Luis Fernando Furlán no para. A veces tiene un rostro preocupado, pero no es por las pérdidas de Sadia -compañía de la cual es presidente del consejo- originadas en inversiones en derivados, sino por la posibilidad de la pérdida de un activo infinitamente más valioso: el Amazonas.
"Durante los casi cinco años en que estuve a cargo del Ministerio de Desarrollo, tuve entre mis responsabilidades la Agencia de Desarrollo del Amazonas, y pude experimentar una proximidad y conocimiento más profundo tanto de la potencialidad como de los desafios de la región", dice.
Por ello Furlán decidió sumar su esfuerzo en la lucha por evitar la deforestación de una de las zonas más ricas en vida del planeta. ¿Cómo? Con una idea tan simple como inexplorada: convencer a los habitantes de la selva de que es más rentable no cortarla que cortarla.
Desde el año pasado, Furlán preside la Fundación Amazonas Sustentable. Creada en asociación con el gobierno del estado de Amazonas y del Banco Bradesco, en febrero de este año consiguió un aliado en Coca-Cola, que decidió invertir unos US$ 9 millones en el proyecto. Se gastarán en la llamada Bolsa Floresta, una versión "verde" de la exitosa Bolsa Familia creada por el presidente Lula. "La Bolsa Floresta cuenta con inversión en acciones comunitarias para la generación de renta y acciones sociales como salud, educación, comunicaciones y transporte; transferencias mensuales de R$ 50 para las mujeres de las familias que viven en la región, las que se comprometen a no desforestar; y otro 10% del total relacionado al financiamiento de las familias, el cual es transferido a la asociación de habitantes del lugar para que exista una administración local del programa. Esto último, siguiendo el ejemplo de iniciativas exitosas como la del Grameen Bank de Mohamad Yunus en Bangladesh", cuenta Virgilio Viana, director de la Fundación.
Este semestre, el programa llegará a 6.000 familias, de un total de 10.000. Parece poco sin embargo, es mucho. Furlán dice que parte de su impulso es tratar de llevar alguna esperanza frente a la oleada de publicidad negativa que sale de Amazonas. "Nuestro trabajo va en el sentido opuesto. Cuidar un área de 16,4 millones de hectáreas, mayor que el territorio de Inglaterra, y hacer que en los próximos 20 años no haya ningún tipo de devastación".
Algo relativamente simple de realizar cuando se trata del estado de Amazonas, que fue el primero del país en aprobar una ley relativa al cambio climático: "Tiene el 98% de su área preservada y un sistema de unidades de conservación que propicia la implantación de un proyecto sin los percances de titularidad de tierras, invasiones, problemas indígenas, entre otros sufridos en los demás estados brasileños", como
bien recuerda Furlán.
Estimulante y creativa como lo es, iniciativas como las del empresario -si bien son criticadas por ecologistas radicales que quisieran que la selva fuese un gran parque inaccesible-,compiten con un enemigo mucho más rico y peligroso, que no descansa: los que no quieren que haya selva ninguna, sino una inmensa pradera de soja y campos ganaderos sin fin que conviertan a Brasil en el granero del mundo.
Y las pruebas están a la vista. Un estudio del Instituto del Hombre y del Medio Ambiente (Imazon) realizado con apoyo de las Fundaciones Ford y Betty & Gordon Moore, divulgado en enero, indica que el 80% del crecimiento de los rebaños vacunos registrados en Brasil, entre 2002 y 2006, se produjeron en el Amazonas Legal, en un área estimada en 25,3 millones de hectáreas. Es más, señala que la mayor deforestación tuvo lugar sobre todo en el año posterior a los de alzas en los precios de la carne vacuna y de commodities agrícolas como la soja.
Pero ¿y quien dice que sería malo alimentar a medio planeta y dejar a algunos de esos animalitos tan divertidos en un par de zoológicos a cambio? Sucede que, a diferencia de los espejismos normales que aparecen en los desiertos, el espejismo de que Brasil puede llegar a ser el EE.UU. alimentario del siglo XXI creará un desierto que podría amenazar la existencia misma del país.
