
A principios del siglo XX la Argentina deslumbraba al mundo por su
pujanza económica y su nivel cultural, pero desconcertaba por los
persistentes problemas para una pacifica organización nacional. Hacía
ya más de 20 años que Buenos Aires se había convertido en la Capital
del país y había tomado conciencia de la importancia de su destino.
La tragedia de fiebre amarilla de 1871 había diezmado la población de la ciudad. Pero, gracias a los masivos flujos inmigratorios, para el cambio de siglo la ciudad había casi triplicado el número de los supérstites de aquel flagelo.
La trama urbana se había expandido hacia el sur alcanzando muy pronto el límite natural del Riachuelo. La expansión hacia el oeste era la que más se había alejado ya de las inmediaciones del puerto que, por las importaciones o las exportaciones, seguía siendo el hálito de vida de la ciudad. Quedaba, entonces, abierta la progresión hacia el noreste en los terrenos que daban a la zona de Retiro, más concretamente entorno a la Plaza San Martín. Ya se había erigido allí, en l862, el monumento ecuestre al prócer homónimo y comenzaba a mostrar, tempranamente, su carácter de ícono urbano, un poco alejado de la Plaza Mayor y de la Gran Vía de Mayo.
El área se estaba jerarquizando con construcciones de alta calidad. EL primer edificio importante, un "Palacete" diríamos, fue mandado construir por la familia Haedo, ya en 1880. Tuvo dueños sucesivos, acabando en las manos del Banco Hipotecario que, en 1942, lo vendió a la recién creada Dirección de Parques Nacionales, donde sigue funcionando hoy su sede central, en Santa Fe 690. Muestra un estilo gótico bastante definido y fue declarado Monumento Histórico Nacional en el 2001. Bastante deteriorado, hace tiempo (años?) lo abraza una "estructura de andamios con gasas oscuras", probablemente con la intención de restañar sus cicatrices, que, hasta el momento, sólo ha servido para cubrir su vergüenza...
Actual calle Maipú de por medio, los Paz, dueños del Diario La Prensa, comenzaron a edificar en 1902, su residencia familiar, (¿con pretensión de ser la presidencial?) que, (¡oh paradoja!), desde hace años, es la sede del Círculo Militar. El edificio, de tres alas con un gran jardín interno, cubre una superficie de 12.000 m2 y, tanto su exterior como la decoración de sus ambientes interiores, lucen reminiscencias de los castillos franceses que su dueño, José Camilo Paz, solía frecuentar en sus periódicas visitas a Europa.
La hija de don Aarón Castellanos, varón pionero de la colonización agraria y del fomento de la inmigración europea, doña Mercedes Castellanos se casó con Nicolás Hugo Anchorena y nucleó dos de las familias argentinas más opulentas de la época. Dejó dos testimonios espectaculares de su inmensa fortuna en el entorno de la plaza San Martín. En 1905 le encargó, al destacado y prolífico Arq. Alejandro Christophersen, la construcción de una mansión para su familia. Eligió como ubicación un solar justo enfrente, ("vis à vis = a la vista" dirían intencionadamente los franceses), de la espléndida residencia de los Paz. A la mansión, desde 1936 sede de la Cancillería, se la conoce como Palacio San Martín. Es considerado uno de los patrimonios arquitectónicos más valiosos de la ciudad de Buenos Aires y representante de la mejor arquitectura privada de la "Belle Epoque" a nivel internacional.
El segundo testimonio es la Basílica del Santísimo Sacramento, edificada en otro solar que le pertenecía, sobre la margen de la plaza que mira (o miraba más bien) al Río de la Plata. La construcción comenzó en 1908, sobre planos elaborados en Francia y ejecutados localmente por el sacerdote salesiano Vespignani, financiada íntegramente por Doña Mercedes. Es, por mucho, la iglesia más lujosa de la ciudad y muy ligada, por su origen y ubicación, a las familias de la aristocracia porteña.
Este escenario paisajístico y urbanístico entorno a la plaza; el momento histórico: vísperas del Centenario; la bonanza económica que transitaba el país; el proceso de "europeización edilicia" de la ciudad de Buenos Aires, conformaban una coincidencia excitante de factores que no podía dejar de tentar, a un empresario inquieto y próspero como Ernesto Tornquist, a emular a quienes hacían uso de su desbordante patrimonio para contribuir al embellecimiento de la ciudad. Pero él era un empresario y no concebía una inversión que no diera rédito.
