Una epidemia de inseguridad
Los argentinos sienten que la situación de criminalidad ha empeorado.
Es para no creer: cuando estaba terminando este informe especial sobre la inseguridad en Argentina me robaron.
Qué ironía. Una noche salí de la oficina para comprar una edición de la revista Caras y Caretas sobre la delincuencia en este país y cuando me disponía a pagarla noté que me faltaba la billetera.
Desapareció de mi bolso en un tramo de tan sólo dos cuadras en plena avenida Corrientes, en el centro de Buenos Aires.
La inseguridad es algo que afecta a todos en Argentina, sin distinción de clases sociales. Así lo indican los testimonios que recogimos de una comerciante, un escritor y un portero de edificio a quienes distintos hechos les han cambiado sus vidas para siempre.
Estudios comparativos de datos oficiales muestran que la cantidad de delitos ha aumentado más de un 180% en las últimas dos décadas.
En un país que tiempo atrás se consideraba seguro, ha crecido la criminalidad juvenil y el nivel de violencia contra grupos vulnerables como los ancianos, y hoy es posible perder la vida al ser robado o secuestrado.
Entrevistamos a León Arslanian, ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, la que registra más delitos en Argentina. Arslanian nos contó cómo se está haciendo frente al problema.
Hay otro gran problema: según el Registro Nacional de Armas (Renar), al lado de los dos millones de pistolas o revólveres registrados hay 150.000 que circulan ilegalmente.
Éste parece un dato conservador, porque algunos observadores afirman que el número de armas en el mercado negro equipara al de las legales.
La ola de inseguridad comprende desde robos simples hasta crímenes más serios.
Lo cierto es que, en Argentina, el índice de delincuencia es inferior al de otros países latinoamericanos como Brasil, Colombia y Venezuela.
Sin embargo, la preocupación de los argentinos por la inseguridad figura entre las más elevadas del mundo, según una encuesta internacional realizada en 40 naciones. Sólo los sudafricanos los superan.
Y no sólo hay una clara distinción entre realidad y percepción. Argentina también está profundamente dividida en cuanto a cómo hacer frente a la creciente criminalidad.
Mientras que la derecha reclama mano dura, la izquierda pide más acciones contra los problemas sociales que originan la delincuencia.
Por un lado está el empresario Juan Carlos Blumberg, cuyo hijo Axel fue secuestrado y asesinado hace dos años. En los últimos tiempos, Blumberg ha encabezado cuatro multitudinarias protestas en reclamo de más acciones y penas contra los delincuentes.
Y del otro lado, entre quienes piden más acciones sociales figuran, por ejemplo, el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y grupos de derechos humanos.
A pesar de estas divisiones, pocos dudan que la desigualdad parece ser una de las principales causas -si no la fundamental- de la delincuencia.
Así pudimos comprobarlo al visitar una escuela situada entre opulentos barrios cerrados o "countries" y zonas marginales, un establecimiento donde la inseguridad va a clases.
Seguridad privatizada
La ciudadanía ha organizado marchas de protesta ante la situación de inseguridad.
Entre tanto, por precaución muchos contratan los servicios de empresas de seguridad, un rubro que ha tenido un crecimiento sin precedentes.
A los centenares de miles de guardias privados se los ve por doquier: en comercios, oficinas, bancos, edificios de apartamentos, "countries" y colegios. Quienes les pagan dicen que es la única forma de protegerse del delito ante la falta de presencia policial.
Se calcula que en el último año este mercado ha obtenido ganancias por US$2.000 millones.
¿Estamos ante una fuerza policial paralela? Las compañías de seguridad lo niegan y el gobierno asegura que no ha delegado funciones en ellas.
Tras las rejas
Finalmente, el aumento de la criminalidad en Argentina ha tenido un reflejo en la población carcelaria.
Según el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, el número de personas en las prisiones del país asciende a cerca de 65.000.
Muchos de los penales están superpoblados y un 60% de los reclusos están procesados pero no tienen condena, es decir que son técnicamente inocentes.
Se habla mucho del incremento de la delincuencia en Argentina, pero poco se menciona este detalle: que en el último año ha crecido hasta un 15% la criminalidad femenina.
Según las autoridades, en la mayoría de los casos las mujeres que están en las prisiones fueron apresadas por tráfico de drogas y complicidad en secuestros.
Visitamos una cárcel de máxima seguridad en Ezeiza, a más de 30 kilómetros al sur de Buenos Aires, para ver cómo viven las internas.
Esperamos que este informe especial los invite a una amplia reflexión sobre la inseguridad, un problema que, con sus diversas ramificaciones, no sólo afecta a Argentina sino también al resto de América Latina.
Testimonios de las víctimas
Tres víctimas directas de la delincuencia en Argentina hablan con BBC Mundo acerca de sus experiencias personales.
Bernardo Monjes fue asaltado cuando volvía de hacer compras y casi lo matan.
