Aquella herramienta eficaz y eficiente que era garantía hace algunos años para cualquier entrevista puntual en la vecina orilla, hoy en día, se ha transformado en la mejor forma de perder negocios. Hasta no hace mucho tiempo podíamos concretar un almuerzo de negocios para determinada hora en pleno centro porteño (o montevideano), salir de Carrasco (o de Aeroparque) una hora antes de la cita, llegar a nuestro destino, tomarnos un taxi o un remise y, llegar al lugar acordado sin ningún tipo de inconvenientes. Por estos días, lo mejor es avisarle, ya de antemano, a nuestro interlocutor que si a la hora fijada no llegamos, arranque pidiendo la entrada y algo para tomar porque estamos un poquito demorados. De esa manera, aunque no podamos cumplir con lo establecido, la persona con la que tenemos que encontrarnos nos tendrá cierta consideración a la hora de la cita.   

El público que generalmente utiliza el puente aéreo está conformado por personas que, primordialmente, le dan mucho valor al tema del tiempo. Ejecutivos, comerciantes o empleados de empresas toman del puente aéreo lo mejor que este producto les puede ofrecer: el tiempo. Más allá de la comodidad y del "glamour" que ofrece el avión a toda persona de negocios, tener resuelto el asunto de los horarios no es un tema menor cuando el reloj es el que manda en una jornada que cualquier persona quisiera fuera menos apretada. Pero también está el público que utiliza el avión no como herramienta de trabajo, sino como instrumento de placer. Ir a Buenos Aires por un fin de semana a disfrutar de algún teatro, comer en un buen restaurante y comprarse alguna ropita es un placer que los que pueden no deberían dejar de aprovecharlo. Pero en este caso, el estrés del horario no alcanza los niveles del caso de un ejecutivo. Por supuesto que, ir por un paseo de dos días y atrasarnos 3 ó 4 horas, no es nada grato, pero lo que se puede perder en un viaje de negocios puede ser mucho más traumático que si llegamos tarde a un espectáculo musical.

Los motivos de la pérdida de confianza al producto puente aéreo por parte del público pueden ser varios: denuncias de inseguridad al momento de subirse al avión, atrasos por motivos operacionales o por causas meteorológicas, cancelación de vuelos por razones comerciales, disminución en la calidad del servicio de a bordo, paros o huelgas, etc. Mucha gente, fiel a la costumbre de volar en el puente aéreo, ha debido aguantar estos y otros inconvenientes ajenos a su voluntad a la hora de tomarse el avión. Muchas personas, aunque bajo protesta, durante mucho tiempo (meses) por decisión propia o porque no tenían otra alternativa debieron aceptar las nuevas condiciones de volar en el Río de la Plata. Rehenes de una situación a la que no estaban acostumbrados, pero que la fuerza de la realidad los obligó a aceptar, muchos aguantaron hasta que las condiciones no le dieron otra opción que dejar el avión y comenzar a optar por otro medio de transporte. Los puentes carreteros debido al famoso asunto de las plantas de celulosa tampoco eran garantía de un viaje seguro. La alternativa era el barco. Ya sea haciendo el cruce del río directamente desde o hacia Montevideo, ya sea yendo por Colonia, la opción fluvial se ha convertido en una forma más segura de llegar a destino. Precios más baratos y la posibilidad de transportar el auto en la bodega del barco son diferenciales que los decepcionados pasajeros del avión comienzan a tomar en cuenta. Algunos todavía no se deciden. Mientras tanto, lo qué sí hacen con anticipación es avisarles a sus interlocutores de la otra orilla que arranquen la reunión sin ellos (además del almuerzo, en el restaurante, por las dudas, ya está pagada la merienda y la cena...).    

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