y que hace que muchas veces idolatren o repudien a su tierra, según sea el caso.
La tierra llama, la tierra tira...y por eso el que abandona su tierra, aquella en la que ha nacido o vivido casi toda su vida, evidentemente la añorará, o la recordará, para bien o para mal. Esto es lo que llamamos el síndrome del inmigrante... algo no necesariamente malo, pero que sí lo es cuando no conoce matices, cuando habla desde la radicalidad: "comparado con éste lugar, todo es bueno en mi país"... o "todo es malo en mi país...".
Normalmente los inmigrantes sufren una afección aguda de éste síndrome en sus primeros meses de estancia en su nueva patria (que para algunos nunca será tal, solo un lugar donde vivir por cuestiones que escapan a sus deseos reales de retorno). Pero en otros casos el síndrome persiste para siempre y se transforma en chovinismo. Es el caso, por ejemplo, de los abuelos de países latinoamericanos que siguen viendo a la distancias a España, Italia, Polonia, Rusia, Alemania, Portugal, etc. como lugares paradisíacos donde las cosas siempre se hacen bien y la gente es honesta y trabajadora. Si supieran (o quisieran saber) cómo realmente es Europa en la actualidad... ay ay ay... es preferible que sigan viviendo en su fantasía producto de ese síndrome del inmigrante anquilosado.
Pero este síndrome muchas veces se da a la inversa (antichovinismo): la gente cuando se va puede creer que los políticos, la burocracia o lo que sea, no pueden ser peores que en su país, que su país de origen es el peor país del mundo... La mayoría de las veces, sin embargo, el tiempo les confirma que lamentablemente (¿lamentablemente?) ningún país es perfecto, y siempre hay uno peor que el nuestro... dependiendo el punto de vista desde el cual se lo mire. Y sobre todo, que los políticos son políticos en todas partes del mundo, diplomacia más o diplomacia menos.
Aquellos que son jóvenes inmigrantes deberían superar este síndrome, que es parte de ese tipo de idealizaciones que no se ajustan en lo más mínimo a la realidad del mundo. Porque ni hay países perfectos, ni un país puede aislarse (y ahora menos que nunca) de la realidad socioeconómica mundial.
A nivel territorial y natural (geográfico, de recursos naturales, de conservación del medio ambiente, etc.), sin duda, algunos países (mejor dicho, algunas regiones), son más privilegiadas que otras; esto sí es indudable.
El inmigrante, por tanto, muchas veces no puede más que extrañar su tierra (literalmente). Pero hablar sólo bondades o maldades de nuestro país de origen es propio de fanáticos o de chovinistas, es decir, de los fanáticos que ponen por delante una idea de la patria que no concuerda con la realidad del mundo.
Fuente: andinia