Las playas de Bluefields, en la costa del Caribe de Nicaragua, son paradisíacas. Al amanecer puede verse a turistas y pescadores recorrer sus extensas cintas de arenas blanco marfil. Unos buscan un recuerdo de postal. Otros están de pesca, detrás de la captura de una "langosta blanca". Basta sólo una para hacerse rico. ¿Langosta blanca? Samuel Logan, periodista de investigación estadounidense, es quien ha difundido el apodo local para los bultos de cocaína que los narcos dejan caer en alta mar y que luego recompran en hasta US$ 120.000. Abundan tanto que ya son parte de la economía de una región a la que el Estado central casi no tiene acceso.
El crecimiento del narcotráfico en Centroamérica es sólo una de las historias que están oscureciendo el
horizonte de este grupo de países que están entre los más pequeños y pobres del hemisferio. La crisis económica global quitó el velo hipnótico que creaban las alzas de crecimiento y las remesas de los últimos años, dejando en evidencia las tareas pendientes de su dura realidad. Hoy los países de Centroamérica, algunos más que otros, deben encontrar maneras eficaces de reducir la desigualdad, diversificar su economía y reformar sus instituciones políticas, si no quieren que los viejos vicios las lleven al estancamiento o la convulsión donde las "familias" más ricas se enfrenten a "caudillos" de todo signo, tal como ocurrió en el siglo XX.
Es justamente el escenario político el que despierta más pesimismo. "Veo el panorama más negro posible", dice el guatemalteco Manfredo Marroquín, de la ONG Acción Ciudadana, que trabaja con Transparency Internacional en su país. "Vivimos un colapso en varios de los países de los partidos políticos que produce un déficit de liderazgo y esto lleva a las crisis de gobernabilidad", sintetiza. "El origen está en la mediatización de la política, la cual elevó la demanda de recursos para las campañas enormemente".
Carlos Vega, experto en seguridad y justicia de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asies), también en Guatemala, coincide. "Aquí ganan los que recaudan más fondos". Explica que el mecanismo electoral es simple. Se ingresa a los partidos para tener una figuración mínima. Como no hay ideologías, los partidos siguen tendencias clientelistas. "Es fácil ingresar a un partido cualquiera y presentarse a una elección", dice Vega. "Ese candidato pierde una o dos veces, pero ya es conocido, entonces encuentra un financista que piensa 'éste es un posible ganador' y, finalmente, le dan la plata que necesita".
Como las regulaciones de financiamiento político no existen o no se respetan, el sistema está abierto a todo tipo de aportes (de empresas, lavado de dinero, incluso narcos), lo que genera enormes incertidumbres en períodos electorales como el de 2009-2010.
Marroquín usa el ejemplo de Honduras. "Lo que pasa ahí es síntoma del colapso del sistema: dos partidos políticos de cien años que cada vez están más expuestos a intereses económicos o del narcotráfico y que se han olvidado totalmente de sus tareas de Estado", dice el guatemalteco. Así, en 2007 la tasa de desempleo hondureña era de casi el 28% (antes de la crisis actual) y, pese a que la tasa de inversión llegó a un espectacular 31% (2008), la cesantía siguió creciendo.
La baja institucionalidad política abre el campo a los caudillos. Pueden ser Zelaya, Ortega, Colom. Los pobres lo ven como una opción interesante en un mercado que carece de ofertas políticas reales. El síndrome Chávez, el surgimiento de un caudillo que suele ser o un outsider o un renegado. Tiene votantes, pero no partido. La elite lo considera un aventurero con aspiraciones dictatoriales. Él, unos fracasados incapaces de humanidad cuando más del 50% de la población vive en la pobreza. La lucha de poderes del Estado está servida.
Ésta parece ser la situación real o en potencia de Honduras, Guatemala y Nicaragua. "El Salvador es una excepción momentánea", dice Marroquín. "Parece una izquierda con un plan real de gobierno, pero todavía es muy prematuro para decir algo".
