería desarrollarse?
-Es excepcional. Es muy frágil todo eso. Hay que hacer algo hiper ecológico. Pero debe regularse ya. Me dicen que la Intendencia de Rocha es muy dura. Y me parece bárbaro y lo aplaudo.
-¿Cree que debería hacerse el puente sobre Laguna Garzón?
-En algún momento va a tener que realizarse, pero antes, sepamos lo que queremos en Rocha. No dejemos que vengan a hacer Mar del Plata. Mirá lo que es esto (señala, por la ventana de su apartamento en la Punta, la cantidad de edificios).
-Asegura que no se puede poner hormigón en cualquier parte, pero ¿qué pasa con esas dos torres que hizo sobre la Mansa, una en la parada 7 y otra al lado del Conrad?, ¿las hace con convencimiento?, ¿les tiene cariño?
-La verdad que sí. Los dos casos eran terrenos que no eran sobre el mar. Una fue una torre que ocupa sólo el 10% del terreno y deja mucho verde. Quizá no se logró, pero... El otro caso, la pegada al Conrad, era un terreno difícil, con vistas medio feas, creo que mejoramos el terreno al poner esa torrecita. El arquitecto Cravotto, que era mi profesor, decía: "Hay que construir en los terrenos malos y mejorarlos, los buenos no hay que tocarlos". En la Punta Brava de Punta Carretas, por ejemplo, sólo hay que plantar árboles y dejarla así, porque es un pulmón muy lindo. No hay que tocar el Golf. Tú podrás estar de acuerdo o no con que se juegue al golf ahí pero, por favor, no construyamos ahí. Vayamos a terminar donde nos faltan los dientes en nuestras manzanas y completemos los edificios esos.
-En este momento está construyendo una casa asombrosa en José Ignacio para un empresario noruego que superará los 10 millones de dólares. ¿Qué podría comentar del proyecto?
-Un ala de la construcción tendrá techos plantados enteramente de lavandas, así que los vecinos verán un jardín de lavanda. Estamos respetando a rajatabla todas las alturas y reglamentaciones. La casa chica será un edificio enteramente en vidrio y titanio, que se abre. Me he preguntado muchas veces si estamos haciendo lo correcto. El cliente es un coleccionista de arte que tiene casas en todas partes del mundo. Compró una estancia cerca y contrató 50 artistas uruguayos para que cada uno cree uno de los espacios. En esta casa de José Ignacio hará un show-room de artistas uruguayos y la idea es realizar una construcción que sea una escultura en titanio.
-Suele decir que la arquitectura no puede imitar el pasado sino siempre aportar. Una construcción ultramoderna en José Ignacio es un riesgo grande. ¿Está seguro de no estarle errando?
-Siempre te lo preguntás. El tiempo lo dirá. Al principio pensamos en un proyecto mimético, que se junte con lo existente. Después, mirás José Ignacio y ves que ya no es un pueblo de pescadores. Al lado de este terreno hay una casa con grandes arcos de ladrillo, otra muy grande de una señora argentina que es de estilo marroquí, y algunas de piedra. Este tema lo discutimos con el Aeropuerto de Punta del Este. Podríamos haberlo hecho con quincho o con hojas de palmera. Pero Punta del Este no es Buzios ni tampoco Saint Tropez. Es un balneario chic, es un lugar diferente y por eso creí que debía hacer un aeropuerto hiper moderno. Quizá me equivoqué y en 50 años, o menos, lo tiren abajo.
Con esta casa lo que me preguntan mucho es "¿porqué titanio?". Bueno, el titanio, que es carísimo, es un material hiper noble y estamos en un medio con una erosión impresionante, sobre el mar y con viento. Al techo lo estamos diseñando en Alemania y fabricando en Japón y China. Colocaremos muchísimas células fotoeléctricas para generar nuestra propia energía eléctrica, estamos haciendo energía eólica.
Yo le dije al dueño al principio: "acá el entorno es barro y quincho, y yo me animo a hacerlo". Pero él viene en su avión, de Monte Carlo y de Connecticut, y ahí uno piensa que también hay que traer al Uruguay la arquitectura moderna. El Uruguay supo estar a la vanguardia.
-En Punta del Este y José Ignacio se están construyendo casas de 5 mil metros cuadrados, que tienen 3 piscinas y baños de 100 metros cuadrados. ¿Cómo observa ese fenómeno?
