y para ello muchos destinos suelen crear una oferta específica de hostales y campings, por lo general llevada adelante por la oferta privada. Pero la decisión por gastar poco a veces genera la aparición de un grupo específico de mochileros: los mochileros extremos. Éstos, simplemente, no quieren gastar poco; simplemente, no quieren gastar en nada. Buscan todo el tiempo acceder a servicios sin aportar un centavo; prefieren dormir en la calle o cualquier lugar con tal de no pagar unos pocos pesos por un cámping o una cama de hotel; no usan un sólo micro y son capaces de estar días en la ruta con tal de ser llevados a dedo. Hay un cierto orgullo en este tipo de acciones. No es raro, cuando viajamos en un entorno caracterizado por la presencia de mochileros, que las conversaciones giran alrededor de quien gastó menos; a veces, pocos centavos dirimen la discusión, y la sensación que queda es que quien gasta menos sabe viajar mejor.
En muchos casos, el viaje mochilero muy estricto en gastos no es una elección; hay muchas ganas de viajar y muy poco dinero. Así, hay que ser muy disciplinado, y no gastar nunca de más si se quiere seguir adelante. Esto implica buscar los lugares más baratos, en donde de ser posible podamos cocinar; intentar ahorrar todo lo que se pueda en transporte; y por lo general buscar diversiones económicas.
El problema es cuando muchos de estos mochileros se juntan, en determinadas temporadas, en destinos más bien pequeños, sin demasiados habitantes. Seamos realistas: pocas poblaciones locales mirarían con demasiada simpatía a gente que quiere conocer el lugar, pero que no está dispuesta a gastar un centavo en ella, y que tiene como objetivo, en la medida de lo posible, conseguir todo lo que pueda gratis.
Cuando hablamos de realismo, intentamos ser muy prácticos: es difícil reclamarle a una población local que reciba de la mejor manera a los turistas, si éstos no traen mayores beneficios, o directamente provoca perjuicios. Desde ya, hay límites: en muchos destinos, te quieren cobrar hasta por mirar el paisaje, y ese tipo de abusos no son raros. Pero del lado de los viajeros, a veces también hay excesos. Viajar de manera económica no significa, simplemente, considerar un pecado pagar por algo. Se trata, ante todo, de economizar en gastos al ceñirse únicamente a lo básico e indispensable. Pero no es realista exigirles a los pobladores locales que presencien la ocupación de sus espacios públicos a cambio de nada.