Bernardo Monges, de 54 años, encargado de un edificio del casco histórico de Buenos Aires, fue asaltado cuando volvía de hacer las compras y casi lo matan.
Fue un día viernes a las seis de la tarde. Cuando regresaba de hacer una compra en el supermercado me asaltaron tres personas.
Una de ellas me dio una patada en la rodilla y cuando me echó al suelo otro se arrojó encima mío y me sacó la campera, el reloj, la tarjeta de crédito con mi documento y 70 pesos que tenía en mi bolsillo.
Las compras que había hecho en el supermercado y que las tenía en un bolso aparte también se las llevaron.
En el momento que me tiraron al piso, cuando salieron a correr los asaltantes, uno le dijo a otro: "¿Le pegamos un tiro y nos vamos?". "No", le respondió el otro, "vamos porque ya tiene mal la rodilla".
Con la patada que me dieron, me hicieron una lesión de ligamentos cruzados. Me llevó tres meses el tratamiento y, gracias a Dios, con la rehabilitación quedé bien.
Después del incidente, nunca más paso por el lugar donde ocurrió todo, para mí ese sitio quedó nulo. Así que, cuando voy para hacer algún trámite, alguna cosa por el sector en donde yo solía ir, prefiero hacer cuatro cuadras más, cinco, pero menos pasar por ahí.
Quedamos aterrorizados con lo que me sucedió a mí. Si dicen: "¿Le pegamos un tiro?", ¿cómo quedás con eso? Pensando en otra oportunidad que te pueda ocurrir lo mismo y capaz terminen dándote el tiro".
Rodolfo Uballes fue asesinado cuando intentaron robarle su casa.
Rodolfo Uballes, de 82 años, fue asesinado cuando intentaron robarle en su casa de San Pedro, en provincia de Buenos Aires.
Su hijo, también llamado Rodolfo, relata el episodio.
A mi padre lo asesinaron en 2002. Papá tenía a la venta la casa, me llama un día por teléfono y me dice: "Mirá yo me siento muy solo en San Pedro, me quiero ir a vivir a Buenos Aires". Yo siempre lo quise traer a vivir conmigo, pero no quiso.
Llaman por teléfono desde Buenos Aires a una inmobiliaria que tenía para la venta la casa y le dicen: "Estamos interesados, queremos ir a verla".
Esta persona se presentó -la empleada de la inmobiliaria la estaba esperando en la puerta- vio la casa y le dijo: "Mire, señora, a mí la casa me gusta. Yo se la voy a comprar pero voy a necesitar que vengan luego mi señora y mi cuñado para que me terminen de dar el OK".
Llegan tipo cuatro de la tarde dos personas solas, la que había ido antes con otro hombre, diciéndole a papá que, bueno, que había llegado el cuñado y que querían ver la casa.
Y cuando los hace pasar, se ve que ahí recibe un golpe de atrás. Lo atan de las manos atrás con una corbata. Le piden dinero, pero como él no tenía pensaban que estaba ocultando la verdad.
Entonces lo golpean brutalmente, le quiebran cuatro costillas, creo que le rompen un brazo, le pegan dos golpes terribles en la cabeza, tenía reventado el bazo, y le habían puesto bastante sábana en la boca y lo habían envuelto con ella de modo de que se pudiera asfixiar.
Es muy probable, según estuve viendo en el expediente, que haya muerto por asfixia.
Creo tener la virtud que Dios me ha dado de que no puedo anidar rencor, no soy rencoroso. A mí me gustaría que en el país nos organizáramos de alguna manera para ayudar a los delincuentes.
De nada sirve el ojo por ojo, diente por diente, porque si no cada vez estamos peor.
Lidia Gonzalez fue robada dos veces.
Lidia González, de 57 años, tienen un kiosco en el barrio de Liniers, en Buenos Aires, y fue robada dos veces.
Los ladrones entraron por la terraza de su negocio, uno de las tantos modus operandi que han estado de moda en la capital argentina.
Nos robaron en 2003 y 2005, en una época de muchos robos por los techos, es decir que los ladrones se trasladaban por las azoteas y luego se introducían en los negocios, o por medio también de boquetes.
Creo que un 30% de la manzana sufrió robos.
Hasta nos sacaron prácticamente la puerta con marco y todo para poder entrar. Nos llevaron mercadería, dinero. Económicamente nos afectó muchísimo.
Pienso que estamos un poco mejor. Hace dos meses que hay más vigilancia, algo que hemos logrado a través de pedidos a la comisaría de la zona.
Tenemos alarma, más cerrojos. Si quieren volver a entrar por donde lo hicieron la otra vez, van a tener que derribar la pared.
Uno siempre está atento. Atento a si cerraste, si pusiste todas las trabas, si activaste la alarma... Al irnos miramos si hay alguien sospechoso.
Es la inseguridad cotidiana que uno tiene, ¿no?, que hoy realmente se vive en todos lados.
por Max Seitz , BBC Mundo
Colaboró con la producción Makarena Gagliardi.