Más acá o allá de José Ignacio crecen varios restaurantes y posadas enclavados sobre terreno virgen de dunas y monte. Sin carteles y perfil bajo, atrapan a un turista que busca reserva. Recorrida por tesoros escondidos.
No busque carteles indicadores porque no los hay. No vaya pensando en preguntarle a algún vecino porque la zona está prácticamente despoblada. Salga con tiempo, lleve lentes, cuente cada mojón de la ruta, ármese de paciencia y active sus sentidos. Si va de día, puede que consiga dar más rápido con el camino, pero corre el riesgo de pasar por la puerta sin darse por enterado de que allí, detrás de los arbustos, hay un restaurante.
La ambientación nocturna, en cambio, facilita la identificación pero dificulta el acceso desde la ruta 10. No obstante, y a pesar de que pareciera que los dueños de estos emprendimientos gastronómicos se propusieron jugar a las escondidas con los potenciales comensales, la aventura bien vale la pena. Esa
condición de recoveco -sumado a los fogones en la arena, las mesas entre las dunas, la luz tenue, la espectacular panorámica o la posibilidad de zambullirse en una piscina entre plato y plato- convierten a estos restaurantes en una escapatoria perfecta al bullicio de la Península.
Entre La Barra y la región de José Ignacio, abrieron esta temporada 12 restaurantes nuevos; algunos siguiendo esta tendencia de avanzar cada vez más hacia la Laguna Garzón e instalarse con discreción, lo suficientemente lejos de sonidos urbanos. Aquí, algunos de los tesoros escondidos en el Este.
La Olada. La primera pista para acceder al restaurante regenteado por Santiago Rivero es el cartel que anuncia al balneario La Jacinta, ubicado en el kilómetro 181 y medio de la ruta 10. Una vez en la calle principal (única con alumbrado público), hay que circular dos cuadras y doblar a la derecha. No bien haga la vuelta va a pensar que se equivocó, que allí no puede haber nada. Error, continúe la marcha. A pocos metros verá unos árboles y enseguida, un cartel de madera circular que dice La Olada.
La primera impresión al ingresar es que el aire que se respira es más rochense que puntaesteño. Tal vez por la simpleza, tal vez por la madera (material de pisos, mesas y sillas), tal vez por los árboles que rodean al restaurante o por el horno de barro que roba la atención detrás de la barra. O quizás por la iluminación y las velas en las mesas, que ciertamente aportan calidez.
"La propuesta es combinar lo simple con lo sofisticado. Que la gente venga y se sienta como en el living de su casa", explica Silvia, esposa de Santiago, dueño y cocinero. El objetivo se cumple; y aunque no hay lujo en la decoración, sí se observa sofisticación.
La carta contiene media docena de entradas, platos principales y postres. Según Silvia, la estrella del menú es el cordero con ratatouille ($380). "Los corderos son criados en el campo del padre de Santiago", acota Silvia. Otras opciones son un entrecot con papa al plomo ($340), Rissoto de algas ($320) y pastas caseras. De entrada, ofrecen pizza, mollejas con papines y provolone, entre otras. Un flan con dulce de leche preparado de modo especial es el recomendado entre los dulces.
La Olada abre a las 20.30 y cierra cuando se retira el último comensal, como para pasar una noche sin ruido. Y si llega a cenar a la medianoche no recibirá esa terrible frase tan típica de Uruguay que dice "la cocina está cerrada". Así lo prometieron sus propietarios.
La Commedia. Un clásico de Montevideo que abre este año en las instalaciones del Hotel-Boutique Azul Marino, ubicado en el kilómetro 185 de la ruta 10, pasando José Ignacio. No busque indicación en la ruta, la única guía es el mojón y un pequeño cartel de madera que anuncia al hotel. Cuesta verlo de día, así que doblegue el esfuerzo si va de noche. Una vez en el camino no hay como perderse. Dos cuadras, curva y aparece el anuncio, ahora sí, con la conocida tipografía de La Commedia.
La vista que ofrece desde un amplio balcón y deck es embriagadora. Cinco minutos en ese sitio y el cuerpo comienza a emitir síntomas de sedación. La ubicación en la altura, el entorno agreste y la vista del océano a los lejos se convierten en un cóctel de ansiolíticos. Como está enclavado dentro un hotel, La Commedia ofrece desayunos, almuerzos, meriendas y cenas. Por la misma razón, los comensales pueden hacer uso de la piscina.
