los dos gobiernos darán por terminada la gestión de Juan Carlos I y esperarán el fallo de La Haya
SANTIAGO, Chile. El rey Juan Carlos estrechó en su metro noventa al embajador Juan Antonio Yáñez en un pasillo del hotel donde se alojan los protagonistas de la Cumbre Iberoamericana. ¿Y, qué tal?. El facilitador del diálogo en el conflicto por las papeleras, un diplomático bajito y reservado, levantó los hombros y dejó que hablara el canciller Miguel Moratinos. Entonces se sumó el presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.
Habían pasado sólo dos minutos del final de la reunión de los mediadores españoles con ministros de la Argentina y de Uruguay para definir cómo seguir la negociación. El relato que escuchó el rey no llegó a oídos curiosos. Sí las caras largas.
La traducción se conoció después: no se firmará un acuerdo bilateral en Chile, la fábrica de Botnia en Fray Bentos se encenderá mañana y los gobiernos de Néstor Kirchner y de Tabaré Vázquez se limitarán aquí a agradecer al rey Juan Carlos por haber ayudado a que los dos países, al menos, pudieran retomar el diálogo.
Con la discusión política sobre Botnia cerrada, cerca de la medianoche llegó lo que pareció una concesión a España. Un río no puede separarnos, dijo Vázquez en la apertura de la cumbre. Después se abrazó con Kirchner y con el rey, con muchas cámaras de testigo. Pero en el Gobierno se indignaron y lo consideraron casi una trampa cuando supieron que, en ese momento, ya estaba firmada la habilitación de Botnia.
Las esperanzas de un avance mayor parecían humo cuando Kirchner se encargó de saludar ayer a los 15 asambleístas de Entre Ríos que llegaron aquí para protestar contra Botnia. Y les dijo: "Siempre estaré con la causa".
Eso fue a las 18. A esa hora, en un salón del piso 18 del hotel San Cristóbal estaban encerrados Moratinos, Yañez, los cancilleres Jorge Taiana y Reinaldo Gargano y el jefe de Gabinete de Kirchner, Alberto Fernández.
Los españoles habían convocado la reunión con expectativas de dejar bien parado al rey, a quien habían involucrado hace un año en la crisis al pedirle que bendijera una suerte de mediación entre dos gobiernos vecinos que ya ni se hablaban.
"¿Pensaron algo?", le había preguntado Moratinos a Fernández al cruzarse con él en la entrada del hotel. Ahí se coordinó la reunión trilateral. Había pocas esperanzas: el propio Vázquez lo había dicho anteayer, cuando anticipó otra vez su decisión de dar el permiso de producción a Botnia apenas terminara la cumbre (algo que al final anticipó).
La charla duró una hora y tuvo momentos de amarga sinceridad: los argentinos y los uruguayos admitieron que ya no hay diálogo posible sobre el caso de la papelera de la polémica. Sólo el tribunal de La Haya dirá quién tiene razón, si la fábrica contamina y si fue lícito que se levantara frente al río fronterizo. El único compromiso asumido por los dos países fue dejar bien en claro al mundo el agradecimiento al rey español. Se lo comunicará en persona cada presidente (también Cristina Kirchner, con quien el monarca pidió reunirse hoy para felicitarla por el triunfo electoral). Y se dirá en público que la misión de Yáñez seguirá después de la cumbre.
"Lo que está claro es que hubo un diálogo y que ese proceso no tuvo resultados", dijo Gargano al salir de la reunión. No hay "nada para firmar" en Chile, advirtió.
Igual concepto repitieron una y doscientas veces los funcionarios de la delegación argentina, que eligieron ayer hablar fuera de micrófono en esta ciudad. El vocero de la cancillería española, Manuel Cacho, sólo dijo que "los dos países reconocieron el esfuerzo del rey" y que decidieron "continuar con la mediación".
Las fuentes argentinas dieron algunas pistas de cómo podría ser la puesta en escena del desacuerdo definitivo en el diálogo por Botnia. "Hay que agradecerle al rey que nos haya permitido retomar el diálogo con Uruguay. El caso Botnia habrá que encapsularlo y esperar la sentencia de La Haya. La relación bilateral tiene muchos más aspectos", dijo un ministro que acompañó a Kirchner. Algo parecido había dicho antes de llegar a Santiago el jefe de Gabinete.
No fue dicho con un énfasis alegre. Hablar aquí con funcionarios uruguayos o con argentinos es escuchar quejas agrias sobre los argentinos o los uruguayos. Los hombres de Kirchner incluso transmitían indignación cuando se enteraron de que la autorización a Botnia se firmó apenas terminó la reunión entre los negociadores.
No era lo que soñaba el gobierno español, que expuso nada menos que al rey en el objetivo de solucionar el conflicto rioplatense.
Cuando pensaban en la cumbre de Chile, los diplomáticos españoles tenían como hipótesis de máxima la posibilidad de firmar un protocolo ambiental, en el que los dos países se comprometieran a convertir la zona fronteriza en un área de máxima protección ambiental. El plan se fue derrumbando a fuerza de presiones políticas.
Ya más resignados, los mediadores pensaron en un gesto público de "hermandad" entre Kirchner y Vázquez. El uruguayo lo había descartado el día anterior, pero al final partió de él la iniciativa de abrazarse con su colega, en un cóctel que ofreció la anfitriona, Michelle Bachelet, a los representantes de los 22 países invitados a la cumbre. Lejos de entusiasmarse, Kirchner lo consideró una falta de respeto, según una fuente oficial, porque no era el ámbito donde pudiese reaccionar.
Volverán a verse hoy en un desayuno citado por el rey. Hasta antes del discurso de Vázquez sólo preguntar si se iban a sentar a dialogar les sonaba descabellado a las fuentes que circulaban por el hotel donde se alojan los presidentes.
El embajador Yáñez, que intentó por todos los medios acercar a las partes, prevé comunicar hoy el resultado de sus gestiones. Se espera una promesa de seguir con la "facilitación", aunque el caso Botnia ya quede fuera de la discusión política.
Los Kirchner (por separado) y Vázquez decidirán al final si intentarán hoy una forma de cambiarle definitivamente la cara de fastidio que puso el rey cuando ayer le contaron en qué iba a quedar el ambicioso reto que aceptó hace un año.