En América Latina, cuando hablamos de integración, se entiende que nos estamos refiriendo al proceso que los países integrantes de esta parte del mundo llevan adelante para conformar un grupo cohesionado y fuerte, que genere un sentimiento de seguridad común ante la intranquilidad existente en un mundo de constante cambio.
Pero esta posible alianza que idealmente podría identificarse con aquella famosa frase de "Todos para uno y uno para todos", que Alejandro Dumas la atribuyó a sus tres mosqueteros, no se ha llegado a cristalizar todavía entre nuestros países, pese a que existen condiciones para trabajar exitosamente en este sentido.
Por ejemplo, somos poseedores de una lengua común que es el castellano, hablado en su mayoría en nuestros países, exceptuando Brasil con su portugués, pero esta es una lengua prima hermana del castellano y por tanto muy comprensible por ambas partes.
Contamos también con una herencia histórica común, que debería haber sido el cimiento de una misma nacionalidad, nacida y fortalecida en los cuatro siglos de colonialismo español y portugués, pueblos ibéricos que trajeron la cultura europea a estos territorios.
Pero tal parece que el movimiento emancipador del siglo XVIII que llevó a las colonias americanas a convertirse en naciones, es también el instante en que las nacientes ideas integracionistas que esgrimieron los próceres de este episodio histórico comenzaron a palidecer; pese a que la idea de "nación hispanoamericana" -que más adelante con la presencia de Brasil independiente pasaría a denominarse "Latinoamérica";- siempre estuvo presente en el pensamiento y en los hechos que permitieron llegar a la emancipación.
Recordemos que durante el coloniaje español en América, fructificó entre los criollos la conciencia de pertenecer a una comunidad cultural, cuyas bases eran el escenario americano y la tradición española. El precursor peruano Juan Pablo Vizcardo y Guzmán escribe su célebre "Carta a los españoles americanos", considerándolos a todos como miembros de una gran familia, y este concepto prima en los próceres, en los ideólogos y en los combatientes que servirán indistintamente a una u otra de las juntas emancipadoras.
Fernando VII también contribuyó al afianzamiento de este sentimiento, cuando ante la intervención napoleónica convoca a Diputados de España y de América para redactar y aprobar en la Corte de Cádiz la primera Constitución Política de la monarquía española
Aquel documento reconocía como español a todo aquel nacido en la metrópoli, como en las colonias, así como a los libertos o a los extranjeros residentes por más de una década en territorio del imperio español. Sin embargo después de obtenida la emancipación, este sentir de nacionalidad hispanoamericana fue más aparente y superficial que real.
En los Estados Unidos de Norteamérica el sentimiento de nación se forjó en la guerra de la independencia y en una expansión fronteriza, siempre en movimiento que alentó a los inmigrantes de muchas nacionalidades; pero en la América española subsistieron los cuadros coloniales, porque las bases políticas de las nuevas nacionalidades fueron las instituciones y los marcos de la administración hispánica, no existiendo tampoco una coincidencia de criterios del tipo de gobiernos que deberían regir a las nacientes naciones.
Hubo partidarios de la monarquía como forma de gobierno de esas naciones, como también se defendió la idea de una confederación similar a la Corte de Cádiz, aunque finalmente la mayoría se decidió por un gobierno unitario republicano.
Este panorama de desacuerdos se amplió más aun cuando los aparentemente sólidos virreinatos como el del Perú, el de las Provincias del Río de Plata y el de México, se fragmentaron en otros estados, surgiendo un clima de competencia donde cada uno comenzó a hacerse fuerte a costa del vecino, poniendo en peligro la convivencia pacífica entre los nuevos Estados. Fue en esa época que Guayaquil se separó del Perú y es incorporado a la Gran Colombia, mientras en un Congreso en Chuquisaca se declara autónomo al Alto Perú separándolo de la jurisdicción de las provincias del Río de la Plata y nace Bolivia.
Y fue en este clima de discordia, conflictos y naciente desconfianza en que el Libertador Simón Bolívar convoca una reunión en Panamá para 1826, con el propósito de estudiar la posibilidad de unir políticamente al Perú, Gran Colombia, América Central y México; pero no se llegó a ningún acuerdo concreto y lo que sería el primer intento integracionista político de la región, se diluyó hasta quedar en nada.