El menú incluye tapas, platos principales y postres. "El tapeo implica un formato distinto: se come desde un sillón a una mesa ratona. La idea es picotear, levantar un pincho, usar las manos. Por eso armamos livings", explica Marcelo Lacaño, propietario.
Las tapas pueden ser de ceviche, langostinos con mango o ancas de rana, con precios que van desde los $260 a $360. Entre los principales se destacan: corvina negra a la parrilla, pernil de cordero, picaña con ajos confitados, rissoto de langostinos y maracuyá. El plato más caro cuesta $450 y el cubierto $70. La carta muta al mediodía, cuando se ofrece un menú de estilo branch, con ensaladas, bocattas y sandwiches gourmet.
El momento fuerte del restaurante es el atardecer dado que el sol se oculta justo encima del balcón. Para aprovecharlo, Lacaño planea llevar un DJ residente, así como un espectáculo musical con estilos tan variados como boleros, bossa nova y The Beatles.
Butiá. Quizás el más sencillo de ubicar. Pero atención, no se confié: la cartelería allí también es austera. La coordenada exacta es el kilómetro 185,500 de la ruta 10. Así que tendrá que contar los metros después del mojón 185, aminorar la marcha y esperar a ver dos anuncios en madera: Casa Suaya y Butiá. La primera es una posada de 20 habitaciones. El segundo es el restaurante. Su propietaria, Clo Dimet, es una chef uruguaya radicada en San Pablo y que se define como obsesiva por la calidad de los productos.
El salón de Butiá es refinado, cálido y tiene como centro una gran estufa a leña. Ventanales al piso comunican con la piscina. Las sillas son de madera y ratán.
La cocina se define como mediterránea y utiliza de base insumos típicos de la zona, como la corvina negra, el cordero o los mejillones. También ofrecen sushi.
Recomendado de la chef: chipirones a la plancha con limón siciliano de entrada, corvina negra con cebollas glaseadas, almendras, espinacas y pasas de uva de principal y crumbel de peras con hierbas de postre.
El precio promedio de un plato principal y postre es de $700. La cocina abre de 9:00 a 1:00 de la mañana. En Butiá nadie lo va a apurar con la mirada. La consigna es que el cliente llegue y se instale. "Podés venir, pasarte el día entero en la piscina, cenar, hacerte un masaje
lo que quiero es que la gente pase bien". El ambiente ciertamente que invita a quedarse, sobre todo al caer la noche, cuando los rojos y amarillos de la estufa a leña se mezclan con los celestes, grises y azules del cielo.
El Brasero. Las coordenadas son las mismas que para Butiá. De hecho, El Brasero está antes. Pero como parece camuflado es posible pasar por la puerta sin percatarse. Dos señales indican que allí hay algo: un cartel de madera y dos pilas de leña simétricamente ubicadas a ambos lados del portal. Hay que ingresar y caminar varios metros por la arena antes de que el restaurante cobre forma. Cuando eso sucede, el sueño del boliche en la playa se hace realidad.
El Brasero apunta al público joven, lo que resulta es evidente por tres razones: los precios, el menú y la ambientación. La opción de cena es la parrilla: chorizos, morcillas, achuras, entrecot, picanha, bife ancho, entre otros. Los platos más caros rondan los $300 y un brasero para dos personas anda por $500.
La cocina abre de 8 a 2 de la mañana, pero una vez cerrada se sirven tragos. Si el ambiente lo permite, "puede pintar baile", señala Alexis D`Alessandro, uno de los socios. Otra particularidad es que venden botellas de whisky, vodka u otros alcoholes a la mesa. Por ejemplo: una de Chivas Regal tiene un valor de $2.000 y una de vodka $980.
En lugar tiene una parte techada y otra al aire libre sobre la arena. Las mesas están distribuidas entre los arbustos o alrededor del fogón. En la iluminación predominan las velas, colocadas dentro de bolsas de papel para sobrevivir al viento y pocos portalámparas que aportan luz tenue.
La música (bossa nova, por ejemplo), el fuego, el humo de la parrilla, los árboles y las estrellas crean una atmósfera playera de distensión. El mar, aunque está a unos 300 metros, pero se siente cerca.