-Prefiero que lo hagan acá a que lo inviertan en Venezuela. Me parece bárbaro porque genera trabajo en el país y más si la casa es linda. Si se deja espacio verde, si no se hace sobre la roca, si no tira humos, bienvenida sea. El uruguayo tendrá que aprender un poco de noruego, de alemán, de francés. Hay un paralelismo entre Punta del Este y los Hamptons de Estados Unidos. Estamos hablando de gente de un nivel económico muy alto e internacional.
-¿Es el perfil que sueña para Punta del Este?
-Una ciudad que detesto es Los Ángeles: no hay cosa más fea que ir a Bel Air, a Beverly Hills y ver esos desplantes de mal gusto. Y cuanto más dinero tenés, más mal gusto podés mostrar. Mi padre decía que un señor podrá tener todo el dinero del mundo, pero entrá a la casa y mirá los cuadros que tiene: ahí patina. Para eso se debe saber. Creo que de repente un uruguayo medio, que no tiene ni el barco ni las tres piscinas, posee mucho más cultura que ese ruso que hizo su plata de la noche a la mañana, de repente robando a Rusia. Los veo a todos: van a Nueva York, a Dubai, a Londres, a Argentina y compran y hacen sus mamarrachos. Pero, que vengan acá y dejen la plata acá. Ahora una cosa: no nos podemos convertir en Marbella, entonces tengamos útiles jurídicos y eduquemos a nuestra población para saber lo que se puede construir y lo que no. En los Hamptons (EE.UU.) uno no puede hacer lo que quiera. Además, ni los vecinos lo permiten.
-Hay lugares cuyas comisiones o juntas locales tienen autoridad para decidir si alguien puede hacerse determinada casa o no, teniendo en cuenta la estética. ¿Está de acuerdo con ese tipo de mecanismos?
-Le tengo mucho miedo a eso. Por un tema de derecho privado, y porque además, ¿quién tiene la razón? Santorini es un lugar fantástico: todo el mundo tiene que hacerse una casa blanca y listo. Nuestro caso no es Santorini. Aquí los argentinos -seamos francos, no fueron los uruguayos los que hicieron Punta del Este- hicieron buena arquitectura en los años 30, 40, 50 con techitos de teja y murito blanco y había una unidad. Después se construyeron cosas peores y ya perdimos mucho. Estoy convencido de que hay que proteger la Punta y estoy de acuerdo con la filosofía del Grupo del Faro. Quizá habría que congelar José Ignacio y decir: de ahora en adelante éstas son las leyes y cada obra debe pasar por un consejo de arquitectos. Debería decirse: "en esta zona sí se puede hacer tal cosa, y en ésta no". Ahora, en ese caso, hay que trabajar quirúrgicamente para sacar cosas que no son tan espectaculares. ¿Y quién tiene el coraje de decirle a algún señor importante de aquí: "esa casa que está sobre la roca la tiene que tirar abajo"?
-¿Y no es así como se hace en las grandes ciudades?
-¡Ah, sí! Me acuerdo cuando estaba en París haciendo la Ópera de la Bastilla, ocurrió que el ministro de Cultura tenía un terreno fantástico en Provence y se hizo una piscina contra la reglamentación. Era el ministro pero la tuvo que tirar abajo. No hubo tu tía.
-Hace años dijo que un tema pendiente era hacer una iglesia. ¿Le ha surgido el cliente?
-(Riendo) No, por ese lado no. Se ve que la gente está menos creyente.
Proyecto y polémica
-¿Cuál debería ser el criterio para autorizar las excepciones? Por ejemplo, ahora hay malestar porque en José Ignacio el hotel Setai va a construirse invadiendo la franja costera...
-Yo soy en parte culpable de eso, porque fui de los primeros que tuve que ver con ese proyecto. Es un terreno excepcional que exige una excepción. El que lo compró tiene no sé cuántos kilómetros de costa y por ley podría impedir el paso de la gente a la playa. Es un absurdo. Hay que permitirle algunas cosas y, a la vez, exigirle otras que reditúen en la población. Se negocia, pero está bien que sea así.
-Las excepciones, en ocasiones, terminan oliendo a algo turbio, porque se pueden dar los amiguismos, corrupción...
