por Carlos Montero, desde Montevideo, para LA MATINAL
El lunes pasado, Carlos Montero emitía en radio la versión completa de
su último reportaje a Mario Benedetti. Lo compartimos en texto y en
audio.
El escritor Mario Benedetti es velado este lunes en el Palacio Legislativo, sede del Parlamento uruguayo, luego de fallecer este domingo a los 88 años, en su hogar, en el kilometro cero de Montevideo, adonde se trasladó a los 4 años de haber nacido en Paso de los Toros (Tacuarembó) el 14 de septiembre de 1920.
El ganador del premio Reina Sofía -y autor más leído en la historia de Uruguay-, antes de volver definitivamente a su país, luego de su residencia en España, recibió en 1997 el doctorado honoris causa de la Universidad de Alicante, por su "impulso conversacional de elevar el lenguaje cotidiano, repleto de guiños cómplices, a la categoría de la expresión poética".
Ya hace medio siglo, en el Indice Crítico de la Literatura Hispanoamericana, se lo preveía como narrador de avanzadas tendencias. En casi nueve décadas escondió en Uruguay al líder tupamaro Raúl Sendic; fue amenazado de muerte entre los indeseables del peronismo de López Rega en Argentina; lo echaron de Perú por la novela La Tregua y el Subcomandante Marcos en México tomó el alias de su novela El Cumpleaños de Juan Angel.
Tras la muerte de Juan Carlos Onetti, era el mayor referente vivo de la llamada Generación del 45 -corriente crítica de escritores y pensadores uruguayos de literatura y ensayo- que fue desperdigada por el mundo a causa de la dictadura militar que tomó el gobierno en Uruguay de 1973 a 1985.
En poesías cantadas por Joan Manuel Serrat y Nacha Guevara, en novelas llevadas al cine, en artículos y ensayos, Benedetti se destacó por la sencillez y falta de vanidad. Tras 60 años en que no pudo vivir de la literatura y un cuarto de siglo en que finalmente lo logró, admitió falta de vocación como dirigente político y marcó los límites del periodismo sujeto a dueños de grandes medios.
En su última entrevista exclusiva con Radio Nederland analizó el compromiso del escritor en su literatura y los diferentes cambios hacia la izquierda en Latinoamérica. Adelantando un texto inédito, ante nuestros micrófonos definió a la globalización como la agonía sin fin de la esperanza.
RN -¿Cómo cree que influye la globalización cultural?
MB-Te leo un escrito sobre la globalización, que tengo inédito: De un tiempo a esta parte, nuestro enemigo no tiene enemigos. Y, en consecuencia, todo lo ve global, todo absoluto. Sus neuronas son espingardas, sus pensamientos son arcabuces, su corazón unidad blindada. Para sus malditos creadores, la globalización significa la captura ad infinitum del poder omnímodo. Pero es también el sistema adicional de acabar con la Humanidad. Tal vez sus gestores no advirtieron que la Humanidad no sólo incluye a los seres comunes, a los intelectuales y a los menesterosos, sino también a los dueños del poder, a los fabricantes de misiles y a los empresarios de la muerte. La globalización desprecia a todo lo no global, desde el desmesurado universo hasta el grillo minúsculo y sonoro. Es la agonía sin fin de la esperanza, el futuro inundado de malogros, el desperdicio de la soledad. La globalización es un volcán sin nombre. Y su lava hirviente y derramada acaba con las faunas y las floras.
RN-¿Y cuánto influyó en su obra la vida de emigrante, que también tiene que ver con el tránsito del humano por el globo? En el poema Vuelvo, Ud. dice que le queda nostalgia del exilio
MB-Hay como una doble consecuencia. Durante el exilio uno está constantemente añorando su propio país. Eso es evidente. Pero en el exilio uno se va encontrando con gente que desconocía y que, de algún modo, le aporta cosas nuevas. Así que, por un lado uno sufre la añoranza de su ciudad, pero por otro lado aprende también cosas. Uno va haciendo amigos en las ciudades del exilio. Yo tuve bastante poder de comunicación con la gente en el exilio. Incluso, entonces, uno va aprendiendo cosas. Por eso, cuando está allí uno tiene añoranzas y cuando está de vuelta en su ciudad también le queda, un poco, nostalgia del exilio.
RN-¿O sea que, cuando volvió, ya no es el mismo que cuando se fue?
MB-No. Primero yo no soy el mismo que cuando me fuí. Y el país y la ciudad a las que volví tampoco son las mismas.
RN-¿En qué medida en su tarea está la meta de incidir al escribir y describir?
MB-Nunca me creí tan vanidoso como para tener ese tipo de influencias. Creo que he sido un escritor modesto siempre
RN-
y, además, periodista. ¿Incluye al buen periodismo en la literatura o lo considera un oficio menor?
MB-El periodismo podría ser un oficio muy interesante y muy revelador. Pero, lo que pasa, es que el periodismo está muy sometido a las grandes empresas y muy sometido al poder omnímodo de la gran potencia. De modo que es muy difícil encontrar el periodismo independiente que uno querría.