Río volador
Para tener una idea cómo ocurrirá ello si todo sigue como hasta ahora, basta imaginar al Amazonas como la fuente de un río aéreo que nos abastece del agua necesaria para vivir, que es el principal insumo agrícola. Y a la sociedad, secando voluntariamente ese río, de forma irremediable. No es una metáfora. "En promedio, el 90% de la lluvia que cae en el área central de América del Sur, de donde proviene el 70% del PIB del continente, viene del Amazonas", dice el agrónomo Antonio Nobre, doctor en Biogeoquímica de la Universidad de New Hampshire, representante del Instituto Nacional de Investigación de la Amazonía (Inpa) dentro del Instituto de Investigación Espacial (Inpe). "Con la deforestación se está secando el potencial de
lluvia responsable por nuestra brillante productividad y de la propia supervivencia de la selva, que absorbe parte de esa agua", afirma, indicando que en un solo día el Amazonas alimenta un río aéreo monstruoso con la evaporación de cerca de 20.000 millones de toneladas de agua.
Para el meteorólogo brasileño Carlos Nobre (hermano de Antonio) la reducción del cauce de tal "río volador" amenaza con cambiar el clima en toda Sudamérica. En una presentación realizada en enero, en el Woodrow Wilson International Center of Scholars, en Washington, alertó que si el aumento de la temperatura del centro/este del Amazonas sobrepasa los 2,5º Celsius, la región puede llegar a un punto de no retorno a partir del cual la selva se transformaría en una sabana: "Y, con eso, la región interna del continente entraría en un proceso de desertificación como el que ocurrió en el nordeste de Manchuria (China) debido al abuso de los agronegocios y la sobreexplotación que dejaron el lugar arruinado", comenta Antonio. Con ironía,
sentencia, "y no servirá querer plantar eucaliptos, pues si eso ya sirviera de algo, los desiertos serían productivos."
Mal ejemplo
Existe un problema adicional derivado de las consecuencias negativas del modelo de gestión brasileño del Amazonas: el de la imitación por parte de agricultores de soja en Perú y ganaderos en Colombia.
"Lo que pasa en el Amazonas de Brasil es inevitable que se refleje aquí, pues el peruano observa y ve que puede ser una manera de ganar dinero", dice el arquitecto Eduardo Nycander, desde el amazónico departamento peruano de Madre de Dios. Nycander se enamoró del Amazonas peruano cuando todavia era un estudiante universitario y viajaba a la región para fotografar la vida silvestre. Ya egresado, decidió
instalarse en la selva, creando su primera posada (de un total de tres) en 1989. "El turismo en Madre de Dios crece a una tasa anual del 25%, en tanto que el promedio general del país es del 10%", dice. El empresario turístico posee un olfato muy afinado para identificar de dónde viene el riesgo para la selva. "La minería aurífera es un monstruo al cual nadie toca", dice. "Estamos hablando de 30.000 personas que se dedican a la minería informal en Puerto Maldonado, que ganan 400 soles diarios (unos US$ 120) y no pagan nada de impuestos".
