Pero los tiempos modernos no permiten otra posibilidad que no sea otra que aquella que obliga a cada persona que suba a un avión a ser cuidadosamente revisada. Y esto es así para los pasajeros como para los tripulantes de cada aeronave y para cada persona que, por cualquier motivo deba en algún momento de la operativa previa a la salida del vuelo, subir al avión (al menos, así es desde el punto de vista teórico...). Esto siempre debió ser así pero, últimamente, luego de los atentados terroristas contra Estados Unidos, las medidas de seguridad se han profundizado. Dicha situación sucede dentro del territorio de la primera potencia mundial, como es lógico suponer, pero también en una enorme cantidad de aeropuertos a lo largo y ancho del mundo entero en los cuales el país norteamericano ejerce sus influencias. Las medidas han llegado al grado de que algunos vuelos que salen o llegan al territorio estadounidense cuentan entre sus pasajeros con personal adiestrado para casos de emergencia terrorista.
Uruguay, país libe e independiente de todo poder extranjero ( ) está en la lista de las naciones sobre las cuales Estados Unidos ejerce su presión. Además de las recomendaciones políticas y económicas que el gobierno de Bush realiza a los países en desarrollo, se ha agregado en los últimos tiempos con especial atención, las recomendaciones de seguridad, bajo amenaza de quitarle a nuestro país la categorización correspondiente al nivel mínimo de seguridad que Estados Unidos otorga a cada nación que pretenda con él algún tipo de relación. No es ningún secreto que el gobierno uruguayo ha recomendado a la clase política y a los sectores empresariales la necesidad de profundizar los relaciones comerciales con el país norteamericano. Y para ello hay que hacer buena letra. El tema de la seguridad en nuestro aeropuerto podría ser insignificante a la hora de definir las políticas comerciales con uno de los principales destinos de las exportaciones uruguayas pero, detalles son detalles y, llegado el momento, puede ser un puntito más a favor de la seriedad y de la responsabilidad con las que se maneja el país.
Pero más allá de las políticas que se manejan lejos de la vida del ciudadano común, existe una realidad propia de cualquier ciudadano "de a pie". Generalmente los pasajeros son advertidos de las condiciones de seguridad que deben respetarse al momento de embarcar. De todas maneras, el apuro de último momento o el desconocimiento hacen, en algunos casos, pasar un mal rato a aquel pasajero desprevenido que pretende subir al avión como si se fuera de picnic a cualquier lugar. Además de no poder cargar en su equipaje de mano con ningún objeto que pudiera llegar a cortar o a pinchar (obviamos las armas de fuego y artículos que pudieran causar cualquier tipo de incidente dentro de un avión) ahora tampoco se puede llevar ningún tipo de bebidas, comestibles, golosinas, líquidos, cremas, aceites o cualquier otro tipo de sustancia que pudiera, mezclada con otra, constituirse en un potencial material que afectara la seguridad del avión. Esto ha hecho que a la hora del embarque mucha gente deba descartar de su equipaje de mano innumerables artículos que pasan al control de las fuerzas de seguridad del aeropuerto. En el área de control pueden verse grandes canastas con botellas de vino o de whisky, cajas de alfajores, tarros de dulce de leche, paquetes de yerba, bolsas de caramelos, cosméticos, etc. Se supone que todos estos artículos son derivados a un juez que entiende del tema (se dice que todo lo incautado tiene un destino relacionado a instituciones carenciadas... Por el momento, no hay ninguna información oficial que se refiera al destino real de los artículos rechazados en el embarque del aeropuerto. Los pasajeros protestan, cuestionan el destino de sus pertenencias y no reciben ninguna respuesta que los satisfaga. Se van al avión con la idea de que todo lo que les han quitado pasa a los bolsos de los propios agentes de seguridad). El área de control de seguridad en el embarque del aeropuerto de Carrasco se ha transformado en un gran almacén que, no deja de ser el último punto folklórico al que todo visitante extranjero puede acceder antes de volverse a su país. Allí, antes de subirse al avión, el turista puede sacarse una linda foto con parte de los productos más típicos del país que visitó.