Pioneros en hoteleria
La creación de equipamiento turístico no era ajena a sus actividades e intereses comerciales. El Hotel Edén de la Falda, el Club Hotel de Sierra de la Ventana, el Bristol de Mar del Plata, habían contado con su participación financiera.
Nicolás Mihanovich, otro gran emprendedor del momento, había inaugurado, con gran despliegue y brillo en el corazón de Buenos Aires, en 1907, el Palace Hotel, en calles Gral. Perón y 25 de Mayo. Era lo mejor en alojamiento que brindaba la ciudad. Sin demasiada malicia, también aquí podríamos sospechar que la emulación jugó su papel.
El entorno de la plaza San Martín, en curso acelerado de transformación, le brindó a don Ernesto la ubicación ideal para implantar el hotel monumental que planeaba. La ocasión también le ofrecía el profesional calificado que necesitaba para diseñarlo. Un arquitecto alemán, que había trabajado con buen éxito en EE.UU. había recalado en el Río de la Plata, huyendo de los estrados judiciales neoyorquinos, donde era requerido por una acusación de fraude. No era la mejor recomendación. Pero, Alfred Zucker tenía otro antecedente, que sí lo recomendaba profesionalmente: había diseñado el Hotel Majestic, del que se ufanaba la ciudad de Nueva York. Con algo similar quería homenajear a la ciudad y al país, en su centenario, don Ernesto Tornquist y le confió el proyecto.
Zucker concibió un edificio que amalgamara tradición, modernidad y nobleza de estilo y de materiales. En la parte exterior, a la mezcla de estilos arquitectónicos europeos, sumó el recurso técnico de la estructura de acero en uso en los EE.UU., que permitía proceder con mayor rapidez en la construcción de la obra y lanzarla en altura.
En el interior, conjugó la decoración en uso en los grandes hoteles de entonces con la funcionalidad y el equipamiento más moderno disponible.
En el mundo hay muchos grandes hoteles centenarios que son joyas de su época. Otros muchos han desaparecido a causa de tragedias o catástrofes.
En nuestro pequeño mundo, durante los cien años transcurridos desde principios del siglo XIX, muchos hoteles, de buena, aunque no de idéntica calidad quizás, surgieron y desaparecieron, sin gloria, pero con mucha pena. El reducido historial de nuestra hotelería de alta calidad ostenta algunos ejemplos patéticos de degradación, de hoteles que serían centenarios o casi, hasta su desaparición por disputas, mala administración, vaciamiento o simplemente por abandono. Como ejemplos, entre muchos otros, nos referimos a la desaparición del Club Hotel Sierra de la Ventana y de la Mansión de Invierno.
El Plaza, en cambio, puede vanagloriarse de haber mantenido, a pesar de las fluctuantes circunstancias históricas, a gran altura el cuidado de sus instalaciones y también la calidad de sus servicios. Para ello el exterior y el interior del edificio fueron sometidos en diversas oportunidades, al menos en tres, a onerosas reformas, adecuaciones, mejoras y ampliaciones, sumando funcionalidad, recursos tecnológicos y multiplicidad de nuevos servicios, para adecuarse a las nuevas demandas.
A muy pocos habitantes y también visitantes de Buenos Aires les pasará desapercibida la esbelta silueta del frente del Plaza Hotel. Pero nos cuesta más que un poco, figurarnos el relieve de su armoniosa mole proyectándose en los momentos de su inauguración, el 15 de Julio de 1909, con sus 14 pisos, en el entorno de la plaza San Martín de entonces. Hoy, los edificios de mucha mayor altura, que lo cercan y agobian, salvo el frente abierto a la plaza, impiden apreciar su elegante planta y sus variadas facetas.
Pero, como lo quiso don Ernesto, "El Plaza" sigue siendo un ornato y un ícono de la ciudad de Buenos Aires, luciendo la misma jerarquía y brindando la misma calidad en la atención de sus huéspedes, que su dueño imaginó, pero nunca disfrutó, porque falleció un año antes de su inauguración.
Al hoy "Marriot Plaza" ¡Buena salud! Por muchos años en su primer centenario.
Fuente: Giganet