Sin embargo, su principal recelo es la carretera "Interoceánica" de más de 2.500 km. que unirá la frontera de Acre (en Brasil) con tres puertos peruanos, y la cual se estima entrará en operaciones en dos años. Para Nycander, esa puede se convertir en un acelerador de la destrucción del Amazonas de Perú, como ya pasó en el lado brasileño: "Hay tierras de libre disponibilidad sobre las cuales hay una especulación fortísima", dice Nycander. "Si va al registro público y lo creen interesado en comprar tierras, inmediatamente se le acercarán dos o tres tramitadores que 'sanearán' terrenos para comercializarlos", afirma. "Y tengo
entendido que hay brasileños comprando terrenos en Madre de Dios, porque ahora que la Interoceánica se va a terminar en dos años elevará enormemente el volumen de soja que se puede movilizar." Ya existen algunas iniciativas para paliar los daños, y vienen desde el ámbito privado. Odebrecht, la empresa brasileña que lidera el consorcio que también será responsable por la operación y mantención del camino en sus primeros 25 años de uso, está al frente del proyecto iSur, que busca fuentes de generación de ingresos para las pobladores que viven en los alrededores de la Interoceánica. "En cinco años buscaremos implementar 14 proyectos en tres programas: turismo, econegocios y conservación, con una inversión total de US$ 12,5 millones", dice el brasileño Delcy Machado, director de Resposabilidad Social del Proyecto iSur
desde su nacimiento, hace un año. "Es fantástico saber que se puede ayudar no para traer modernidad, sino una mejor calidad de vida dentro de la cosmovisión de ellos."
En la parte colombiana de la selva, el desafio es el mismo. En el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi), investigadores como Carlos Ariel Salazar trabajan con asociaciones de productores en el desarrollo de sistemas sustentables para recuperar áreas degradadas. Pero la lucha por la sustentabilidad de la Amazonía colombiana requiere aún mayores esfuerzos si se toma en cuenta el
estigma que aún permanece por las actividades relacionadas al narcotráfico, que aleja las inversiones en áreas productivas, y "las tensiones político-militares por la presencia de la guerrilla están forzando el desplazamiento de la población", dice. Pero si esa herencia perjudica los proyectos sustentables, es la actividad ganadera la que provoca mayor devastación. "La ocupación más extendida ocurre en el
departamento de Caquetá. Hay aproximadamente 7 millones de hectáreas intervenidas, de las cuales 5 millones lo son por la ganadería. Los departamentos de Putumayo y Guaviare van por un camino semejante." Según el investigador, las explotaciones ilegales no acabarán mientras, al igual que en Perú, no se erradique la fuerte desigualdad. "No hay duda de que en Colombia hay altas tasas de desempleo debido a problemas estructurales de largo plazo, y la región amazónica es siempre una posibilidad para generar riqueza".
Frentes de combate
Pero si contar con una fuente de renta inmediata es tentador, Perú y Colombia harían bien en prestar atención a los perjuicios que Brasil ha sufrido por su planeación atrasada y mal formulada. Los dos principales problemas para la selva en Brasil son la ocupación ilegal de tierras públicas y las líneas de crédito más baratas para el sector agropecuario. "Éstos se transforman al final en dos tipos de subsidio: uno indirecto -tierras exploradas gratis- y otro directo", dice Paulo Barreto, investigador de Imazon. El primer problema sería resuelto por medio de un plan de regularización de tierras propuesto por el ministro de Asuntos Estratégicos, Mangabeira Unger. Ese plan promete resolver la situación del 80% de esas ocupaciones irregulares -unas 67.000 hectáreas en tres años, pero que enfrenta la resistencia del Ministerio de Agricultura por el tema de quién encabezará el proyecto.
Para el biólogo norteamericano Philip Fearnside, del instituto Nacional de Investigaciones de Amazonia, Inpa, la propuesta es una más entre muchas que ha visto pasar en los años que lleva en la zona. "De todos modos, no creo que se logre aprobar antes de las elecciones, porque con presupuestos reducidos en 2009 y considerando que 2010 es un año electoral, sería como sacudir un nido de avispas", agrega Beto Silva, director de Imazon. Para Claudio Maretti, miembro del consejo mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Natureza (IUCN, por sus siglas en inglés), más que la regularización, el proyecto necesita ofrecer "claridad en el registro de tierras, para no tener el efecto inverso y estimular más el pillaje". Y recuerda que existe otro tema que no ha sido esclarecido: "la concesión de áreas forestales, definidas en el nuevo modelo de política forestal pero que aún no ha sido ejercida, y que daría margen para comenzar actividades sustentables en la Amazonía e inhibir la ilegal".