Alta gastronomía con fogón y sobre la arena
Sarava Resto Bar & Garden es un establecimiento de alta gastronomía cuya cocina tiene raíces suizas, francesas, vascas e italianas. La carta (escrita en hojas Tabaré) incluye ensalada de frois gras caliente, langosta, gazpacho con cigalas, cordero y salmón marinado con helado de espárragos.
Natalia Méndez, propietaria del lugar, prefiere que no se haga mención a los precios, aunque una rápida hojeada por el menú indica que no están muy por encima del resto de los restaurantes.
Allí también la madera es el 90% de la decoración, de la que se destacan dos lámparas de techo construidas con ramas de árboles. La paja y sillas de campo le dan un toque autóctono a la identidad de lugar.
Sarava fue pensado para cenar pero también para quedarse a tomar tragos después de comer, disfrutando de la música del DJ Residente Rúben Duffei. "La propuesta nuestra es completa. A nosotros nos pasaba que no encontrábamos un lugar así en Punta del Este. Si voy a comer no me puedo quedar a tomar algo después. O me voy a tomar algo pero no como bien. O voy, como bárbaro, pero no tengo buena música", explica Natalia Méndez.
Por eso, la lista de bebidas es amplia y variada: whisky importado, champagne, cognac, mojito, entre otros.
Más detalles: el bartender es un inglés traído especialmente desde Ibiza (al igual que el relaciones públicas), el chef es uruguayo pero trabajó años en europa y todo el personal es bilingüe. Además, la carta está traducida al portugués y al inglés. "Apostamos a que si viene un inglés, un alemán, un francés o un americano se sientan cómodos, entendidos y en un lugar cosmopolita. Por eso todos acá hablamos entre dos y cinco idiomas", dice Méndez.
Para llegar a Sarava hay que tomar el mismo camino que lleva a La Commedia (doblando a la izquierda en el kilómetro 185 de la ruta 10), pasarla y seguir 2 cuadras más. Del lado izquierdo verá una construcción de madera con dos ventanas en cemento redondas (estilo barco). La apertura es después de las 20:00 y el cierre lo determina el último en retirarse. Aquí también se destaca el fogón, el living y las mesas sobre la arena.
El dato
Cómo llegar y dónde reservar
La Olada- Ruta 10 km 181.500. Doblar en el cartel indicador del balneario La Juanita. Teléfono (0486) 2745.
El Brasero- Ruta 10 km 185.500. Teléfono (099) 591537.
La Commedia- Ruta 10 km 185. A 200 metros de la ruta. Teléfonos (0486) 2363 // (099) 108868.
Sarava- Ruta 10 km 185. Teléfono (099) 087340. Butiá- Ruta 10 km 185.500. Teléfono (0486) 2751.
Temporada muy buena pero insegura
Para la Corporación Gastronómica de Punta del Este la temporada, al menos hasta el 15 de enero, será muy buena. Así lo afirmó Alejandro Viña, presidente de la gremial y propietario del Parador Daikiri, ubicado en la playa Mansa.
Uno de los temas que preocupa a Viña es la seguridad en la península. "El 24 de diciembre fue una vergüenza, salían como Papa Noel con todo el bolso lleno", comenta y matiza: "El turista que nos visita no se asombra tanto porque en los lugares de donde vienen es peor".
Con respecto al siempre polémico tema de los precios, Viñas considera que los mismos subieron en los mismos niveles que en el resto de Uruguay.
A modo de ejemplo: un refresco pequeño de mesa en un boliche del puerto sale $70 y un licuado $100. Un revuelto gramajo en un establecimiento de la calle Roosevelt cuesta $140 y unas papas con champiñones $110. En Tienda Inglesa, un sandwich olímpico tiene un costo de $65 y los cigarrillos, en algunos lugares, se venden $3 más caros que en Montevideo.
La Corporación Gastronómica de Punta del Este -que nuclea a 65 restaurantes y 2.500 trabajadores del rubro, algo así como el 40% del total de emprendimientos- acaba de presentar una nueva edición de la Guía de Restaurantes de Punta del Este. Allí se ofrece una detallada descripción de la oferta local, traducida al inglés, con fotos e impresa en colores y alta calidad.
fuente: EL PAIS DIGITAL