Mientras la fragmentación de los nacientes estados continuó con la separación de Venezuela y Ecuador de la Gran Colombia, y fracasa igualmente la Unión de las Provincias Unidas de América Central gestada por Francisco de Morazán, dando nacimiento a las repúblicas de Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica.
Años después, en América del Sur se frustra igualmente el intento de integración binacional peruano-boliviana patrocinada por Andrés de Santa Cruz.
Entonces, quebrado todo intento de avanzar hacia la unión política de las naciones latinoamericanas, las críticas circunstancias económicas que se presentan con el correr del tiempo hasta la actualidad, han despertado el interés de trabajar ahora por la unión económica.
Indicadores socioeconómicos Los países latinoamericanos en su mayoría, por no decir en su totalidad; muestran en diferente grado los siguientes indicadores socioeconómicos:
Una insuficiente producción y mercadeo de alimentos
Un dinámico incremento de su población
Una tecnología arcaica y un anacrónico sistema educativo
Un reducido volumen de inversión propia para la explotación de sus riquezas
Una inestabilidad y confusión de sus sistemas legales y tributarios
Una pequeñez de su mercado interno de consumo
Un confuso y contraproducente sistema de promoción industrial
Una crónica falta de liquidez y la imposibilidad de canalizar el ahorro interno hacia la industrialización
Una actitud de limitada audacia en muchos industriales, acostumbrados a la fácil vida derivada de las protecciones arancelarias y a la miope acción gubernamental en lo relativo al control de calidad de los productos de exportación
Una ausencia de sistemas infraestructurales de embarque marítimo, baratos, seguros y eficientes
Una carencia de flotas de barcos propios con fletes competitivos
Un ineficaz sistema de administración pública
por último, una situación de incapacidad de ahorro para las mayorías, como resultado de la inflación que sacude continuamente sus economías.
Planteada pues la necesidad de avanzar hacia la integración económica de América Latina, en 1960 nacen dos movimientos para ayudar a enfrentar los múltiples problemas socioeconómicos que aquejan a los países de la región. En Montevideo nace la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio ALALC y en Guatemala el Mercado Común Centroamericano MCCA que posteriormente se trasforma en el Sistema de Integración de Centro América SICA, con la inclusión de Belice.
La ALALC fue fundada para incentivar la reducción gradual de las tarifas arancelarias, pero en el transcurso de los años su desempeño no aportó muchos beneficios integracionistas y en 1980 se trasformó en Asociación Latinoamericana de Integración ALADI, también con sede en Montevideo, y agrupa a todos los países de América del Sur, con excepción de América Central y México.
El artículo 1º de este organismo resumió con claridad las aspiraciones de los pueblos latinoamericanos de proseguir el proceso de integración, encaminado a promover el desarrollo económico y social, armónico y equilibrado de la subregión, con el objetivo a largo plazo de llegar en forma gradual y progresiva a un mercado común.
Para fortalecer este proyecto se implementaron a nivel regional otros esfuerzos integracionistas como el Acuerdo de Cartagena o Grupo Andino del año 1969 (hoy Comunidad Andina de Naciones CAN). También se constituye la Comunidad del Caribe CARICON en 1973, así como el Tratado de Cooperación Amazónica de 1980, el Grupo de Río de 1986, el MERCOSUR en 1991, la Asociación de Estados del Caribe AEC de 1994, y por último la Unión de Naciones de América del Sur UNASUR del 2004 que incorpora a los nueve países hispanohablantes de América del Sur además de Brasil, Guyana y Surinam.
Integración andina y turismoMe referiré al caso de la Comunidad Andina de Naciones a la cual mi país, el Perú pertenece, al igual que Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador y Venezuela.
El turismo, según el ideario de la Comunidad Andina, actualmente se configura como uno de los elementos más importantes en la integración y, a la vez, en una de las fuerzas propulsoras del desarrollo económico y social de los países andinos.
Esto es posible porque se trata de un sector económico que es capaz no solo de generar divisas para los países mediante la atracción de turistas, sino también por fortalecer y afirmar la identidad cultural de sus comunidades a través del conocimiento mutuo.