En San José, Josette Altman, Coordinadora Regional de Cooperación Internacional, de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Flacso, concuerda parcialmente: "No creo que haya una crisis política incubándose. Sí una crisis social con consecuencias políticas. La paradoja es que hoy la ciudadanía no siente que la democracia mejora su calidad de vida".
"Lo que va a determinar el futuro de la región, más que la estructura económica, es la estructura institucional", dice el guatemalteco Jaime Rolando Rivera, CEO del panameño Bladex, una de las instituciones financieras más importantes surgidas en Centroamérica. "El valor de Costa Rica, más allá de su economía diversificada, es poseer un marco institucional permanente". Modelo hacia el que se mueve también Panamá.
Terreno desigual. Por ahora, es la profunda desigualdad entre ricos y pobres lo que genera más presiones en Centroamérica. En Nicaragua, el 1% de un millón de familias, o sea 10.000 familias, se lleva el 20% del ingreso nacional, en tanto que el 20% más pobre recibe el 4% de los ingresos. "La fotografía es casi homóloga en todos los países de la región", dice Néstor Avendaño, director ejecutivo de Consultores para el Desarrollo Empresarial (Copades), en Managua. ¿Se trata de un problema sin solución? Avendaño cree que es corregible si se impulsa "un gran intento subregional" de relanzamiento de las economías. Éste debería incluir el fomento de la educación técnica, la transferencia de tecnología, un fuerte mejoramiento de la infraestructura, una reforma tributaria y la creación de una agroindustria masiva.
El problema es que no hay ahorro interno con el cual financiar tal reconversión masiva. Y la región cuenta ahora con menos apoyo de millones de sus microinversores más devotos: los emigrantes. "La remesas representan para Nicaragua un 14% del PIB. Unos US$ 800 millones, y el 95% de ellas se consumen", dice Avendaño, en Managua. En El Salvador el impacto es todavía mayor. "Hay 2,5 millones de salvadoreños que trabajan en EE.UU.", menciona el sociólogo y economista nicaragüense Óscar René. "En El Salvador eso representa el 18% del PIB y su caída limita el mercado interno", agrega.
Mario Magaña, director de Asuntos Económicos y Comerciales de la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador, dice al respecto que "la caída de las remesas es de un 10%. Pero eso impacta en 20% del consumo interno".
El impacto se multiplica por la integración subregional. Nicaragua posee 1,5 millón de emigrantes en tres países: EE.UU., Costa Rica y El Salvador. Como en Costa Rica se derrumbó la industria de la construcción, los nicaragüenses -ya un 10% de los habitantes- especializados en ella se han quedado sin trabajo.
Guillermo Zúñiga, ministro de Hacienda de Costa Rica, grafica el impacto en su país de esta forma: "El acumulado de los primeros cuatro meses del año muestra que el turismo ha caído en un rango de 8%. Las exportaciones registran caída en torno del 14%".
En Honduras, 250.000 m2 de "techo industrial", maquilas, se vaciaron entre enero y mayo. En Nicaragua, 19.000 personas, un quinto de los que trabajan en zonas francas, perdieron sus trabajos. Óscar René pone sal a la herida al recordar que el derrumbe de la demanda estadounidense "tiene un doble efecto: el comercio intracentroamericano también ha caído".
Descapitalizados. A esto se suma el problema sistémico de Centroamérica que le dificulta generar ahorro interno e inversión. "En Guatemala tenemos una pirámide demográfica anchísima en la base (edad promedio 15 años, sólo el 40% de la población es económicamente activo). Es muy difícil acumular ahorro cuando tan poca gente trabaja", dice Julio Héctor Estrada, Director del Programa Nacional Competitividad de Guatemala - Pronacom. El problema está en que "Centroamérica tiene una muy baja tasa de formación de capital. Abajo del 20% en casi todos los años en las últimas tres décadas en casi todos los países". Por eso "no importa cuanto subas tu productividad, si no puedes acumular capital a una tasa del 25% PIB anual, es difícil sostener un crecimiento del 6% o más anual del PIB de forma constante".
