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Lunes, 30 Junio 2008 06:11

Verdes vacaciones: Viajes eco-científico, nueva forma de descubrir el mundo

  Playa, montaña y relax sí, pero el contacto directo con la naturaleza observando peces e insectos también. Particularidades de un nuevo tipo de turismo que suma adeptos.


 El primer día, malla obligatoria; el segundo, botas de montaña; en el tercero, el
espíritu marinero es de rigor; y en el cuarto, es imprescindible el microscopio:
los viajes científicos del Centro Nacional Francés de Investigaciones Científicas
(CNRS) tienen imperativos muy particulares. En la pequeña ciudad de Banyuls sur Mer
(sur de Francia), a orillas del Mediterráneo, el Observatorio Oceanológico recibe
turistas para "mostrarles la riqueza, pero también la fragilidad" de los
ecosistemas confrontados al cambio climático, explica el director del Laboratorio
Arago, Philippe Lebaron.

Este laboratorio del CNRS y de la Universidad Pierre y Marie Curie tiene "la
particularidad de tratar fondos marinos del Mediterráneo hasta mil metros de
profundidad, y el bosque de Massane, a más de mil metros de altitud".

Los turistas comparten durante su estadía de cuatro días la vida cotidiana de los
científicos del CNRS, tanto en el mar como en la montaña, observando la vida de los
peces o la de los insectos. Este viaje se inscribe en una nueva idea de turismo
dedicado a la ciencia y propuesto a quienes se interesan en la naturaleza por la
agencia de viajes Escursia en asociación con el CNRS.

Los proyectos conciernen a países de todo el mundo (Madagascar, Namibia, Perú...).
Céline Labrune, científica del CNRS, señala que se trata de "hacer descubrir lo que
no se ve cuando no se ha educado la vista para eso". El "turismo científico" permite
descubrir lo que la persona antes no veía al pasearse por la naturaleza como un
ciego. "Cuando uno traga agua al nadar, la diversidad de organismos que ingiere es
extraordinaria", explica otro científico, Francois Lantoine, a los turistas que
observan en un microscopio.

En el agua "clara" sacada del mar, los turistas descubren un mundo insospechado:
miríadas de organismos microscópicos de formas sorprendentes: "la base de la cadena
alimentaria oceánica", el zooplancton y el fitoplancton. En el mar, a bordo del
barco científico del laboratorio, los turistas habían participado antes en el
análisis diario de la temperatura del agua, su salinidad, etc., realizados para
"determinar el impacto del cambio climático en el Mediterráneo".

A lo largo de la costa rocosa, equipados con anteojos y tubos de respiración de
submarinismo, los turistas observan los peces. Es algo normal para cualquier persona
que practique la inmersión submarina. Pero con las explicaciones del científico
Pascal Romans, un mundo extraordinario aparece de pronto: ahí, una hembra de
tripterigión pone sus huevos, más allá, pequeños sargos nadan en una "guardería"
natural.

Más lejos, un erizo de mar "pace" en las algas. Muy cerca, pero a más de mil metros
de altitud, Jean-André Magdalou se entusiasma hablando de "su" bosque de Massane,
que alberga más de 6.000 especies de plantas, hongos e insectos, y unos 40.000
árboles, que él estudia para observar su reacción a los trastornos hídricos y
térmicos. Para él, cada insecto, cada flor, cada agujero en un árbol aportan
informaciones, y es capas de mostrarnos todo un ecosistema en un tronco podrido.
Magdalou considera que la presencia de este nuevo tipo de turistas es esencial:
permite "mostrar que observar la naturaleza es importante para evaluar los efectos
del cambio climático y de la contaminación


afp