Curiosamente, hasta ahora los habitantes andinos han preferido visitar sitios más alejados que los de sus propios y cercanos vecinos, desaprovechando la oportunidad de conocer los lugares y atractivos turísticos que posee la subregión.
Pero a partir del año 1969, cuando se suscribe el Acuerdo de Cartagena, los sectores interesados en el desarrollo del turismo en los países de este grupo propusieron y desarrollaron una serie de iniciativas encaminadas a incrementar el flujo turístico en los territorios de esos países logrando así, en el año 1982, la aprobación de la Decisión 171 que establece los lineamientos básicos y los objetivos que la acción conjunta del Grupo Andino en materia de turismo, debería lograr.
Este mismo sentido tiene el Protocolo Modificatorio del Acuerdo de Cartagena de mayo de 1988, donde se otorga un mayor respaldo a las actividades emergentes de la Decisión 171, en vista de que se reconocía oficialmente al turismo como un inmejorable mecanismo para la integración social y económica de la Comunidad Andina.
Consecuencia de este mandato es la reanudación de reuniones de los viceministros ó directores superiores de turismo y de sus comités consultivos. También lo es la puesta en marcha de reuniones técnicas para tratar temas específicos, así como otro tipo de acciones vinculadas al turismo que se orientan a lograr una mayor participación en el proceso de integración.
Producto turístico andinoEn los años trascurridos se ha logrado consenso en los países integrantes de la Comunidad Andina, en torno a la selección y priorización de proyectos susceptibles de formar parte del producto turístico subregional andino.
Así:
Se elaboraron normas básicas para estructurar el llamado producto turístico subregional andino.
Se identificaron y seleccionaron los ejes y zonas turísticas prioritarias de la subregión.
Se analizó y definió la oferta turística conjunta, conformada por siete circuitos en cada país miembro, además de un circuito integrador de las capitales denominado "El camino de Bolívar".
Se diseñó y elaboró un Manual del Agente de Viajes y folletos promociónales para el lanzamiento de la oferta turística conjunta.
Se analizó y seleccionó los mercados prioritarios a nivel mundial.
Se elaboró con la cooperación técnica de la OEA, la Guía Andina de Turismo, volumen que contiene el inventario patrimonial turístico, servicios, requisitos y tramites para la libre circulación en cada uno de estos países.
Se obtuvo el apoyo de la Comunidad Económica Europea para la elaboración de un estudio sobre facilitación turística en la subregión.
Se inició la participación conjunta en eventos de promoción y marketing turísticos, empezando por la Feria Turística ITB de Berlín 84.
200 años de soledadPero en general y a nivel latinoamericano, han trascurrido 49 años desde 1960 hasta el presente 2009 de proyectos, logros y de pequeños y medianos pasos, aunque todavía se esta lejos de llegar a constituir un mercado común si nos comparamos a lo conseguido por la Unión Europea UE, que se comporta como un autentico mercado común; porque en opinión de los entendidos, algo en que han coincidido nuestros países en sus tareas integracionistas ha sido en la dispersión de esfuerzos y en la cosecha de pocos frutos, porque los gobiernos comprometidos han derivado su accionar en organismos autónomos que muchas veces no coordinan o no se entienden entre si.
Planteado así el problema, creemos que el proyecto integracionista no debe quedar sólo a nivel de los gobiernos como hasta ahora sucede, sino que se requiere en forma inmediata de la participación más activa de los diversos componentes de la sociedad civil y de sus organizaciones más representativas.
Es por ello que para enfrentar tan importante tarea debe contarse con la indispensable contribución de los medios de comunicación y en mayor medida, con el de quienes tenemos como quehacer la difusión y promoción turística, pues el mensaje elaborado por los periodistas de turismo es uno de los principales canales para llegar a los pueblos latinoamericanos, contribuyendo a despertar en ellos una sólida y auténtica conciencia integracionista.
Parodiando pues el título de esa gran novela de Gabriel García Márquez, creo que ha llegado la hora en que hay que trabajar con decisión y coraje para ayudar a que esos doscientos años de soledad en que han vivido hasta hoy los países latinoamericanos, queden en el recuerdo y nuestros pueblos puedan unir sus manos y sus sentimientos en la realización de tareas de bienestar general.
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