RN-Le tocó trabajar con grandes periodistas, ¿cuáles los marcaron?
MB-Por supuesto, Carlos Quijano (director del semanario Marcha) fue un personaje ejemplar. Trató de hacer un periodismo independiente y nos enseñó muchas cosas.
RN-Tenía en España de vecino a otro periodista -compañero suyo en Marcha y que pecaba de escritor como Ud-, (el premio Cervantes) Juan Carlos Onetti. ¿Cómo fue vuestra relación en el exilio?
MB-A Onetti yo lo conocía de Montevideo, pero hice una mejor y más frecuente relación con él en España. Después que se pudo ir no volvió más a Uruguay. Yo vivía cerca de su casa e iba dos o tres veces por semana. Tuvimos muy buena amistad, discutíamos de mil cosas. Al final ya no reconocía a nadie. Estuve con él incluso hasta que murió. En el momento que murió fuí el único que estuve allí. Fue una relación amistosa, que no era de maestro a discípulo, sino entre amigos.
RN-Horacio Quiroga enseñaba en el Decálogo del Buen Cuentista que todo autor debe tener a un escritor como ejemplo antes de alcanzar su propio estilo o voz. ¿Quién lo fue en su caso?
MB-La primera influencia para mi, que fue fundamental, fue el poeta argentino Baldomero Fernández Moreno, que no ha sido después muy reconocido. Fue importante para mi porque lo que se escribía en aquella época en el Río de la Plata era una literatura hermética, misteriosa, que a los lectores les pasaba por arriba. No llegaban a entender bien esa literatura tan esotérica. Yo decía: no puedo escribir lo que están escribiendo mis contemporáneos; yo no quiero escribir esa literatura, sino la que se me entienda. Cuando me encuentro con la obra de Baldomero Fernández Moreno -que era muy buena del punto de vista literario pero muy sencilla y que cualquiera la podía entender- entonces digo: ésto es lo que yo quiero. Esta fue mi primera influencia. La que me hizo entender que yo podía hacer una literatura sencilla y que fuera literatura.
RN-En cambio su obra ha recibido la carga de los críticos por el recurso al arte de urgencia. ¿Considera que falta compromiso de muchos intelectuales y hasta dónde debe reflejarse dentro de su obra el compromiso del autor?
MB-Eso depende de cada autor. Hay escritores magníficos que, sin embargo, no escribieron una literatura comprometida. Y otros que escribieron una literatura comprometida y que no han tenido la suficiente difusión. Depende de cada uno, de la vanidad o la modestia de cada escritor también.
RN-¿En el caso suyo admite que su tiempo está presente en la obra?
MB-Yo creo que sí, que la realidad está presente. No siempre es una literatura comprometida políticamente, pero la realidad ha estado presente siempre en mi literatura.
RN- En 1968 expuso en La Habana "Sobre las relaciones entre el hombre de acción y el intelectual" y escribió en 1974 "El escritor latinoamericano y la revolución posible". Al ver hoy a la izquierda y centroizquierda gobernar en Latinoamérica, ¿le provoca satisfacción o escepticismo?
MB-Me provoca satisfacción. Me parece que ha sido un viraje importante que ha habido en Latinoamérica. Varios de los países, sobre todo del área del Pacífico, han tenido una evolución importante. Pero lo curioso es que, aunque todos presentan una actitud progresista y crítica de los Estados Unidos, en cada país el estilo es diferente, porque cada país tiene una historia distinta, un orígen distinto y, a veces, hasta una integración racial distinta. En Uruguay ha habido un avance, evidentemente, distinto al de los demás países de la propia América Latina. Yo tuve una intervención política, un poco a mi pesar. Esa intervención sirvió para convencerme de que yo no tenía la menor vocación de dirigente político. Incluso, cuando volví del exilio, en varios movimientos me ofrecieron que fuera dirigente. Y yo no acepté, porque aquella vieja militancia mía como político me convenció de que yo no tengo vocación para eso.
RN-Viendo su periplo, ¿Le asusta repasar los 60 años luchando para vivir como escritor y el cuarto de siglo desde que lo logró?
MB-¿Si me asusta? No, no me asusta. Son actividades que yo cumplí durante mi vida de acuerdo con mi conciencia. Yo sé que corrí riesgos, de alguno de los cuales me salvé raspando. Pero, no me arrepiento de eso. Sé que sufrí con esas cosas pero no me arrepiento. Lo que sí sé es que no lo volvería a repetir.
RN-Tantos humanos -que no vivieron la décima parte- dicen que si volvieran a vivir harían todo lo mismo, ¿y Ud. considera que podría vivir otra vida diferente o con otras opciones?
MB-Como yo no sé si voy a vivir de nuevo
No tengo la menor convicción de que después de la muerte venga otra vida, así que me alcanza con preocuparme con la actual. No me voy a poner a preocupar por otra vida, que no sé si la tendré.
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Carlos Daniel Montero Gaguine
Corresponsal Mercosur RADIO NEDERLAND y revista MERCADO
Coordinador Corresponsales RADIO URUGUAY