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Jueves, 02 Agosto 2007 04:19

Lucha por coherencia espacial,contra "excesos" y pecados

por Roberto Bussero

MVD 02 AGO 07 PDU

Como casco histórico, e "históricamente" lugar de residencia, comercio, diversión (sistema de alivio de tensiones) y hasta city,

la Ciudad Vieja no tiene que buscar definir su territorialidad (más allá de la eventual y exagerada discusión por cuestión de metros), pero sí que defender su linealidad, sus características de lugar privilegiado en razón de varios conceptos.

Ya hablaremos de su "identidad" y "temporalidad", quiero empezar por su espacialidad, concebida como coherencia territorial y límite, lo que supone una cierta capacidad mítica que implica ritos y evolución ritual, también coherente, de una cohesión variable.

En concreto, la CV es un todo bien definido, ayudado por sus límites al mar, con extrema coherencia espacial, pero carente de una política seria para otorgarle la cohesión que históricamente merece.

En ese sentido, en los últimos tiempos, con respecto a ella se ha caído en una especie de pecado agónico de abandono y olvido (en ese orden), provocado por medidas que tienden a una falsa integración al resto del entramado urbano, como si fuera una simple parte de la ciudad y no su embrión constitutivo y constituyente, la explicación inicial del todo.

También se ha resbalado hacia un pecado de hybris, exceso, la violación de salir de la medida en un código natural, exagerar y, en cierto modo, exasperar la condición de unidad. Esto se percibe en la escalada que sumó actividades a ese casco limitado per se, y no sólo territorialmente, también social y psicosocialmente.

La conclusión inicial es que la Ciudad Vieja deja (rápido proceso de "estar dejando") de tener valor como patrimonio común original – "ciudad ética", límite primario de la comunidad, hasta el "ejido" y distinto a los "propios" -.

MAS PICO QUE PALA

Es paradójico, pero los montevideanos estamos destruyendo la identidad temporal mediante esa violación de la espacialidad en más y en menos. No se atiende en los museos más naturales de la urbe durante gran parte del fin de semana, pero se alienta un súper uso "bolichero" y gastronómico, que tiende a una rara especie de internacionalización del lugar, tratando de identificarlo con zonas turísticas procreadas con ese fin, sin preservar sus calidades contemplativas y hasta habitacionales.

No digo que en la "old city" no deban instalarse pubs, snacks, restaurantes y hasta café concerts, ni quiero limitar su oferta a bares y cafés típicos, pero si propongo (deseo) la presencia controlada de cada ítem, expresando en cada metro la conformación equilibrada de la zona como continuidad temporal, espacial e identificatoria que, reitero, "merece".

Y no sólo "merece" por consideración al pasado y a los valores que manifiesta, sino también por todo el entorno ciudadano. Desde Carrasco a la zona oeste, todos merecen que la Ciudad Vieja mantenga su autenticidad, que es la defensa de la unidad en el todo, que no es otra cosa que la defensa de la totalidad y sus partes.

Tampoco creo que sea cosa de salir a decretar cierres o forzar unidades en nombre de esa totalidad. Por otro lado, y por ejemplo, veo necesario que se suspendan los permisos para el funcionamiento de ciertas salas de recreación, baile y servicios afines (las "mega disco") en zonas eminentemente residenciales, al tiempo que se vaya preparando una nueva identidad para cierto lugar hacia dónde ir desplazando esos imprescindibles elementos de alivio tensional y vínculos generacionales, dónde sean debidamente liberados y controlados.

"Liberados" de presiones y problemas que van desde el abastecimiento, ingresos y egresos, seguridad, transporte, estacionamiento y tránsito hasta de vínculo con los vecinos.

"Controlados" como foco social de movimientos extremos de público que pueden dar lugar a diversas formas de conflicto y como centro de locales que deben respetar determinadas normativas.

MALO Y BUENO

En todas esas direcciones, parece ser que la respuesta a la pregunta sobre qué hacer con la Ciudad Vieja es al menos irresponsable: "todo vale", y ni siquiera se agrega un "con tal que..." Ni se desarrollan políticas activas de presencia renovadora e innovadora de lo público – los casos de la negativa horaria de los museos y la objetable subzonificación espontánea vigente son realmente terribles -.

Tampoco se plantean los problemas en términos que puedan llevar a soluciones, pues cada grupo defiende su chacrita y culmina ampliando ese infierno de indefiniciones y violaciones de la natural estructura que surge de lo antiguo y se proyecta a lo moderno (y lo post y "post post" moderno) con su racionalidad no exenta de acuerdos emotivos en la comunidad.

En definitiva, el problema no es sólo "participar y racionalizar", sino también de "convocatoria y escucha", a lo que seguimos sin estar acostumbrados. Se considera que reuniendo gente y exponiendo lo que se va a hacer ya se está salvando la eventual acusación de imposición autoritaria.

Pero no es sólo eso, hay que explicar, comprender y escuchar. Sería bueno que ese tipo de proceso se inicie en Ciudad Vieja, para empezar desde el principio, donde es prioridad definir identidades, tiempos y espacios.