solis-slider-intro-1920x400
mausoleo-slider-intro-1920x400
mvdmausoleoslider-intro-1920-400
pocitosslider-intro-1920-400
Viernes, 06 Junio 2008 05:03

Candidato del cambio

 por Andrés Reynaldo
Estados Unidos amaneció el miércoles en un estado de esperanza. Barack Obama se impuso como el presunto ganador de la nominación presidencial por el Partido Demócrata. Entiéndase presunto como una
 fórmula de cortesía hacia su rival, Hillary Clinton, quien hasta este cierre no había concedido su derrota.

Algunos analistas ven la renuencia de Clinton como una maniobra compensatoria. Otros consideran que pudiera permanecer en la lid hasta la Convención Demócrata en agosto, en Denver, aun a riesgo de provocar mayores divisiones partidistas. Sin embargo, desde el martes la senadora por Nueva York ha comenzado a ponderar la posibilidad de compartir la boleta electoral como vicepresidenta. El empresario Bob Johnson (primer negro billonario de la nación), admitió a CNN que estaba abordando el tema con ambos líderes demócratas. A su vez, el miércoles por la mañana, Clinton y Obama se deshicieron en elogios mutuos en sus respectivos discursos ante el Comité de Asuntos Políticos Estadounidense-Israelíes (AIPAC, por su nombre en inglés), en Washington, D.C.

La campaña ha sido extenuante y álgida. A todas luces, Clinton cometió dos errores fundamentales: subestimó la maquinaria de Obama, que comenzó a trabajar las bases demócratas desde muy temprano; y no advirtió la dimensión del cambio que reclama la nación. Hasta el candidato republicano, John McCain, ha tenido que realinear su estrategia en torno al concepto del cambio. Dicho en buen cubano: se ha virado la tortilla. Trabados en una crisis de identidad en la pasada contienda por la Casa Blanca, los demócratas se esforzaban por lucir conservadores. Hoy, la realidad obliga a McCain a jugar con unas cartas prestadas. Mientras más republicano suene, peor para él.

Estados Unidos ha experimentado con la administración del presidente George W. Bush una desastrosa revolución neoliberal. No hay que hacer detallados recuentos. Basta con tocarse el bolsillo. En el país más desarrollado del mundo, mi hijo tendrá que tragarse el próximo año en la escuela un sándwich de factura carcelaria, porque no hay fondos para los almuerzos. A siete años del 9/11, cuando el mundo nos abrió sus brazos para que lloráramos nuestra tragedia, nos hemos convertido en el escarnio o la mofa de las naciones. El frenesí desregulador de una nueva clase corporativa, con una mentalidad de saqueo similar a la de las nomenklaturas comunistas, nos ha arrastrado a una múltiple crisis que destroza los sectores inmobiliario, crediticio, energético y de servicios, con un demoledor impacto en la clase media y los pobres. La oficina del vicepresidente Dick Cheney funciona con la secretividad y la soberbia de una cofradía de Ivy League. (A propósito de Ivy League, no estaría mal recordar el lema de la Universidad de Pennsylvania, uno de sus principales enclaves: ``La ley sin moral no sirve de nada''.)

Hay quienes dicen que Bush no es un mal hombre. Entonces, ¿qué clase de hombre es? ¿Incapaz, perezoso, obtuso? ¿O será un hombre muy listo que ha cumplido a la perfección con una determinada agenda? ¿Cómo habría que ver, por ejemplo, la guerra de Irak? ¿Ha sido un descomunal error estratégico o una exitosa operación para enriquecer todavía más a Arabia Saudita y situarla como el indiscutible poder sunita en el Medio Oriente, a la vez que se llenaban las arcas de compañías conectadas con los clanes políticos y económicos de las familias de Bush y Cheney mediante contratos otorgados sin el habitual proceso de subasta? En cada renglón vital de nuestra vida ciudadana, el legado de Bush deja más dudas que certezas, más escombros que obras, más decepción que ilusiones.

Obama se ha elevado sobre esta ola de visceral descontento. ¿Estará a la altura de las expectativas? Eso falta por verlo. De momento, su triunfo como candidato de una de las dos principales fuerzas políticas les regala a los negros norteamericanos una de sus grandes conquistas civiles desde la Proclama de Emancipación de 1863. Casi un siglo y medio después de la abolición de la esclavitud. Esperemos que el cambio, el verdadero cambio de esta tierra prometida a las libertades, esta vez de

Publicado el jueves 05 de junio del 2008 en el Nuevo Herald