El tema del crédito tuvo un importante avance el año pasado, gracias a una iniciativa de la entonces ministra de Medio Ambiente y ahora senadora Marina Silva, cuando el Consejo Monetario Nacional decidió eliminar el financiamiento en algunos municipios y a quien no tuviese tierras regularizadas. Uno de los motivos de la
renuncia al puesto de Silva fue por las presiones del gobernador de Mato Grosso, Blairo Maggi, uno de los mayores productores de soja del mundo. "Esta retracción disminuirá el potencial de los bancos, lo cual es bueno, pero todavía sigue siendo más fácil para una empresa agrícola obtener un crédito que una empresa forestal, a veces por el simple motivo que el gerente no sabe evaluar apropiadamente", dice Maretti. El gobernador Maggi fue contactado por AméricaEconomía, pero alegó problemas de agenda.
El componente más reciente en esta ecuación, en tanto, es la crisis económica, que si por un lado recorta el financiamiento de los proyectos proselva, por otro, afecta directamente la demanda por productos de la región, sean ellos agropecuários, madereros, mineros (con la notable excepción del oro) o energía eléctrica,
desestimulando su exploración. Siendo así, la pregunta que se puede hacer es: ¿Sería posible hoy sacar provecho del contexto económico imaginando que esos tiempos de desaceleración son propícios para plantar la semillas de las soluciones?
En principio, la respuesta es positiva. "De un modo general, es un momento positivo debido a la reducción de las presiones económicas que es donde se identifica la demanda del mercado", dice Maretti. "La crisis sólo será buena si sirve para repensar el modelo de desarrollo que tenemos", alerta, indicando que los esfuerzos relacionados a la búsqueda de sustentabilidad en la región son mínimos si se comparan con la facilidad que se da a la deforestación.
A pesar de la gravedad del tema y de la lentitud de los avances, Antonio Nobre -por su parte- todavía cree que es posible frenar esa máquina: "Pero necesitamos detenerla ya mismo. No estamos contra los agronegocios. Hay diversosos estudios que ofrecen alternativas más productivas", dice. "Por ejemplo, un régimen de semiconfinamiento para el ganado vacuno, que reduciría el área usada a un décimo;
recomponer la selva original en áreas desmontadas, con lo cual se pueden vender créditos de carbono; una hacienda de proteína 30 veces más productiva con desforestación negativa."
Sin embargo, todos admiten que el lobby del sector agropecuario hoy gana la pulseada dentro del gobierno y del Congreso. "El mundo de los agronegocios brasileño es retrógrado, cuesta entender lo que Lula piensa al apoyarlos. Él les está pidiendo que se multipliquen, como ocurrió en Santa Catarina, por cinco, seis veces", dice Maretti.
Es demasiado
"Los agronegocios como están hoy son como un tumor cancerígeno que es vigoroso, autocentrado, pierde la conexión con el tejido que le da la vida hasta matarlo y matarse. Es como un autismo: es genial, mas no se comunica fuera de sí mismo", comenta Nobre. "Intenté conversar con el gobernador Maggi, pero él no escucha. Y si tuviese real conciencia del riesgo que corre, sería el primero en afiliarse a Greenpeace, pues sabría que ellos también están luchando a favor de su negocio."
"El tema ya ha sido tomado por toda la sociedad; no obstante, está claro que anuncios y discusiones son una forma del gobierno de ganar tiempo", dice Beto.
Tiempo que es cada vez más escaso para esconder que el hecho de que el medio ambiente en Brasil y en el mundo ya no puede estar más confinado en la retórica de las palabras "verdes". El desafío actual es poder aprovechar de la mejor forma este "descanso" de la destrucción de selva para cuando vuelvan los tiempos de bonanza, con su tentación de ganancias fáciles.
fuente: AméricaEconomía