-Desde luego. Eso no puede ocurrir. Pero, repito, a veces, las condiciones del terreno y del proyecto ameritan la excepción. El Palacio Salvo es un ejemplo, o el edificio K`avannagh en Buenos Aires. Como estoy más viejo, soy menos dogmático: no podés cerrarte a las ideas.
"Hay que apoyar al gobierno"
-¿Por qué no hizo dinero?
-Lo que pasa es que yo me dedico mucho a los concursos. De cada 100 proyectos que realizo, capaz que se hace uno. Además, cuento mis triunfos y nunca mis derrotas. La forma de ganar dinero en arquitectura es hacer siempre lo mismo y yo realizo proyectos diferentes, invento techos difíciles que llevan tiempo de estudio.
-¿Alguna vez le ofrecieron un cargo público?
-Alguna sí, pero una vez que hablan conmigo y ven las pavadas que digo...
-¿Agarraría?
-Yo sé muy poco de nada. Me encanta mi país y si pudiera aportar algo lo haría porque es un deber de todos. Pero si me ponen al frente de algo voy a hacer un disparate. No sé administrar ni mi estudio.
-¿Cómo observa la gestión de este gobierno?
-Este gobierno, que fue votado por los uruguayos, así que hay que apoyarlo, tiene tres años de gestión. El país está muy bien, en parte por razones internacionales. No asustaron a los inversores, que saben que tenemos un gobierno de izquierda, e igual vienen. Así que las cosas no las hicieron mal. Conozco al ministro de Medio Ambiente (Mariano Arana) que es un tipo que sabe. Fue profesor mío en la facultad. Tengo confianza en estos dirigentes.
-¿Cómo valoran la seguridad en Punta del Este?
-El brasileño no viene porque tengamos las playas más lindas. Viene por la seguridad. Es clave, pero está ligada a la equidad social. No solucionaremos ese tema si no tenemos un país más justo. La gente debe acceder a un trabajo digno. Si terminamos como Río, se irán. No pretendamos tener un país seguro mientras sea injusto.
Planes en Pocitos e isla Gorriti
-Las excepciones en arquitectura son un tema recurrente y polémico. En Montevideo y Punta del Este son moneda corriente, ¿qué piensa al respecto?
-Las excepciones siempre son necesarias. Si no, terminaríamos con ciudades aburridas. El problema es cuando las excepciones pasan a ser una regla y cuando cualquiera construye lo que quiere. Por ejemplo, si se hace sobre la playa Mansa una torre de 50 pisos sobre el mar. No puede repetirse el disparate que este país hizo en 1958 con la ley de propiedad horizontal en Pocitos. Eran todas casas lindísimas de dos pisos; construimos ese muro horrible de edificios de 10 pisos y nos quedamos sin la playa. Hay que ser imbéciles. Fue un error garrafal.
-¿En qué proyectos está?
-Estoy en algo que será muy pero muy polémico en plena rambla de Pocitos porque se trata de un proyecto alto, de la rambla hacia el mar. No puedo decir más porque estamos trabajando con los técnicos de la Intendencia de Montevideo hace un año y medio y me ha sacado canas verdes, y me parece muy bien que así sea. Si el terreno es excepcional y mi cliente tendrá un beneficio, está bien que eso también se destine a la sociedad. Además, presentamos otra propuesta muy controvertida: un hotel totalmente ecológico en la Isla Gorriti. La isla se está usando y nadie la protege, entonces nosotros dijimos: "si nos dan esa concesión, hacemos una inversión muy grande para protegerla". El hotel será totalmente mimético, tapado, de 40 habitaciones, con un servicio excepcional. Ojalá que salga.
Obras por todo el globo
El arquitecto Carlos Ott tiene clientes de todas partes del mundo. En este momento, está "trabajando mucho en Panamá y en Lima, en República Dominicana haciendo un hotel en la playa Cap Cana". Esta actividad se suma a un proyecto en Parque Arauco en Chile y, en Buenos Aires, dirige un proyecto para el hotel de Boca Juniors, además de torres y shoppings. En el Calafate y en Dubai, encabeza las obras de varios hoteles y oficinas y en Saudí Arabia lo mismo. "En India estamos haciendo lo de Tata y en Sri Lanka, con Carlos Ponce de León, una torre de oficinas, hoteles y apartamentos. En Singapur estamos terminando dos torres y empezando otra, en China inauguramos una ópera y estamos terminando un hotel muy raro con forma esférica".
fuente: elpais.com.uy
fotos: Ricardo Figueredo