Por ello, el istmo depende mucho del financiamiento externo. En el caso de Honduras, Rebeca Patricia Santos, ministra de economía del depuesto presidente José Manuel Zelaya, lo explica así: "El año pasado recibimos US$ 250 millones del BID y del Banco Mundial, nuestras principales fuentes de crédito externo. Pero esos niveles son insuficientes cuando se trata de infraestructura. Una central hidroeléctrica sola puede costar US$ 350 millones".
Y Honduras necesita más de una. De hecho, se encontraba negociando con Brasil un préstamo de US$ 450 millones para destinarlos a ese fin en el momento del golpe. Es gracias a esa brecha que el presidente venezolano Hugo Chávez se ha convertido en un actor relevante en la región. Por medio de las ventas con pagos a largo plazo por parte de Petrocaribe, el gobierno venezolano les quitó una presión grave a los presupuestos de varios de los países, importadores netos de petróleo. "Si no hubiéramos tenido esa posibilidad, habríamos tenido una presión adicional todavía mayor sobre los niveles de nuestras reservas", arguye la ministra.
Lamentablemente, un componente que hace las cosas más difíciles es la alianza entre grupos de narcotraficantes mexicanos y las maras, las violentas pandillas urbanas, que amenaza con tomar por asalto el sistema político.
Luego de recordar que en México los narcos han comenzado a comprar a ex militares para que los entrenen, Peter Hakim, presidente de Inter-American Dialogue, dice que "las maras en conjunto a los narcotraficantes y su capacidad de comprar a cualquiera, son una mezcla muy peligrosa en varios países".
Carlos Vega, de Asies, tiene otra mirada. Si bien reconoce que "ellos, los narcos, les ponen escuelas, hospitales y la gente sencilla les agradece y, claro, así los manipulan", cree que hay espacio para el optimismo. "No somos un Estado fallido. Aquí la gente no se suicida. La gente es dura para luchar y vamos a seguir luchando", dice, pese a que más de 20 dirigentes sindicales e indígenas fueron asesinados en 2008.
Confianza multinacional. Lo bueno es que Centroamérica tiene recursos en sus manos para impedir que la historia empeore. De hecho, compañías de nivel mundial siguen confiando en su capacidad para ello. Una es Hanesbrands Inc, empresa manufacturera de indumentaria que posee más de una docena de marcas en el mercado de EE.UU. Opera en El Salvador y Honduras. Posee seis plantas en el primero, con una inversión local que excede los US$ 200 millones.
"De dos tercios a tres cuartos se han realizado de 2007 para acá", dice Edwin Zamora, su vicepresidente de Operaciones. A principios de ese año tenían dos plantas y empleaban a unas 2.000 personas. "Hoy tenemos un poco más de 7.000 y nuestra posición es que en los próximos 18 meses siga subiendo unas 1.000 a 1.500 más", dice. "Fabricar aquí en la región nos permite responder más rápido a nuestros clientes, sin mantener grandes inventarios y se ahorra en el transporte".
Es una buena noticia para la industria de la maquila salvadoreña, que generaba antes de la crisis unos 100.000 trabajos, y ya venía muy golpeada por el ingreso de China a la OMC hace tres años.
Similar confianza expresa Martín Castillo, director general de Operaciones para Centroamérica, el Caribe y Puerto Rico de Hewlett-Packard (HP). Acá, dice con orgullo, "somos un poquito más grandes que en China. Ellos tienen 8.000 empleados y nosotros estamos tocando los 10.000".
A punto de inaugurar una nueva inversión en Panamá, dice que esencial para esto es que "el nivel académico de Centroamérica es muy alto". Para él, a ello se suma la gran inversión en infraestructura de comunicaciones.
Buenas noticias en medio del difícil momento que atraviesa el istmo y que hace recordar que, así como empiezan, las tormentas también se van.
fuente: AméricaEconomía - Con la colaboración de Loreto Urbina en San José y Solange Monteiro en Santiago.